Padres e Hijos – Trastornos Relacionados con el Lenguaje y el Dormir 2

 

Continuemos.

Con respecto a los terrores nocturnos, a partir de los 18 meses de edad, cuando algunos mecanismos fóbicos han adquirido una cierta organización, el niño suele despertarse llorando fuerte, evidentemente perturbado y asustado por una pesadilla, y reclama ser reconfortado por sus padres. Esta situación se acentúa entre los dos y tres años durante el aprendizaje del control de esfínteres.

Asimismo resulta pertinente destacar que las pesadillas son normales a esa edad, dentro de ciertos límites. Cuando el te­rror nocturno se produce con frecuencias mayores que la descripta, evidencia un incremento patológico de las ansiedades y de los mecanismos de defensa.

 

3. Somniloquia, Sonambulismo e Insomnio.

A. La somniloquia es hablar o gritar en sueños; también comienza a partir de los 3 años de edad. Cuando es ocasional, como sucede generalmente, no tiene importancia patológica en sí misma, salvo que sea muy intensa y constante, o que integre una gama de perturbaciones.

Cuando aparece en forma habitual, el chico suele hablar y proferir gritos, eviden­temente asustado y es como si se peleara con alguien. Esta situación se presenta recién en la pubertad y puede estar señalando la aparición de algún brote psicótico.

B. El sonambulismo es el hecho de caminar y realizar actos estando dormido. Aparece recién en el período de latencia avanzado, a partir de los 7 años, siendo mayor su incidencia en la pubertad y temprana adolescencia. El factor ambiental suele tener mucha relevancia en la etiología de este síntoma. Son progenitores muy complacientes, que no sólo no saben poner límites a la omnipotencia del hijo, sino que la alientan.

En muchos casos la deambulación nocturna se traduce como la vivencia de desprotección en alguien que siente que se le exigen aptitudes superiores a su real capacidad.

C. El insomnio es la imposibilidad de dormir la noche entera o la mayor parte de ella; aparece recién en la pubertad y en la adolescencia. Se instala a causa de la emergencia de fuertes vivencias persecutorias, debida al duelo por el cuerpo infantil y por los padres de la infancia, también obedece al temor de tener pesadillas, por haberlas ya experimentado y sentirlas como intolerablemente terroríficas.

 

4. Aprendiendo a Ser Padres: El Niño y la Cama de los Padres.

Existen distintos factores por los cuales un niño siente deseos de dormir con sus padres, algunos de ellos se han mencionado anteriormente.

Se debe tener presente que en todo niño hay un temor a la oscuridad y a la soledad, a sentirse desamparado y despro­tegido. Si estas cuestiones no son bien comprendidas y ela­boradas por los padres, traerán aparejado el conflicto: «dormir en la cama de papá y mamá».

Muchos niños tienen terror de estar solos, necesitan dormir con la luz prendida y tener la puerta de su habitación abier­ta. Frecuentemente esta situación es producto de una disci­plina incorrecta; los padres pueden generar miedos o «trau­mas» en sus hijos, por ejemplo, cuando los encierran a oscuras en su propia habitación como castigo por haberse portado mal. De este modo, el cuarto del niño, que debería ser un lugar seguro y placentero, se convierte en una celda.

También es muy común ver a padres sobreprotectores que mantienen a su hijo recién nacido más tiempo del que es acon­sejable en su dormitorio. Los especialistas sugieren que esta etapa no se extienda más allá de los 45 a 60 días después del alumbramiento. Cuanto más se demore la salida del bebé de la habitación de los padres, mayores dificultades ocasio­nará.

Algunos padres inmaduros, en la fantasía de que el niño llore sin ser escuchado, deje de respirar, se ahogue o se enrede con la sábana, prefieren tenerlo junto a ellos y aún en su propia cama.

Otro de los factores puede estar relacionado con una falla en la puesta de límites asociada a los distintos espacios que hay en una casa. Por ejemplo, el niño debe respetar el dormito­rio de los padres como un espacio privativo de los mismos, en donde él no tiene permitido jugar, comer, mirar televisión, dormir, etc.

Si un niño pasa la mayor parte del día en la habitación de sus padres mirando televisión, no será fácil revertir esta situación a la hora de irse a dormir. Si los padres no logran establecer estos límites, el niño habrá ganado te­rreno para sí.

Tal vez una de las causas lamentables del dormir en la cama de los padres, no sólo tenga que ver con los niños sino tam­bién con los adultos.

La presencia de los niños suele tapar los graves problemas por los que atraviesa la pareja, como por ejemplo: falta de relación sexual y comunicación, e incluso algunas disfunciones sexuales: eyaculación precoz o anorgasmia.

De esta manera, el niño es «víctima» de los conflictos de sus padres. Una pareja sana reconoce que la sexualidad es la expresión del amor entre dos personas en un marco de intimi­dad que no debe ser compartido ni invadido por los hijos.

Extracto del libro “Dejadlos Venir a Mí”

Por Daniel Bravo

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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