Devocional Diario – Bueno… Casi 1

 

Casi es una palabra triste en cualquier diccionario.

«Casi». Va junto con «cerca», «la próxima vez» «si sola­mente». Es una palabra que suaviza las oportunidades perdidas, los esfuerzos abortados y las oportunidades que no hemos aprovecha­do. Es una mención honorable, algo que aparece como correcto. Es lo que da en el punto. Y es lo que justifica las galletas quemadas.

Casi. Lo que se fue. La venta que por poco se hace. El juego que casi hacemos nuestro. Casi.

¿Cuántas personas saben que su reclamo de la fama es un casi?

«¿Les conté de aquella ocasión en la que casi fui seleccionado como el empleado del año?»

«Dicen que él casi formó parte de las Grandes Ligas».

«¡Pesqué un bagre que era más grande que yo! Bueno… casi».

Desde que ha existido gente, han habido casis. Personas que casi ganaron la batalla, que casi treparon la montaña, que casi encontraron el tesoro.

Uno de los más famosos «casis» se encuentra en la Biblia. Pilato. Sin embargo, lo que él perdió era algo mucho más sig­nificante que un bagre o un premio.

Él casi lleva a cabo lo que hubiera sido el más grande acto de misericordia de la historia. Él casi perdonó al Príncipe de Paz. Él casi puso en libertad al Hijo de Dios. Él casi optó por aceptar al Cristo. Casi. Él tenía el poder. Él tenía la decisión. Él usaba el anillo con el que se sellaban las órdenes. La opción de libertar al Hijo de Dios fue suya, y él casi lo hizo.

¿Cuántas veces estas cuatro feas letras encontraron su destino en epitafios de desesperación?

«Él casi logró juntarlos».

«Ella casi escogió no dejarlo».

«Ellos casi trataron una vez más».

«Nosotros casi lo hicimos funcionar».

«Él casi llegó a ser un cristiano».

¿Qué es lo que hace a casi una palabra tan potente? ¿Por qué hay tanto espacio entre «él casi lo hizo» y «él lo hizo?»

En el caso de Pilato, no tenemos que buscar mucho para encontrar una respuesta. Es el agudo comentario del doctor Lucas en el capítulo 23:22-23 provee la razón.

Tú tienes razón, Lucas. Las voces de ellos prevalecieron. Y como resultado, el orgullo de Pilato prevaleció. El temor de Pilato prevaleció. El poder de Pilato para colgar a alguien prevaleció. «De ellos». Sus voces no fueron las únicas voces, ustedes saben. Hubo por lo menos otras tres voces que Pilato pudo haber oído.

Él pudo haber oído la voz de Jesús. Pilato lo vio, ojo a ojo. Cinco veces pospuso la decisión de agradar a la multitud con políticas de azotes.1 Sin embargo, Jesús fue siempre enviado de vuelta a él. Tres veces lo tuvo en frente y estuvo ojo con ojo con este nazareno que había venido a revelar la verdad. «¿Qué es la verdad?», preguntó Pilato retóricamente? (¿o lo hizo honestamente?) El silencio de Jesús fue mucho más alto que las demandas de la multitud. Pero Pilato no escuchó.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Con Razón lo Llaman el Salvador”

Por Max Lucado

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