Devocionales Cristianos – Héroes Ocultos 2

 

Continuemos.

Fue un matacristianos antes de ser un líder cristiano. En ocasiones su corazón estaba tan apesadumbrado que su pluma cruzaba la página arrastrándose. «¡Qué hombre tan miserable soy! ¿Quién me rescatará de este cuerpo de muerte?» (Romanos 7.24).

Sólo el cielo sabe cuánto tiempo se quedó mirando la pregunta antes de juntar el coraje necesario para desafiar a la lógica y escribir: «¡Gracias a Dios, por medio de Jesucristo nuestro Señor!» (Romanos 7.25).

Un minuto controla la situación; al siguiente duda. Un día predica; al siguiente está en prisión. Y es allí donde me gustaría que lo observases. Míralo en la prisión.

Simula que no lo conoces. Eres un guardia o un cocinero o un amigo del verdugo, y has venido para echarle un último vistazo al tipo mientras afilan el hacha.

Lo que ves que arrastra los pies al desplazarse por su celda no es gran cosa. Pero cuando me inclino hacia ti y te digo:

Ese hombre determinará el curso de la historia.

Te ríes, pero sigo.

-La fama de Nerón se desvanecerá ante la luz de este hombre.

Te das vuelta con expresión de asombro. Continúo.

-Sus iglesias morirán. ¿Pero sus pensamientos? Al cabo de 200 años sus pensamientos afectarán la enseñanza de cada escuela de este continente.

Mueves la cabeza.

-¿Ves esas cartas? ¿Esas cartas garabateadas en pergamino? Se leerán en miles de idiomas e impactarán todo credo y constitución de importancia del futuro. Cada figura de relevancia las leerá. Las leerán todas.

Ahí fue que reaccionaste.

-De ninguna manera. Es un hombre viejo de fe extraña. Lo matarán y olvidarán antes de que su cabeza golpee contra el piso.

¿Quién podría estar en desacuerdo? ¿Cuál pensador racional opinaría lo contrario?

El nombre de Pablo volaría como el polvo en el que habrían de convertirse sus huesos.

Asimismo los de Juan. Ningún observador equilibrado pensaría de manera diferente. Ambos eran nobles, pero pasajeros. Denodados, pero pequeños. Radicales, pero inadvertidos. Nadie, repito, nadie, se despidió de estos hombres pensando que sus nombres se recordarían por más de una generación.

Sus compañeros simplemente no tenían forma de saberlo… y tampoco nosotros.

Por eso, un héroe podría ser tu vecino sin que lo supieses. El hombre que cambia el aceite de tu auto podría ser uno. ¿Un héroe en ropa de trabajo? A lo mejor. Quizás al trabajar ora, pidiéndole a Dios que le haga al corazón del conductor lo que él le hace al motor.

¿La encargada de la guardería donde deja a sus hijos? Tal vez. Quizás sus oraciones matinales incluyen el nombre de cada niño y el sueño de que alguno de ellos llegue a cambiar al mundo. ¿Quién sabe si Dios no escucha?

¿La oficial del centro a cargo de los que están en libertad condicional? Podría ser un héroe. Podría ser la que presenta un desafío a un ex convicto para que desafíe a los jóvenes para que a su vez reten a las pandillas.

Lo sé, lo sé. Estas personas no encajan en nuestra imagen de un héroe. Parecen demasiado, demasiado… bueno, normales. Queremos cuatro estrellas, títulos y titulares. Pero algo me dice que por cada héroe de candilejas, existen docenas que están en las sombras. La prensa no les presta atención. No atraen a multitudes. ¡Ni siquiera escriben libros!

Pero detrás de cada alud hay un copo de nieve.

Detrás de un desprendimiento de rocas hay un guijarro.

Una explosión atómica comienza con un átomo.

Y un avivamiento puede empezar con un sermón.

¿Saben los héroes cuando realizan actos heroicos? Pocas veces.

¿Los momentos históricos se reconocen como tales cuando suceden?

Ya sabes la respuesta a esa pregunta. (Si no, una visita al pesebre te refrescará la memoria.) Rara vez vemos a la historia cuando se genera y casi nunca reconocemos a los héroes. Y mejor así, pues si estuviésemos enterados de alguno de los dos, es probable que arruináramos a ambos.

Pero sería bueno que mantuviésemos los ojos abiertos. Es posible que el Spurgeon de mañana esté cortando tu césped. Y el héroe que lo inspira podría estar más cerca de lo que te imaginas.

Podría estar en tu espejo.

Extracto del libro “Cuando Dios Susurra Tu Nombre”

Por Max Lucado

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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