Clásicos Cristianos – En Qué se Muestra Cómo Empezar Cada Día con Dios 10

 

Continuemos.

Por la mañana tenemos nuevo material que nos es suministrado para adorar la grandeza y la gloria de Dios. Es verdad que debemos tomar buena nota de los abundantes dones recibidos de Dios de que disfrutamos, pero las almas que limitan su reconocimiento a los bienes recibidos son muy estrechas y encogidas; nosotros hemos de observar los ejemplos que despliegan de modo inefable su poder en el reino de la providencia, que redundan en su honor y en el bien común del universo.

El salmo 19 parece haber sido una meditación matutina en la cual se nos dirige a observar cómo los cielos declaran la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos; se nos hace notar en él no sólo las ventajas que recibimos de su luz e influencia, sino el honor que hacen a Aquel que extendió los cielos como una cortina, estableció sus pilastras, y determinó sus ordenanzas, que aún siguen, pues todas las criaturas son sus siervos. Un día comunica el mensaje a otro día, y una noche a la otra noche declara la noticia, a saber, el conocimiento del poder eterno de la Divinidad del Gran Creador del mundo, el que lo rige. La sucesión invariable de tinieblas y luz en sus revoluciones, según las órdenes recibidas para que se alternaran regularmente, tiene que servir para confirmar nuestra fe en esta parte de la revelación divina que es la historia de la creación, y es la promesa de Dios a Noé y a sus hijos (Génesis 8:22), su pacto con el día y con la noche (Jeremías 33:20).

Mira por la mañana y ve con qué exactitud la aurora conoce su lugar y su tiempo, y cómo los observa fiel, y cómo la luz de la mañana alcanza los cabos de la tierra. Oí decir a un anciano ministro recientemente: «¡Cuántos millares de millas ha viajado el sol durante la noche para traernos la luz de la mañana a nosotros, miserables desgraciados, para que no nos quedáramos enterrados por la oscuridad de la noche!» Mira, ve el sol, como un esposo que sale de su tálamo, que se alegra cual atleta corriendo su carrera, observa lo brillantes que son sus rayos, cuan dulces sus sonrisas, cuan fuerte su influencia. Y si no hay lenguaje o tribu que no pueda captar la voz de estos predicadores naturales que proclaman la gloria a Dios, es lástima que haya algunas lenguas en que no se oiga la voz de los adoradores de Dios haciéndose eco al canto de estos predicadores naturales, y adscribiendo gloria a Aquel que hace que la mañana y la noche se regocijen: Pero hagan lo que quieran los demás, y que Dios oiga nuestra voz por la mañana, y por la mañana dirijámosle nuestras alabanzas.

Por la mañana tenemos o deberíamos tener nuevos pensamientos sobre Dios y meditación dulce en su nombre, y tendríamos que ofrecérselos en oración. Conforme al ejemplo de David, ¿hemos venido recordando a Dios en nuestra cama, y meditando durante las noches de vela? ¿Podemos decir, cuando nos levantamos, todavía estoy con Dios? Si es así, tenemos algo que llevar al trono de la gracia con las palabras de nuestra boca para ofrecer a Dios las meditaciones de nuestro corazón, y esto será para Él un sacrificio de olor suave. Si el corazón ha estado puliendo un bello canto, que nuestra lengua lo recite al Rey, nuestro Dios. (Salmo 45:1.)

Tenemos la palabra de Dios con la cual conversar, y tendríamos que leer de ella una porción cada mañana: por medio de ella Dios nos habla, y en ella tendríamos que meditar de día y de noche; si lo hacemos, nos enviará al trono de la gracia, y nos proveerá buenos mensajes para entregar allí. Si Dios, por la mañana, con su gracia, nos dirige su palabra, de modo que nos llegue al corazón, esto dará por resultado que dirijamos nuestra oración a Él.

Por la mañana es más que probable que tengamos causa para reflexionar sobre los muchos pensamientos vanos y pecaminosos en que nuestra mente se ha ocupado durante la noche, y a causa de esto es necesario que nos dirijamos a Dios en oración por la mañana, pidiendo perdón por ellos. Las palabras de la oración dominical parecen apropiadas de modo especial para la mañana, porque nos enseñan a pedir nuestro pan cotidiano, y también hemos de pedir: Padre, perdónanos nuestras deudas, porque como en el apresuramiento del día incurrimos en culpa por nuestras palabras y acciones irregulares, lo mismo hacemos en la soledad de la noche, a causa de nuestra imaginación corrompida y nuestra fantasía sin gobierno y no santificada. Es cierto, el pensamiento del necio es pecado. (Proverbios 24:9).

Los pensamientos necios son pecaminosos, y ¡cuántos de estos vanos pensamientos se alojan dentro de nosotros!; su nombre es legión, pues son muchos. ¿Quién puede entender estos errores? Son más numerosos que los cabellos de nuestra cabeza. Leemos de algunos que imaginan el mal en sus camas y cuando llega la mañana lo practican. (Miqueas 2:1.) ¡Con qué frecuencia, por la noche, la mente se inquieta y desconfía con dudas y preocupaciones, pensamientos ambiciosos, contaminados, livianos, impertinentes, instigados y fermentados por la malicia y la venganza, y, en todo caso, muy lejos de la piedad debida.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Cómo Incrementar Nuestra Comunión con Dios”

Por Matthew Henry (Año 1712)

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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