Hace algunos años un hermano me regalo un ciruelo y me dijo: Este árbol es como yo… no da frutos. Como soy pastor, tomé el árbol como un desafío y lo planté en mi casa y desde hace aproximadamente 6 años estoy trabajando en él. El hermano que me lo regaló se fue y ya no se congrega con nosotros… no lo pude hacer fructificar, pero me dejó con el ciruelo una tarea formidable. Lo cuido, lo abono, le remuevo la tierra pero nada… Ayer en el culto hablé de él y al salir una hermana me dijo que le de unos buenos golpes al tronco, que lo tajee, que eso le va a hacer bien, le va a sacar la “savia mala” que le impide fructificar… Lo intentaré una vez más…

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa (1 Co 15:10).

Gracia infructuosa. Es cuando Dios derrama su amor y su bondad sobre alguien que no retribuye semejante privilegio con los frutos que se esperan de él.  Pablo, al igual que cada uno de nosotros, fue objeto de la gracia de Dios. La palabra gracia es charis, es favor inmerecido, don, regalo… y habla de esa actitud de Dios hacia nosotros: enemigos de él, rebeldes a sus decretos, empecinados en nuestros pecados. La actitud de Dios es hacernos bien, enviar a su Hijo Jesucristo a morir por nosotros en la cruz, encontrarnos en el camino de nuestra rebeldía y llamarnos a salir de las tinieblas a su luz admirable. ¿Lo merecemos? Para nada, el ser humano solo merece la condenación…

Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la gracia de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor (Ro 6:23).

Esa gracia es abundante, es transformadora, es maravillosa, es gratuita. Esa gracia es un decreto divino que nos cambia el destino eterno y nos da una nueva expectativa de vida. Sin embargo, la nota triste es que esa gracia para muchos no es razón suficiente para trabajar, para desvelarse, para dar, para comprometerse. Actúan como si merecieran que Dios los trate tan bien… y tal vez, solo tal vez sean mejores personas que Pablo o yo…

Por mi parte semejante gracia me hace deudor, me crea una gratitud increíble. No tuve que dar nada para ser salvado, para ser transformado, pero ahora siendo ya salvo me siento necesitado de retribuir con mi devoción a tanto amor depositado en mi vida. Esto es lo que dice Pablo: Yo perseguí la iglesia, no merezco que me llamen apóstol, pero la gracia que se me otorgó no fue en vano, me ha movilizado a trabajar incansablemente. Es por esa gracia que he llegado a ser lo que soy.

¿Es mi vida una respuesta a la gracia recibida? ¿O es un monumento de indiferencia al amor del que he sido objeto? ¿Seré como mi ciruelo? ¿Tanto amor será en vano en mi vida? ¿Será posible que todo lo que Dios hizo en mi vida no alcance para una mínima fidelidad de mi parte? ¿Deberá Dios darme golpes y tajearme para sacarme la “savia mala” de la ingratitud? Tal vez.

¿Cuál será el fruto que se espera de mí? Del ciruelo yo espero ciruelas ¿Qué se espera de un cristiano? El fruto de un cristiano es otro cristiano. No son la buena obras, no son el testimonio, esto son el follaje que sostienen la vida del creyente… pero sabido es que la higuera maldecida estaba llena de hojas y no tenía frutos. Hay cristianos que tienen follaje pero no han ganado a nadie para Jesús. El fruto de mi vida cristiana son las personas que llevo a los pies de Jesús.

Hoy es un día para que la gracia recibida sea una gracia operante en mí. Que mis acciones sean acordes a la gracia otorgada. Espero hoy dar frutos de salvación, ganar a alguien para Él. Que alguien hoy pueda recibir la gracia que he recibido y que su vida pueda cambiar. Hoy anhelo trabajar sin descanso por Dios, pero no yo, sino la gracia de Dios en mí. Este semestre será un semestre de mejores frutos para Él. Si, así será.

Por Daniel Cattaneo

Artículo anteriorDevocional Diario – COSAS USADAS
Artículo siguienteDevocional Diario – ¿BOTÓN O DEFENSOR?
Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingresa para comentar!
Por favor ingresa tu nombre