La Oración – El Toque de Grandeza 4

 

Continuemos.

Consideremos la progresión natural desde más bendi­ciones para más territorio y para la necesidad de poder so­brenatural. Cuando Jesús dio a sus discípulos la Gran Comisión: «Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones…. Estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19-20) no solo les dejó una gran bendición, sino también una tarea imposible. ¿Ir a todo el mundo para predicar? ¡Ciertamente cuando se eje­cuta esa orden hay un desastre y muchas dificultades! ¡Después de todo, comisionó a cobardes tan poco dignos de confianza como Pedro, quien ya había demostrado que una criada junto al fuego en el patio del sumo sacerdote, le hizo decir que ni siquiera conocía a Cristo!

Pero cuando envió el Espíritu Santo (Hechos 1:8), Je­sús tocó a esos creyentes comunes con grandeza, y les im­partió su poder milagroso para diseminar el Evangelio. En efecto, se puede apreciar en el relato de Lucas que la ex­presión «llenos del Espíritu» a menudo se asocia con resul­tados y consecuencias: Hablaban con denuedo, confianza, conocimiento y valor (Hechos 4:13; 5:29; 7:51; 9:17). Solo Dios al obrar a través de ellos pudo producir los mila­gros y las conversiones en masa que se vieron.

Cuando pidamos la presencia poderosa de Dios, como lo hicieron Jabes y la Iglesia Primitiva, veremos también milagros y efectos tremendos que solo se pueden explicar porque vienen de la mano del Señor.

De la Iglesia Primitiva me produce un gran impacto ver que esos cristianos continuamente buscaban ser llenos de Dios (Hechos 4:23-31). Se les conoció como una co­munidad cuyos miembros pasaban horas y aun días en ora­ción conjunta, que esperaban en Dios y clamaban por su poder (Hechos 2:42-47). Anhelaban recibir más y más de la mano del Señor, una plenitud espiritual y fresca con la llenura del poder de Dios que transformaría un fracaso cierto e inminente en un milagro haciendo posible la asig­nación extraordinaria que habían recibido.

Pablo exhortó a los cristianos de Éfeso considerar como prioridad el ser «llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios» (Efesios 3:19). A fin de alcanzar esta meta, él oraba para que el Altísimo los bendijera y los for­taleciera «… con poder por su Espíritu en el hombre inte­rior» (Efesios 3:16).

¿Cuándo fue la última vez que su iglesia se reunió y suplicó la llenura del Espíritu Santo? ¿Desde cuándo usted no clama a Dios con toda regularidad y fervientemente: «¡Oh Señor, pon tu mano sobre mí! ¡Lléname con tu Espí­ritu!». La diseminación tan rápida de las Buenas Nuevas en el mundo romano no pudo haber sucedido en ninguna otra forma.

 

Doce Adolescentes y un Huevo que Desaparece.

Hace muchos años, cuando fui el pastor de jóvenes en una iglesia grande de Nueva Jersey, 12 muchachos de es­cuela secundaria me demostraron que la mano de Dios está disponible para todo creyente que la pida. Como un proyecto ministerial para el verano, en oración, habíamos puesto nuestras miradas en la parte suburbana de Long Island, Nueva York.

Objetivo: evangelizar la juventud del área en seis se­manas.

Elaboramos una estrategia de trabajo dividida en tres secciones. Primero, comenzaríamos con estudios bíblicos en los patios traseros, por la tarde evangelizaríamos en la playa y después, en las noches, nos dedicaríamos al alcan­ce y extensión por medio de las iglesias locales. En apa­riencia es simple, pero no es necesario enfatizar que los miembros del equipo, incluido el pastor de jóvenes, se sentían abrumados por el tamaño de la tarea.

Invitamos para esta actividad a un ministro de jóvenes a fin de que nos preparara para la tarea. Nos dijo que si reuníamos a trece o catorce muchachos para organizar un círculo o «club» para los estudios bíblicos que se darían en los patios traseros, sería un éxito formidable. Cuando salió afirme con toda tranquilidad: «Si no tenemos siquiera 100 jóvenes en cada club para el fin de semana, habría que considerar el esfuer­zo como un completo fracaso». De repente todos sentimos la necesidad imperiosa de arrodillarnos y orar.

Nunca podría olvidar esas súplicas juveniles tan fer­vientes: «¡Señor, por favor, te rogamos que nos bendigas!» «Sabemos que esto es superior a nuestras fuerzas, pero por favor ¡necesitamos como mínimo un centenar de mucha­chos!» y «Señor, por tu Espíritu, ¡derrama algo grande y maravilloso para tu gloria!».

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “La Oración de Jabes”

Por Bruce Wilkinson

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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