Clásicos Cristianos – En Qué se Muestra Cómo Empezar Cada Día con Dios 11

 

Continuemos.

Del corazón proceden los malos pensamientos que hay en nosotros, y por todas partes los llevamos, porque su fuente está en nosotros y fluye de modo natural. Sí, en la multitud de sueños y desvaríos, como en las muchas palabras, hay mucha vanidad. (Eclesiastés 5:2.)

¿Y nos atrevemos a salir sin haber renovado nuestro arrepentimiento, para el que hemos acumulado material todo el día y toda la noche? ¿No queremos confesarlo a Aquel que conoce nuestros corazones, nuestros descarríos, nuestras rebeliones, nuestras retractaciones, para hacer las paces en la sangre de Cristo y orar, para que perdone los pensamientos de nuestro corazón? No podemos ir con tranquilidad a hacernos cargo de las tareas del día con una carga de pecado del que no nos hemos arrepentido y que no ha sido perdonado.

Por la mañana nos preparamos para la obra del día, y por tanto, procuramos por medio de la oración buscar la presencia y la bendición de Dios; se nos dice que podemos ir con confianza al trono de la gracia, no sólo para pedir que se nos perdone aquello en que hemos faltado, sino para pedir gracia, que nos ayude en todo tiempo de necesidad. Y ¿qué momento hay que no sea un momento de necesidad para nosotros? Y por tanto, ¿qué mañana debería pasar sin oración? Leemos de «las cosas que han sido ordenadas conforme al rito para cada día» (Esdras 3:4), y es por esto que vamos a Dios cada mañana para orar, para la graciosa concesión de su providencia respecto a nosotros y las operaciones de gracia del Espíritu.

Tenemos familias a las que debemos cuidar, quizás, y hemos de proveer para ellas. Presentémoslas, pues, cada mañana en oración ante Dios, encomendándolas al cuidado y gobierno de su gracia, y así las ponemos de modo efectivo bajo la protección y cuidado de su providencia. El santo Job se levantaba temprano por la mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de sus hijos. (Job 1:5.) Así conseguimos que la bendición descanse sobre nuestros hogares.

Cuando nos dedicamos a nuestras actividades: miremos a Dios, en primer lugar, esperando que nos dé sabiduría y gracia para ejecutarlas bien, en el temor de Dios y que permanezcamos con Él; y entonces podemos pedirle con fe que nos prospere y nos acreciente, nos fortalezca, que nos sostenga en las fatigas y nos dirija y nos dé consuelo en estas tareas. Tenemos jornadas que hacer, quizás así pidamos a Dios que su presencia nos acompañe, y no vayamos donde no podamos esperar que nos acompañe.

Quizá tengamos oportunidades de hacer o conseguir algo bueno: pidamos a Dios que nos dé un corazón a la altura de lo que hay en nuestras manos, que nos dé habilidad, voluntad y valor para mejorarlo. Cada día tiene sus tentaciones, algunas, quizá, las podemos prever, pero muchas no nos las imaginamos y en ellas se pone a prueba nuestra sinceridad a Dios; que no seamos llevados a la tentación, sino guardados de todas ellas; que cualquier relación o compañía en que entremos sea una oportunidad para que hagamos bien y no perjudiquemos, para conseguir bien y no ser dañado por los otros.

No sabemos lo que nos traerá el día; no sabemos las noticias que nos traerá la mañana, o lo que puede sucedemos antes de la noche, y por tanto, tenemos que pedir a Dios que nos dé gracia para llevar a cabo los deberes y dificultades que no podemos prever, así como las que vemos; que nuestra fuerza sea suficiente para mantenernos en conformidad con toda la voluntad de Dios, según sea cada día. Hallaremos que basta para cada día su propio afán, y por tanto, así como es locura el pensar y apenarnos por los sucesos de mañana, es de sabios pensar en los de hoy, para que sea suficiente para aquel día y para sus deberes la provisión de la divina gracia que necesitemos; para toda obra o palabra buena y para fortificarnos contra toda obra o palabra mala; para no decir, pensar o hacer nada durante el día que pueda ser causa de que deseemos no haberlo pensado, dicho o hecho.

 

Aplicación Práctica de la Doctrina Anterior.

Primero: Que estas palabras nos recuerden nuestras omisiones, porque éstas son pecado y han de venir a juicio. ¡Cuántas veces nuestro culto matutino ha sido olvidado o ha sido rendido con descuido! La obra, o bien no ha sido hecha, o ha sido hecha con doblez; o bien no se presentó sacrificio, y si se hizo, ha sido el perniquebrado, el cojo, el enfermo, o bien no ha habido oración o no ha sido dirigida propiamente, y por tanto, no se ha elevado. Hemos tenido las misericordias de la mañana, Dios no ha fallado en su compasión y nos ha cuidado como Padre, no obstante, no hemos hecho el servicio matutino, sino que hemos faltado de modo vergonzoso al deber de hijos suyos.

Humillémonos verdaderamente delante de Dios esta mañana por nuestros pecados y locura de haberle privado, con frecuencia, del honor del culto matutino, y a nosotros mismos de sus beneficios. Dios se había llegado a nuestra despensa pensando hallar fruto, pero no lo halló, o no halló casi nada, estuvo escuchando, pero no le hablábamos a Él o no le hablábamos bien. Con alguna excusa minúscula lo hemos dejado y cuando se ha interrumpido la costumbre, la conciencia se ha entumecido, nos hemos ido enfriando y probablemente la hemos abandonado del todo.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Cómo Incrementar Nuestra Comunión con Dios”

Por Matthew Henry (Año 1712)

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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