César acuñó monedas con su imagen y descripción. La gente entendió que dondequiera que la imagen del César estaba, pertenecía a él, quien tenía el poder de reclamarlo. Del mismo modo, ellos podrían entender que cual­quiera que portara la imagen y estampa de propiedad perteneciente a Dios era suyo por derecho. Cuando nosotros venimos a Jesús y le damos a Él nuestra vida, la primera cosa que Él hace es cambiarnos el nombre. Nos da su nombre y nos llama hijos e hijas. Juan nos dice que a aquellos que creemos en su nombre, nos da el derecho de ser hechos hijos de Dios (ver Juan 1:12). Como hijos de Dios, estamos unidos con Cristo y sentados jun­tamente con Él en su trono celestial junto a nuestro Padre.

La Biblia dice que nosotros, como creyentes, somos ciudadanos del cielo. Esto se aplica a donde quiera que vayamos. Cuando yo viajo internacionalmente, llevo mi pasaporte conmigo, lo que me identifica como un ciu­dadano de las Bahamas ante cualquier funcionario extranjero que precise verlo. No necesito estar en las Bahamas para ser ciudadano de ese país; sigo siendo un ciudadano bahameño cuando me encuentro en los Estados Uni­dos, en Europa o en Sudamérica. De igual modo, no tenemos que estar en el cielo para ser ciudadanos de allí. Ahora mismo, vivimos sobre la Tierra, pero somos ciudadanos y embajadores del Reino celestial, el cual es nuestro verdadero hogar.

¡ERES UN REY!

Cuando Jesús estuvo ante Poncio Pilato horas antes de su crucifixión, el gobernador romano estaba sorprendido de su silencio en vista de las acusaciones que habían levantado en su contra (Juan 19:10-11). Como gobernador romano en Judea, Pilato representaba todo el poder y la autoridad del emperador mismo. Toda la fuerza del imperio más podero­so de la historia respaldaba las palabras de Poncio Pilato, pero aun así Jesús dijo que todo el poder había venido desde arriba, queriendo significar que provenía de su Padre. ¡Esta sí que era una conversación de reino a Reino!, y Jesús estaba diciendo que su Reino era mayor que el Imperio Romano, porque era de su Reino de donde Roma recibía su poder.

En otra instancia, Pilato le preguntó a Jesús sobre su Reino: «-¿Eres tú el rey de los judíos?-le preguntó. -¿Eso lo dices tú -le respondió Jesús-, o es que otros te han hablado de mí? -¿Acaso soy judío? -replicó Pilato-. Han sido tu propio pueblo y los jefes de los sacerdotes los que te entregaron a mí. ¿Qué has hecho? -Mi reino no es de este mundo -contestó Jesús- Si lo fuera, mis propios guardias pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo. -¡Así que eres rey! -le dijo Pilato. -Eres tú quien dice que soy rey. Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz. -¿Y qué es la verdad? -preguntó Pilato…» (Juan 18:33-38).

Jesús le respondió lisa y llanamente, reconociendo que Él era Rey y que su Reino era «de otra parte», es decir, no de la Tierra. Su Reino es un reino de verdad, porque Él vino a «testificar de la verdad». Todos los que buscan la verdad lo escuchan. Por lo tanto, el Reino de verdad de Cristo está compuesto por ciudadanos que no solamente son buscadores de la verdad, sino también sus seguidores. Tan solo este ingrediente hace que su Reino sea único, completamente diferente de los reinos de este mundo. Como creyentes, vivimos en la Tierra, pero nuestra ciudadanía está en el Reino de los cielos, y todos los recursos, la autoridad y el poder de ese Reino están disponibles para nosotros si buscamos vivir como embajadores fieles y responsables de nuestro Rey. Cuando alguien nos pregunta: «¿De dónde eres?», deberíamos considerar cuidadosamente nuestra respuesta. Cuanto más aprendamos a pensar como ciudadanos del Reino, más actuaremos como tales. Cuando más actuemos como ciudadanos del Reino, más proclamaremos el evangelio a un mundo perdido, porque es nuestra principal oportunidad de cumplir el mandato de dominio. Es importante que aprendamos a vivir vidas distintivas del Reino, para que otros puedan ver la diferencia entre los reinos de este mundo y el Reino de Dios.

Cada ser humano que haya vivido, ha enfrentado la misma tensión: ha­ber sido diseñados para un reino y forzados a vivir en otro. La mayoría de las personas nunca podrá definir claramente el problema. Para ellos, la vida nunca parece andar bien, sin un propósito y llena de miserias, como si de algún modo algo no encajara. Están insatisfechos y descontentos con la vida en general, pero no saben por qué.

Nada funciona correctamente cuando es quitado del medioambiente para el que fue creado. Un pez fuera del agua rápidamente se asfixiará; un ser humano puesto debajo del agua sin un aparato de respiración especial pronto se ahogará.

Extracto del libro Redescubriendo el Reino

Por Myles Munroe

Lee Dios Creó un Mundo Justo Para Usted

Artículo anteriorEstudios Bíblicos – Myles Munroe DIOS CREÓ UN MUNDO JUSTO PARA USTED
Artículo siguienteEstudios Bíblicos – Myles Munroe PREPARACIÓN PARA EL REY
Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingresa para comentar!
Por favor ingresa tu nombre