Devocional Diario – Dos Ideas de Oro 2

 

 

Continuemos.

Segunda idea de oro: Entrenar a Otros

Jetro le dijo a Moisés: «Primero enséñales los caminos de Dios; segundo, te advierto que estás haciendo mal, porque hay en medio del pueblo personas que pueden liderar a mil personas, otros que pueden liderar a cien». Entonces Moisés levantó setenta y ocho mil seiscientos líderes (una advertencia para aquellos que les gustan las iglesias pequeñas).

¿De dónde sacó Moisés tantos líderes si  no los tenía? Sí, los tenía, pero no los había visto. Dentro de ti hay un líder. Nos enseñaron que a los líderes hay que buscarlos con una lupa, pero Dios me enseñó que den­tro de cada uno de nosotros hay un líder. Hay líderes para mil, líderes para cien, y líderes para cincuenta, pero Dios quiere que todos seamos líderes.

El mensaje que Dios le dio a Moisés a través de Jetro fue: ‘Moisés, estás ayudando a la gente pero lo estás haciendo mal, porque no los entrenas.’

Ayudar es bueno, pero entrenar es mejor.

Hay una gloria en eso, porque cada vez que yo te entreno Dios me saca una carga a mí. Cada vez que entrenas a alguien y despiertas el potencial dormido en otros, Dios saca cargas de tu corazón.

Moisés implemento el sistema celular, hizo barcas de mil, barcas de quinientos y barcas de cien… Puedes liderar a mil, a quinientos, a cien.

El apóstol Pablo también utilizó este principio y Dios alivió sus cargas: fue liberado de cargas porque había entrenado personas. Si entrenas a otros, esas personas arriesgarán su vida por ti, como fue el caso de Priscila y Aquila por Pablo (Romanos 16.3).

Dios aliviará tus cargas cuando motives, cuando al alientes, cuando entrenes a otros. Algunos dicen: A mí nadie me llama, nadie me visita. ¡Es porque no entrenaste a nadie! No es una falla de la iglesia, del hermano o del pastor. Es porque no entrenaste a nadie. En cambio, si entrenas a otros, compartirán tus luchas.

«Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a estas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida». (Filipenses 4:3).

Algunas personas mueren solas porque nunca invir­tieron ni un minuto en entrenar a nadie en las cosas de Dios. En cambio Pablo escribe sus cartas y en sus salutaciones menciona a las personas que compartie­ron sus luchas, porque él supo sembrar en la gente.

Si entrenas a otros, te confortarán: Estéfanas, For­tunato y Acaico estaban con Pablo y le dieron ánimo (1º Corintios 16:17). Él los había entrenado.

Si entrenas a otros, tendrás quienes te consuelen (Colosenses 4:11). Pablo había sembrado en ellos.

Debes ser un entrenador de otros. No estás sola­mente para ayudara la viejita a cruzar la avenida, eso puede hacerlo cualquiera. Eres un entrenador del cielo, tu misión es entrenar personas para que se levanten y lideren a cien, a quinientos y a mil.

Si entrenas a otros, expondrán su vida por ti, com­partirán tus luchas, y te consolarán.

Si entrenas a otros, Dios aliviará tus cargas.

Extracto del libro Alcanzando el Éxito

Por Bernardo Stamateas

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