Sanidad Interior a Niños – Introducción a la Sanidad Interior 2

 

Continuemos.

Por un lado, están aquellos que sostienen que el diablo y los demonios no existen, que forman parte del folklore del hom­bre primitivo, quien le atribuía todos sus males al diablo. En la época de Jesús era muy común este tipo de pensamiento, por lo tanto, los que defienden esta postura dicen que Jesús realizó una especie de adaptación al pensamiento de ese tiempo.

Por otro lado, están aquellos que ven demonios por todas partes, carecen de discernimiento espiritual y no comprenden que la problemática del ser humano es amplia y compleja, pues hay diferentes factores que pueden generar un proble­ma. Una afección puede tener causas orgánicas, emocionales, y también, espirituales.

En el pasaje analizado, es evidente que Jesús comprendió que la causa que estaba afectando a este joven era de origen espiritual, por lo tanto reprendió y echó fuera al espíritu inmundo que lo oprimía.

Si bien en algunos casos hay manifestación demoníaca, la mayoría de los niños ministrados en sanidad interior tienen problemas que obedecen a causas de índole emocional, es decir, a carencias, desajustes y problemas emocionales y espirituales transmitidos por sus padres. Por este motivo, es aconsejable que los padres sean ministrados en sanidad inte­rior antes que sus hijos. Por otro lado, es necesario que quien asista al niño tenga el discernimiento espiritual necesario para dar con el origen del problema.

Aunque es cierto que en este texto Jesús reprende al espíritu inmundo, creemos conveniente tener sumo cuidado con el empleo de cierta terminología que puede llegar a generar con­fusión o temor en el niño.

Al ministrar, se sugiere utilizar frases como las siguientes: «Señor, yo en esta hora tomo autoridad en tu nombre, y con­sagro la vida de este niño a ti, y en el nombre de Jesús echo fuera todo aquello que sea contrario a tu voluntad, y declaro esta vida libre y sana para la gloria Dios».

«Y sanó al muchacho, y se lo devolvió al padre « (San Lucas 9:42).

Como se ha dicho antes, la responsabilidad y autoridad espi­ritual de los hijos recae sobre los padres. El niño sanado no es propiedad del ministro, llegó con sus padres y debe volver con ellos para que sigan velando por su vida, y acompañando su posterior crecimiento espiritual.

Otro aspecto para tener en cuenta en este texto, y en otros del nuevo testamento, es que en todos los casos que se pro­duce expulsión de demonios, el resultado final es la sanidad de la persona.

«Todos se admiraban de la grandeza de Dios» (San Lucas 9:43)

La sanidad interior de niños da gloria a Dios. Él es quien hace la obra en una vida, en una familia, en una iglesia. Por lo tanto, la gloria sólo es para Él, y quien ministra es simple­mente un canal por donde la bendición de Dios ha transitado.

Dios puede conceder fama para sus propósitos, pero la glo­ria y el honor le pertenecen a Jesucristo. Se Debería tener sumo cuidado de elevar el nombre personal en lugar del nom­bre del Señor. Cuanto más grande sea el nombre de un pas­tor o de un ministro, más pequeño se verá el nombre de Dios.

La mejor actitud que se puede tener es la de estar expec­tantes con las cosas grandes que Dios quiere realizar, y aspi­rar a ser instrumentos útiles en sus manos, y tan sólo decir: «Siervos inútiles somos, porque lo que debíamos hacer hicimos».

(CONTINÚA…)

Extracto del libro «Dejadlos Venir a Mi»

Por Daniel Bravo

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