Familias Cristianas – Destruyamos la Herencia de la Atadura Familiar 1

 

Todos sabemos que podemos heredar los ojos de nuestra madre, la nariz de nuestro padre, o el color del pelo de nuestra abuela. Pero, ¿sabías que también podemos heredar un mal temperamento, ser dado a la mentira, depresión, auto-compasión, envidia, falta de perdón, perfeccionismo, y al orgullo?

Estas y otras características arraigadas que tienen también una base espiritual, pueden ser transferidas de nues­tros padres a nosotros, y de nosotros a nuestros hijos. En una familia en particular puede darse la tendencia hacia cosas tales como el divorcio, enfermedad continua, infidelidad, alcoholis­mo, adicción, suicidio, depresión, rechazo, o el ser propenso a accidentes. Todo lo mencionado es en general atribuido por equivocación «al destino» o a «mi forma de ser».

Oímos a las personas decir: “Estas cosas solo le suceden a mi familia”.

Algunas de las cosas que aceptamos acerca de nosotros y de nuestras vidas son en realidad ataduras de familia, puesto que los niños pueden heredar las consecuencias de los pecados de sus antepasados (Éxodo 20:5). Esta Escritura hace referencia a aquellos que no andan en una relación de amor con Dios. Pero, ¿cuántos de nuestros ante­pasados no caminaron con Dios y cuántas veces hemos sido desobedientes a Él?

El punto es que todos calificamos para el juicio en este verso, pero por la gracia de Dios, por medio de Jesucristo, no tenemos que sufrirlo. El mismo verso que sigue, dice que Dios muestra misericordia «a los que me aman y guardan mis mandamientos» (Éxodo 20:6).

A diferencia de los rasgos físicos, las tendencias espiri­tuales es algo que no estamos obligados a recibir. La razón de esto es, que por lo general, ellas no son más que la aceptación sin resistencia de una mentira firmemente afianzada por el enemigo. Podemos escoger desprendernos de ellas, por me­dio de la oración y del poder del Espíritu Santo.

Cuando vemos cosas de nosotros que nos desagradan reflejadas en nuestros hijos, podemos hacer algo al respecto. Y si hemos observado estos rasgos en nuestros padres y abuelos, podemos tomar un cuidado especial para orar en específico por romper esta atadura generacional.

Por ejemplo, en familias donde el divorcio es un patrón que se repite, un niño va a crecer creyendo la mentira de que el mismo es la forma de escape cuando las cosas se ponen difíciles en una relación matrimonial. Pero las mentiras de un espíritu de divorcio pueden resultar sin poder, al ser expuestas al poder de Dios y a la verdad de su Palabra.

Unos años atrás le pregunté a mí consejero cristiano:

—Si Dios, por medio de su misericordia nos ha salvado, y el Espíritu Santo nos ha lavado y renovado, y por gracia somos hechos justos, entonces, ¿por qué sigo batallando con el pecado?

—Es porque el pecado no ha sido confesado, o tú estás escogiendo seguir practicándolo —él respondió.

—Me da vergüenza sacar de nuevo este tema a relucir —dije—pero aún no he perdonado a varios miembros de la familia por cosas sucedidas en el pasado. ¿Por qué no puedo ir más allá de esto?

—Tu madre fue una persona que no perdonaba, ¿verdad? —dijo.

—Muy cierto. No perdonaba casi a ningún miembro de la familia. Por eso se distanció de la mayoría de ellos. Por la misma razón tuvo pocos amigos; hacía que se alejaran con su falta de perdón por las transgresiones más mínimas.

—¿Alguna vez te has puesto a pensar en la posibilidad de haber heredado en tu personalidad la tendencia a no perdo­nar? Los hijos recogen lo que sus padres son —sugirió.

Jamás había pensado en la posibilidad de que hubiera algo fuera de mi mente, empujándome a mantenerme encerrada en la falta de perdón, pero mientras más pensaba en ello, más recordaba ver esa característica seriamente manifestada en otros miembros de la familia.

—Yo sé que esto no me exime de la responsabilidad de perdonar, pero sí veo un patrón en mi familia —le dije—. Y lo que más me asusta es que puede repetirse en mis propios hijos. Veo que siguen aferrados a la falta de perdón mutua, por acontecimientos pasados.

Aquel día el consejero y yo oramos para que el pecado de la falta de perdón en mi familia no fuera transferido de generación en generación, sino que se desvaneciera por el poder del Espíritu Santo. Declaré la verdad de la Palabra de Dios que dice que soy una nueva creación en Cristo y no tengo que vivir de acuerdo a los hábitos y pecados del pasado.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “El Poder de los Padres Que Oran”

Por Stormie Omartian

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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