Devocionales Cristianos – Bienaventurados los Misericordiosos.

 

Pasaje clave: Mateo 5:7.

 

Misericordiosos.

«Misericordia» es compasión por la gente en necesidad. Jesús no especifica la categoría de las personas que tiene en mente y a quienes sus discípulos deben mostrar misericordia.

No da indicación alguna sobre si está pensando en primer término en aquellos agobiados por el desastre, como el viajero de Jerusalén a Jericó a quien los ladrones asaltaron y con quien el buen samaritano «usó de misericordia», o en los hambrientos, los enfermos y los marginados de quienes él mismo de manera regular tuvo piedad, o en aquellos que nos agravian, de modo que la justicia clama por castigo, pero la misericordia por perdón.

Jesús no tuvo necesidad de elaborar esto en detalle. Nuestro Dios es un Dios misericordioso y muestra su misericordia continuamente; los ciudadanos de su reino tienen también que mostrar misericordia.

Por supuesto que el mundo (al menos en lo concerniente a su propia naturaleza) no es misericordioso, como tampoco la iglesia lo ha sido frecuentemente en su mundanalidad. El mundo prefiere aislarse y ponerse a salvo de los dolores y calamidades de los hombres. Encuentra la revancha deliciosa, y el perdón, por comparación, insípido. Pero aquellos que muestran misericordia, la encuentran. La misma verdad resuena en el siguiente capítulo: «Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial».

Esto no se debe a que podamos merecer misericordia por misericordia o perdón por perdón, sino que no podemos recibir la misericordia y el perdón de Dios a menos que estemos arrepentidos, y no podemos pretender habernos arrepentido de nuestros pecados si no tenemos misericordia hacia los pecados de los demás. Nada nos mueve tanto al perdón como el maravilloso conocimiento de que nosotros mismos hemos sido perdonados. Nada prueba más claramente que hemos sido perdonados que nuestra propia disposición a perdonar. Perdonar y ser perdonado, mostrar misericordia y recibirla: van indisolublemente juntos, como Jesús lo ilustró en su parábola del siervo carente de misericordia».

O, interpretado en el contexto de las bienaventuranzas, «los mansos» son también «los misericordiosos». Porque ser manso es reconocer ante los demás que nosotros somos pecadores; ser misericordioso es tener compasión de otros, porque ellos también son pecadores.

Extracto del libro “El Sermón del Monte”

Por John Stott

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