Estudios Bíblicos – Los Primeros 40 Días de la Vida de Jesús 2

 

Continuemos.

Consideremos pues, en primer lugar, aquello que se relaciona con Roma. César Augusto había expedido un decreto para que todo el Imperio Romano fuera empadronado; Lucas tiene cuidado de proporcionarnos la fecha exacta de este empadronamiento; por muchos años hubo desacuerdo respecto de la fecha que Lucas pro­porciona, pero las estudios más recientes le han dado toda la razón.

Obedeciendo el decreto de Augusto, dos personas emprenden el viaje hacia la ciudad de Belén. Esto acontecía en aquellos días cuando las puertas del templo de Jano ya habían estado cerradas por diez años, y así permanecieron por veinte o treinta años más después. Eso significaba que la paz romana se extendía por todo el imperio. El mundo conocido estaba totalmente subyugado por el poder de Roma; la paz era el producto de la inercia humana debido a que la humanidad estaba sometida a una autoridad central. El César a que se hace mención fue el primer emperador Romano; había sido el más afortunado entre los emperadores o generales, y había conquistado el dominio del mundo.

Obedeciendo a un decreto dado por este emperador, contemplamos a un hombre y a una mujer viajando por el camino que va de Nazaret a Belén. Si pudiéramos escuchar a través de los siglos, oiríamos la marcha de millones de pisadas de hombres y de mujeres que se dirigían a diversos centros, en obediencia a este mandato; entre todos ellos iban estos dos rumbo a Belén, por edicto de César.

Contemplando de nuevo a estos dos viajeros a la luz del capítulo anterior y empleando el lenguaje hermoso y delicado de Lucas, nos damos cuenta que la mujer «estaba en cinta» y que estaba próximo el tiempo cuando «había de dar a luz.» Roma no se dio cuenta de estos dos y no se preocupó de ellos sino para fines del cumplimiento de su decreto; y no obstante, aquella mujer que iba por el camino, era el templo del Hijo de Dios, ya que llevaba en sus entrañas la forma humana necesaria para realizar Su misión, y contribuyó a formarla y modelarla. Las colinas de Judea no se dieron cuenta de esto, y Roma ni siquiera lo sospechó; la Autoridad Suprema nacía de esta manera, a lo largo de los caminos romanos.

Al llegar a Belén, se nos dice que no hubo lugar para ellos en el kataluma. He adoptado el término griego porque no da la idea de una posada o mesón. El kataluma era una especie de recinto en donde se guardaba el ganado por la noche; siempre había agua allí, pero no había ni alimento ni mesonero. Esta kataluma de Belén, no brindó hospitalidad a aquella mujer, y se refugió en alguna accesoria de una vivienda donde había un pesebre.

Es de esta manera como contemplamos al Hijo de Dios entrando a las historia humana en forma de hombre. Al hacerlo, atravesó la ciudad de César y pasó cerca del palacio de Herodes; pasó junto a las moradas aristocráticas de los ricos y cerca de las cabañas de los pobres; y entró a la vida humana, encontrando solamente una madre y un pesebre.

Tal es la historia del nacimiento de Cristo desde el punto de vista de la autoridad romana. Fue obedeciendo el edicto de César, como ella se vio obligada a emprender el penoso viaje; y en la hora de las horas, que debía ser la más sagrada, se encontraba sola; no hubo ningún médico que la atendiera, ni una mano de mujer que la ayudara. Lucas, con una delicadeza de artista, nos pinta así el mo­mento: «Y parió a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre».

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Los Grandes Capítulos de la Biblia. Tomo 1”

G. Campbell Morgan

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