Clásicos Cristianos – En Qué se Muestra Cómo Empezar Cada Día con Dios 12

 

Continuemos.

Segundo: Os ruego que escuchéis una palabra de exhortación respecto a esto. Sé bien cuál será la influencia que tendrá sobre la prosperidad de vuestras almas el ser constantes y sinceros en el culto del privado, y por tanto, permitidme que haga énfasis en él con toda premura; que Dios tenga oportunidad de oír de vosotros cada mañana; que cada mañana dirijáis a Él vuestra oración, y que miréis hacia Él.

Tomad a conciencia vuestro culto privado y mantenedlo, no ya porque ha pasado a ser una costumbre que habéis recibido de vuestros padres o porque es un deber que habéis recibido orden de guardar del Señor. Dedicadle el rato estipulado y sed fieles al mismo. Que los que han vivido hasta ahora en descuido total, se persuadan, a partir de ahora, a considerarlo como la parte más deleitosa de su consuelo diario, como el deber más necesario en sus negocios cotidianos, y que sea su placer constante y su cuidado permanente.

No hay persona que tenga uso de razón que pueda pretender ser una excepción de este deber; lo que se dice de algunos se dice de todos: Orad, orad; continuad en oración y velad en ella. Los ricos no están tan obligados a trabajar con sus manos como los pobres; los pobres no tienen tanta obligación a dar limosna como los ricos, pero ambos están obligados igualmente a la oración. Los ricos no están por encima de la necesidad de hacerlo, ni los pobres por debajo de ser aceptados por Dios en ella. Nunca es demasiado pronto para que los jóvenes aprendan a orar, y aquellos a quienes los muchos años han enseñado sabiduría, al final de sus días, obrarán como necios si creen que ya no tienen necesidad de orar.

Que ninguno diga que no puede orar. Si estuvieras a punto de perecer de hambre mendigarías la comida, si no hubiera otro remedio, y si ves que eres vencido por razón del pecado, ¿no puedes pedir gracia y misericordia? ¿No eres cristiano? No digas que no puedes orar, porque esto es tan absurdo como que un soldado dijera que no puede manejar la espada o que un carpintero no puede manejar el hacha. ¿A qué has sido llamado en la comunión de Cristo sino a tener por medio de Él comunión con Dios? Si no puedes orar tan bien como otros, ora tan bien como puedas, y Dios te aceptará.  Que ninguno diga que no tiene tiempo para la oración por la mañana, porque puedes hallarlo para otras cosas que no son tan necesarias; es mejor que le quites tiempo al sueño, que no que te falte tiempo para la oración. Y ¿en qué forma puedes emplear el tiempo mejor y con mayor satisfacción y provecho? Todos los negocios del día prosperarán mejor si los empiezas con Dios.

Que nadie diga que no tiene un lugar conveniente para la oración a solas. Isaac se retiraba al campo para orar; y el salmista estaba sólo con Dios en un rincón de su terrado. Si no puedes conseguir toda la soledad que deseas, no por eso has de dejar de orar; sólo la ostentación es reprochable, no el que te vean orar si no puedes evitarlo. Recuerdo que cuando era joven iba con frecuencia a Londres, en una diligencia, en tiempos del rey Jaime, y que había un señor en la compañía que no tenía inconveniente en admitir que era un jesuita; una de las ocasiones en que nos encontramos, el jesuita estaba alabando la costumbre de los países católicos de conservar las puertas de las iglesias siempre abiertas para que la gente pudiera ir a ellas a decir sus oraciones.

Yo le dije que esta práctica parecía la de los fariseos que oraban en las sinagogas, y que esto no se compaginaba con las órdenes de Cristo de que cuando ores, entres, no en la iglesia con las puertas abiertas, sino en tu aposento y cierres la puerta; a este argumento replicó el hombre con alguna vehemencia: «Creo que vosotros los protestantes no decís vuestras oraciones en ninguna parte porque he viajado mucho en diligencia en compañía de protestantes, y he parado en posadas, en la misma habitación con ellos, y he observado cuidadosamente lo que hacían, y nunca he visto que ninguno dijera sus oraciones de noche ni de mañana, excepto uno, que era presbiteriano».

Yo desearía que hubiera más malicia que verdad en lo que dijo, pero lo menciono como indicación de que aunque no podemos siempre estar tan a solas como quisiéramos en nuestras devociones, con todo, no podemos omitirlas para evitar que esta omisión dé lugar no sólo a pecado, sino también a escándalo. Sé diligente en tu culto secreto, y no seas perezoso en él, sino ferviente en espíritu, sirviendo al Señor. Procura que no degenere en formalidad; que te acostumbres simplemente. Procura cumplir tu deber con solemnidad. Sé íntimo con Dios; no basta con que digas tus oraciones, es necesario que ores fervientemente, como hizo Elías (Santiago 5:17). Aprende a esforzarte en la oración, como Epafras (Colosenses 4:12), y verás que la diligencia en este deber es la que enriquece. Dios no considera la longitud de nuestras oraciones, sino que Dios requiere la verdad en lo íntimo, y la oración del justo es su deleite. Cuando has orado considera que ello te ocupa y te anima a servir a Dios y a confiar en Él; que el consuelo y el beneficio de tus devociones no sea como la nube mañanera que pasa y se va, sino como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto.

Extracto del libro “Cómo Incrementar Nuestra Comunión con Dios”

Por Matthew Henry (Año 1712)

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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