Clásicos Cristianos – La Mirada del Alma 3

 

Continuemos.

El tenor de toda la Biblia está en completo acuerdo con lo que dejamos dicho. Y todo se resume en la exhortación de la Epístola a los Hebreos cuando nos dice que corramos la carrera «puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús». Todo lo cual enseña que la fe no es un acto que se realiza una sola vez, sino una actitud continua del corazón que se mantiene mirando a Dios.

Creer, entonces, es dirigir la atención del corazón hacia Cristo. Es levantar la mirada a: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» y nunca dejar de mirar por el resto de nuestra vida. Al principio podrá parecer difícil, pero dicha actitud se hace más fácil con el continuo mirar a la maravillosa personalidad de Cristo. Podremos distraernos a veces, pero al haber encomendado nuestro corazón a él, cada vez que nos apartemos un poco, sentiremos el fuerte deseo de retornar al igual que un pajarillo que vuelve a su nido.

Insisto en que es necesaria esta entrega personal y voluntaria a Cristo, que hace que el alma fije para siempre su mirada en Jesús. Dios acepta esta intención como la elección nuestra, y tolera las distracciones que sufrimos al vivir en este mundo malo. Dios sabe que hemos encaminado nuestro corazón a Jesús, y nosotros también lo sabemos, y nos consolamos al saber que nuestra alma está adquiriendo un hábito que no tardará en formar parte de nuestra naturaleza, de modo que pronto no ha de requerir ningún esfuerzo de nuestra parte.

La fe es la virtud que menos piensa en sí misma. Por su propia naturaleza es escasamente conciente de que existe. Igual que el ojo, que ve todo lo que tiene delante de sí, pero él no se ve nunca, la fe se ocupa del Objeto sobre el cual ella descansa, y no pone nunca atención en sí misma. Mientras estamos mirando a Dios, no nos estamos mirando a nosotros mismos. El hombre que ha luchado por purificarse a sí mismo, y no ha conseguido nada más que fracasos, encontrará grande alivio al quitar la mirada de sí mismo y fijarla en aquel Único que es perfecto. Mientras mire a Jesús, se realizarán dentro de él todas aquellas cosas que deseó por tanto tiempo. Dios estará dentro de él, obrando el querer y el hacer por su buena voluntad.

La fe, por sí sola, no es un acto meritorio; el mérito depende de aquel en quien se pone la fe. La fe es un cambio de mirada: dejamos de mirarnos a nosotros mismos para mirar a Dios. El pecado ha torcido nuestra visión interior. La incredulidad es poner al yo en el lugar que le corresponde a Dios, y se halla peligrosamente cerca del pecado de Lucifer, que dijo: «Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo» (Isaías 14:14). La fe mira hacia afuera, y no hacia adentro, y sobre esto reposa la vida entera.

Todo esto podrá parecer demasiado sencillo. Pero no pedimos disculpa por ello. A aquellos que quieren subir al cielo en busca de ayuda, o descender al infierno, les dice:»Cercana está la palabra de fe» (Romanos 10:8). La palabra nos induce a levantar nuestros ojos a Cristo y allí comienza la bendita vida de fe. Al levantar nuestra mirada hacia Dios podemos esta seguros de hallar una mirada amistosa, porque está escrito que los ojos de Jehová recorren toda la tierra para ve a los que tienen corazón perfecto para con él. La gran expresión de la experiencia es: «Tú, oh Dios, me ves. Cuando los ojos del alma se encuentran con el Señor quien busca, se puede decir que el cielo ha comenzado a existir en la tierra.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “La Búsqueda de Dios”

Por A. W. Tozer

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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