PRIMER CURSO: ASEGÚRESE DE SU LLAMADO Y MANTÉNGASE ENFOCADO
ASEGÚRARSE de su LLAMADO es una clase 101, pero si usted ha de llegar hasta el final, deberá dominar el material en esta clase. El objetivo de esta es ayudarle a descubrir exactamente lo que Dios le ha pedido hacer en este mundo. Este programa de estudios se basa en 2 Timoteo 4:5b, donde el apóstol Pablo dice: «Cumple tu ministerio».
Cumpla su ministerio… nada más y nada menos.
¿Qué quiere decir Pablo con «cumple tu ministerio»? Quiere decir que usted debe cumplir el ministerio exacto que Dios le dio. No el ministerio que soñó durante un ataque de grandiosidad personal. No el que lo hace sentir responsable por la salvación de todo el mundo. No el que lo saca a la fuerza del patrón básico de programación que Dios le dio. No el que lo empuja tan lejos, más allá de su medida de fe, que el temor y la ansiedad dominen su vida diaria.
Cumpla su ministerio. El que fluye de un espíritu de humildad y sumisión sinceras; el que corresponde al papel exacto que Dios le asignó en el drama redentor mundial; el que corresponde con sus verdaderos dones, pasiones y talentos espirituales; el que tiene la proporción de la medida de fe que Dios le ha dado.
Cumpla su ministerio. Los líderes cristianos con quienes he hablado, que han llevado fielmente el manto ministerial por veinte, treinta, y algunas veces cuarenta años, atribuyen con frecuencia su longevidad, no a lo que hayan hecho en particular sino a lo mucho que no hicieron. Cuando los felicito por haber logrado mucho, me recuerdan rápidamente todo lo que no lograron. «Bueno —dicen—, si supieras todas las oportunidades ministeriales que rechacé, ¡probablemente no estarías felicitándome!».
Sin embargo, esos líderes son algunos de los más sabios que conozco. Entienden que la clave de la supervivencia en el liderazgo es mantenerse enfocados. Saben que el más valioso bien que tienen los líderes es un poderoso músculo para decir: «No». Saben además que a este músculo se le debe flexionar cada vez que una oportunidad, no importa cuán noble sea, amenace con distraerlos de la tarea que Dios les asignó. Han aprendido a decir: «No, ese no es mi llamado. Esa no es mi tarea. Estoy seguro que el cielo ha instruido a alguien para hacer eso, pero ese no soy yo».
Durante una etapa de mucha prueba en que yo luchaba con mi exceso de obligaciones, puse en mi puerta una famosa afirmación: «¿Qué parte no entiende usted de la palabra NO?» Por todo un año, cada vez que alguien entraba y anunciaba: «Bill, debes hacer esto, debes hacer aquello», simplemente señalaba la puerta y decía: «¿Ves ese letrero? Léelo. Mi llamado fundamental es a pastorear una iglesia local. Si me preguntas si estoy comprometido en levantar una comunidad que funcione bíblicamente en South Barrington, Illinois, la respuesta es sí. Para cualquier otra pregunta, la respuesta es no».
En años recientes he sentido el llamado de ayudar a otras iglesias. Por tanto, mi llamado suplementario es servir en la Asociación de Willow Creek. Pero, más allá de eso, mi respuesta estándar a la mayoría de las invitaciones es: «No». No participo en cenas de ejecutivos. No hablo en empresas. No me comprometo con retiros para caballeros, ni fines de semana de enriquecimiento matrimonial, ni cruceros cristianos, ni viajes a la Tierra Santa.
Respetuosa e inmediatamente rechazo todas las oportunidades que me llegan. Del modo más diplomático que puedo, explico a quienes me hacen las peticiones que lo que me piden no concuerda con mi llamado principal. Si fuera a invertir energía en lo que me piden, tendría que restar energía de lo que Dios me ha pedido; y no estoy dispuesto a hacer eso.
Los líderes debemos creer profundamente la promesa de Dios, de que si permanecemos enfocados y cumplimos su llamado, él nos capacitará para resistir. Esa es la clase de Dios que tenemos. En 2 Crónicas 16:9 dice: «El Señor recorre con su mirada toda la tierra, y está listo para ayudar a quienes le son fieles». Este versículo significa para mí, que si los líderes obedecen por completo el llamado que Dios ha puesto en sus vidas, él los apoyará firmemente para que lo cumplan.
En mis momentos más oscuros, cuando tuve la tentación de lanzarme al agua, siempre caía de espaldas sobre mi firme creencia de que la tarea que Dios me había dado era llevadera… si la seguía correctamente. Siempre he tenido el convencimiento total de que Dios sabe lo que hace, y que no juega con mi vida. En consecuencia, cuando mi vida parece insoportable, vuelvo mi atención hacia lo que yo podría estar haciendo mal. Por supuesto, siempre hay lugar para mejorar.
Otra razón para no haber dejado el ministerio, aun en las más difíciles pruebas, fue que nunca quise traicionar a aquel que me dio vida, salvación y promesa de eternidad. Las palabras de Pablo me han perseguido por casi treinta años. «Cumple tu ministerio. No te salgas. No abandones. Averigua lo que debes hacer para continuar tu vida ministerial, porque renunciar no es una opción».
A través de los años, cientos de líderes cristianos me han hecho preguntas acerca del llamado: ¿Estoy en el lugar adecuado? ¿Piensa usted que estoy haciendo lo correcto? ¿Me diseñó Dios para esto? ¿Piensa que Dios me está llamando a un nuevo desafío? Mi respuesta estándar es: «¿Por qué me pregunta a mí? Eso corresponde al Espíritu Santo. Usted debe hacer lo mismo que yo hago para tener claridad acerca del llamado: Abra su corazón delante del Espíritu Santo y diga: “Dios dirige mi vida. Tú eres el alfarero, yo soy el barro. Muéstrame el camino. Habla y te escucharé”».
Todo líder debe aprender esta clase de dependencia del Espíritu Santo. Si usted lo hace, Dios le asegurará su llamado. Y estar seguro de su llamado le brindará el poder de permanencia que usted necesita.
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