Sanidad Interior a Niños – Introducción a la Sanidad Interior 3

 

Continuemos.

2. Otro pasaje interesante es el de la hija de Jairo: Marcos 5:21-24,35-43; Mateo 9:18-26; y Lucas 8:4042,49-56.

Algunas consideraciones:

Aquí también es el padre el que va a buscar a Jesús (Marcos 5:22).

Nuevamente hay a un padre que sale en busca de Jesús. Seguramente este hombre tenía conocimiento del ministerio de Jesús, y como última solución para su extrema necesidad, recurre al Señor y se postra ante su presencia. Jairo se postró a los pies de Jesús, rogándole que pusiera la mano sobre su hija.

Es interesante detenerse unos instantes para decir algo más acerca de la vida de Jairo. Este hombre era principal de la sinagoga de aquel pueblo. Ahora bien, no cualquiera llegaba a este puesto, la persona elegida para el mismo, debía poseer un amplio conocimiento de las escrituras y provenir de una familia intachable. Ser principal de una sinagoga en aquel tiempo era estar en una posición social destacada y ser alguien respetado y considerado por la comu­nidad.

A Jairo poco le importó la opinión que otros tenían acerca de Jesús, él dejó de lado los prejuicios, «el qué dirán» o «qué pensará la gente de lo que estoy haciendo». Nada le importó, su hija estaba muriendo, y él comprendió que sólo Jesús tenía respuesta para su problema.

Frecuentemente se ven padres que, ya sea por prejuicios, por vergüenza, por orgullo, o por ignorancia, niegan y tratan de ocultar la problemática de sus hijos. La actitud de Jairo debe ser imitada. El comienzo de la solución de un problema es reconocer el problema como tal; es imprescindible admitir las cosas como son para poder modificarlas. Después se hace necesario caminar en la dirección correcta tal como Jairo hizo y asumir la actitud adecuada: postrarse y rogarle ayuda al Señor.

Otra vez, Jesús estimula la fe de los padres. «No temas, cree solamente, y será salva». (San Marcos 5:36).

En determinadas circunstancias de la vida es fácil dejarse lle­var por los consejos bienintencionados de las personas, pero a la luz de este pasaje se hace evidente que solo se debe escuchar la voz del Señor que dice: «No temas, confía en mí».

Así sucedió con Jairo, que rechazó las voces que lo desalentaban y que podrían haber sido de influencia negati­va; desoyó a sus siervos que expresaban escepticismo y declaraban la derrota diciendo: «tu hija está muerta». Ellos no veían en Jesús al hijo de Dios, por lo tanto no podían ver la solución, la sanidad, la vida. Sin embargo, Él estaba allí, con todo su poder y autoridad, y en pocos instantes un padre sensible y piadoso habría de recobrar a su hija, a la vez que el Padre del Cielo sería glorificado.

A lo largo de todo su ministerio Jesús alentó a los que le seguían con estas dulces palabras: «No teman, creen en Dios, crean también en mí», «No temáis manada pequeña»; «No se turbe vuestro corazón ni tengan miedo», «No temas, toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra».

Jesús eligió especialmente a las personas que lo acom­pañaron, «no permitió que nadie le siguiese, sino… (San Marcos 5:37).

Muchos creen que la sanidad interior está asociada a la expul­sión de demonios, otros, sostienen que sanidad interior es orar por la gente después del mensaje en un culto. Nada de esto es aplicable al modelo que presentamos, ya que el mismo necesita de un ambiente donde el niño se sienta seguro y confiado para expresar lo que le sucede.

Por otra parte la sanidad interior no es un espectáculo públi­co, sino por el contrario, es una experiencia personal, íntima y profunda con el Espíritu Santo. Debemos ser muy cautelosos sobre todo cuando se trata de la vida de un pequeño. Jesús no permitió que ni la muchedumbre, ni la totalidad de sus discípulos le siguieran. Sólo a tres de ellos les permitió acompañarle como testigos del gran milagro que iba a suceder. 

Otra vez, tomó al padre y a la madre de la niña, que estu­vieron presentes cuando Jesús la levantó. (San Marcos 5:40 y San Lucas 8:51).

Sin duda es altamente significativo que los padres hayan visto el poder de Dios actuando en la vida de su hija en una forma tan concreta. Bien podrían surgir las siguientes preguntas: ¿Qué habrán sentido al verla incorporarse? ¿Cómo reaccionaron al verla abrir sus ojos?

Después de todo esto, con cuánta responsabilidad habrán asumido el cuidado y la crianza de esa niña. «Dadle vosotros de comer» es una frase profunda que mueve a la reflexión y desafía. Jesús hizo lo que nadie más que Él podía hacer: sanarla, restaurarla y darle vida. Pero darle de comer implicaba un cuidado, una asistencia y una dedicación a sus necesidades materiales y espirituales que los padres no podían eludir.

Sigue siendo altamente significativo que los padres puedan contemplar la obra que Dios está dispuesto a hacer hoy en los pequeños y el amor con que quiere restaurar y sanar sus vidas. El resto, es un compromiso de todos.

Extracto del libro «Dejadlos Venir a Mi»

Por Daniel Bravo

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