EL ESPÍRITU DE SERVICIO SOLO PUEDE BROTAR DE UN CORAZÓN HUMILDE

El espíritu de servicio solo puede brotar de un corazón humilde. La humildad es uno de los frutos del Espíritu, de tal manera que si permitimos que Él reine en nuestro corazón, tendremos humildad en nuestra vida. No es algo que podemos adquirir o aprender. En el momento en que digamos tener la clave de cómo obtener la humildad, hemos rayado en la arrogancia. Hay una sola manera de poseer humildad en el corazón y es tener al mismo Espíritu Santo dentro de nosotros. Él nos ayudará a entender cuándo estamos siendo egoístas, autocéntricos o arrogantes. Su voz nos corregirá si nos permitimos escucharla. Por eso el apóstol Pablo nos advierte de no «apagar» al Espíritu Santo (1 Tesalonicenses 5.19), porque en nuestro interior nos está enseñando y recordando constantemente cómo debemos vivir y caminar. Cuando nos conducimos de forma arrogante con la gente, el Espíritu nos redargüirá. Pero si hacemos caso omiso de Su voz, lo iremos apagando. Llegará un momento en que ya no escucharemos Su voz y seguiremos viviendo en esa arrogancia. No seamos usted y yo de esos. Vivamos humildemente delante del Señor y de aquellos que nos han dado el honor de liderar.

SER SIEMPRE ALGUIEN QUE AFIRMA Y ANIMA A LAS PERSONAS

La afirmación es una de las mejores herramientas que tiene un líder para mover a las personas hacia un futuro mejor. Creo que aún nos falta comprender el poder que tienen nuestras palabras, como líderes, en las vidas de nuestros seguidores. Una palabra, hablada en el momento oportuno, tiene el poder de elevar a las personas como ninguna otra cosa. Puede construir en segundos lo que sin ellas se tardaría años. De la misma manera, puede destruir en segundos lo que se ha tardado años en construir. Es mi deseo que mis hijos en la fe sean personas afirmadoras. Que hablen palabras constructivas, no destructivas.

En Efesios 4.29 encontramos este mandato: «No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan» (LBLA). Las dos cosas que deseo destacar de ese versículo son las palabras «edificación» y «gracia». Eso define a los afirmadores. Edifican y llenan a los demás de gracia. Impulsan, animan, apoyan y les abren puertas a los demás. Ni siquiera les preocupa si reciben el crédito o no. Entienden que su mayor recompensa es ver el éxito de aquellos a quienes apoyaron. Aun si lo tienen que hacer en silencio y a la distancia. El gozo es saber que tuvieron algo que ver en que otros fueran usados por el Señor. Cuando uno es afirmador de por vida y por costumbre, tendrá muchas oportunidades de ver a Dios levantar a aquellos en quienes creímos.

En mi vida hubo muchos que creyeron en mí, me afirmaron, me abrieron puertas e invirtieron en mi vida. Aparte de mis papás, el primero en afirmarme con resultados impactantes y duraderos fue un músico y pastor llamado Pablo Casillas. Fue el primero en hacerme creer en mí mismo. Fue a él a quien escuché decir por primera vez, cuando yo tenía solo catorce años, que habría multitudes que cantarían mis canciones alrededor del mundo. Pablo no tenía idea del impacto que esto produjo en mi corazón, pero me formó el pensamiento y fortaleció mi determinación. La primera vez que me lo dijo, pensé que estaba delirando. Pero al paso de los años, Pablo siempre me animaba y hacía cosas concretas para abrirme puertas y darme oportunidades. Eso es lo que hace un afirmador: no solo dice palabras de ánimo, sino que cuando es oportuno, y dentro de su alcance, también abre puertas, pavimenta caminos y provee oportunidades y recursos. Esa es la clase de persona que siempre deseo ser. Esa es la clase de persona que Pablo Casillas siempre fue conmigo. Me invitó a grabar con él, me dio oportunidades de cantar con él en diferentes eventos, me invitó a tocar el piano con él. Eso es lo que hace un afirmador. No solo habla, sino acciona.

Un día, en el sur del continente, una periodista me preguntó lo siguiente: «¿Cómo quisiera usted ser recordado?». Nunca me habían hecho esa pregunta. Me tardé tres segundos en contestar. «Quiero ser recordado como alguien que le abrió puertas a los demás». Si el mundo se acuerda de mis canciones, qué bien. Si recuerdan mis melodías o grabaciones, perfecto. Si a alguien pude ayudar con mis predicaciones, libros y programas de televisión, pues me bendice mucho. Pero en realidad lo que más quisiera hacer con excelencia es impulsar a otros. Afirmar a otros. Proveer oportunidades para que sus vidas y ministerios prosperen. Es uno de los más grandes deleites que tengo en la vida. Hay pocas emociones que se comparen con la alegría de ver a uno de nuestros hijos en la fe cumplir el propósito de Dios para su vida. Deseo que mis hijos en la fe también experimenten ese gozo.

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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