¿Por qué es tan importante predicar el evangelio del Reino de Dios? ¿Por qué Jesús se focalizó tan resueltamente en ese mensaje? Todo tiene que ver con el propósito inmutable de Dios. Desde el principio, la intención de Dios ha sido la de extender su Reino celestial a la Tierra a través de la humanidad. Ese sigue siendo su plan, a pesar de la caída del hombre. Al principio, Adán y Eva estaban completamente plenos, tenían comunión con Dios y ejercían su autoridad de dominio como Él había planeado. Sin embargo, su pecado y desobediencia los hizo perder su autoridad. Final­mente, perdieron el Reino.

El evangelio del Reino revela cómo Dios nos está restaurando a nuestro lugar original, como nos está llevando de regreso a donde vinimos. Este es un punto importante que debemos entender. Muchos de nosotros supone­mos o nos han enseñado que el evangelio significa que Dios se está preparando para llevarnos al cielo como nuestro hogar. Esa no es la verdadera restauración porque nosotros no venimos del cielo. Restauración significa poner nuevamente en el lugar o condición original. Ya que no caímos del cielo, sino desde nuestra autoridad de dominio sobre la Tierra, ser restaura­dos significa ponernos de nuevo en nuestro lugar de dominio terrenal.

Imagine un libro encima de una mesa. Si ese libro se cae al suelo, y yo lo recojo y lo ubico en un estante, ¿lo he restaurado? No, porque no lo puse nuevamente en donde estaba antes, sino que lo deposité en otro lugar. El li­bro no puede volverse por sí mismo al lugar indicado; yo tuve que agachar­me, levantarlo y ponerlo allí. Del mismo modo, en nuestro estado caído no podíamos retornar al lugar original por nuestros propios medios. Dios tuvo que bajar, levantarnos y restaurarnos a nuestra condición anterior.

¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO HOGAR?

A la mayoría de nosotros nos enseñaron a esperar el cielo en el dulce «por­venir». El único problema es que el cielo no es de dónde venimos. Fue Satanás el que cayó del cielo, no el hombre. Nosotros fuimos creados para la Tierra. Dios nos creó del polvo del suelo, sopló su vida en nosotros y nos constituyó como gobernantes en la dimensión física. Desde nuestra caída, Él ha estado obrando su plan para restaurarnos al lugar de donde caímos. Ya que no caímos del cielo, ese no es el objetivo final de Dios para nosotros.

Uno de los mayores obstáculos de Dios para llevar su mensaje del Reino al mundo es el hecho de que nosotros, como sus representantes en la Tie­rra, somos muy lentos para comprender el mensaje. El sueño de las calles de oro y las brisas celestiales nos ha cegado respecto de nuestras respon­sabilidades sobre la Tierra. Nos gusta hablar sobre el cielo porque, para nosotros, representa nuestro objetivo supremo, ya que nos ayuda a quitar nuestra mente de los problemas que tenemos aquí. Mientras que estamos ocupados cantando «Yo volaré, oh qué gloria» y «Cuando todos vayamos al cielo, qué día de regocijo será», es fácil olvidar -por un momento- nuestro automóvil que tiene problemas, nuestras deudas abultadas, el último au­mento de la renta o el empleo que acabamos de perder.

El deseo de Dios es restaurarnos a nuestro lugar legítimo anterior, lo cual significa regresarnos a la posición de autoridad y dominio sobre peces, aves, ganado, plantas y todo el dores, éramos esclavos de Satanás en el reino Je las tinieblas, pero como creyentes limpiados por la sangre de Jesús, sor Reino de la luz. Dios desde siempre ha deseado ni verdaderos hijos que sean ciudadanos de su Reino celestial y vivan en continua relación con Él.

RELACIÓN CONTRA RELIGIÓN

Dios está más interesado en tener comunión diaria con nosotros que en tener servicios de adoración «perfectos» donde todo esté exactamente «adecuado» y donde nuestras tradiciones y rituales estén exactamente en su lugar. El hombre desea la religión mientras que Dios desea una relación. Somos fácilmente impresionables por ritos religiosos construidos sobre el fundamento de un entendimiento inadecuado de los propósitos eternos de Dios. El hombre busca relacionarse con Dios a través de los principios de la religión, mientras que Dios busca relacionarse con el hombre a través del misterio de una relación personal. Es claro que muchos de nosotros no tenemos una relación real o profunda con el Señor porque no entendemos la naturaleza o el significado del Reino.

No había «adoración», al menos como nosotros conocemos la adoración, en el Jardín del Edén. No había altares, sacrificios, cantos, aplausos, danza, Biblias, himnarios, sermones o plegarias: ninguna de estas cosas que llama­mos «religión». Solo había relación: Adán y Eva caminaban y hablaban con Dios en perfecta comunión y armonía.

El hombre cayó de esta relación intensa y apasionada con Dios, y Dios está buscando restaurar al hombre nuevamente a la simplicidad de la expe­riencia del jardín. Más aún, nuestra autoridad regia sobre la Tierra es algo que Él quiere que ejerzamos y disfrutemos ahora, no en algún día distante en el futuro, luego de que hayamos muerto he ido al cielo.

Pensamiento de Reino significa reconocer que no tenemos que resig­narnos a vivir en pobreza, dolor, sufrimiento y problemas «aquí debajo» hasta que el Señor nos rescate. Podemos reclamar y afirmar ahora nuestra autoridad como hijos e hijas del Rey del universo. Podemos experimentar la victoria que es nuestra como pueblo del Reino.

Extracto del libro Redescubriendo el Reino

Por Myles Munroe

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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