DESHOJANDO LA MARGARITA: ME QUIERE, NO ME QUIERE…

Muchas de nosotras hemos vivido experiencias que nos retrotraen a aquel juego que jugamos de chicas.

¿Te acuerdas? Tomábamos una flor y decíamos «me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere». Si el azar indicaba «me quiere» éramos felices y nos ilusionábamos con ese chico que nos gustaba, pero si nos salía «no me quiere», nuestro ánimo decaía y nos poníamos tristes, aun sabiendo que sólo se trataba de un juego.

Hoy, a pesar de que los años han pasado, solemos ponernos contentas si nos sentimos amadas, valoradas, tenidas en cuenta, y deprimidas y angustiadas si advertimos que al otro no le interesamos de la manera en la que nosotras necesitamos. Así es que comenzamos a sentir hambre de amor, de caricias, de cuidado, y es allí precisamente cuando la temible soledad comienza a acaparar nuestros pensamientos y nuestras emociones.

Mujeres que llegan a una determinada etapa de sus vidas, tal vez entre los treinta y pico y los cuarenta, comienzan a ver que no se han dedicado tiempo para ellas mismas, que aquello que les gustaba hacer y las hacía sentir felices quedó en el olvido, y es allí mismo cuando se replantean qué han hecho con sus vidas. Pero al hacerlo, muchas mujeres culpan al otro, a su marido, a sus hijos, de las frustraciones que hoy sienten, de la soledad en la que se sienten inmersas; «todos han hecho sus vidas excepto ella».

Sucede que a estas mujeres les hicieron sentir que el hombre es la cabeza del hogar y que si él no está, nada va a salir igual. Si él está se puede decidir; si no, hay que esperarlo a él: «al hombre». Esta continua dependencia crea mujeres amargadas, quejosas y solitarias. Sin embargo estas mujeres, aun dentro de su aislamiento, fantasean con una relación sentimental extramatrimonial. Son mujeres que necesitan a alguien que les endulce el oído, que las quiera y las haga sentir vivas, y en pos de esto se exponen a cualquier clase de hombre que se les presente.

Sin advertirlo, esta soledad que cada vez ronda más en su mente ocupará más lugar en su vida, hasta el punto tal de querer acaparar todo su cuerpo. Mujeres que comienzan a sentir depresión, bajones, cada día con un nuevo dolor o una nueva queja, y el hecho es que por cierto sus defensas se han debilitado tremendamente, y así es como surgen afecciones que antes no habían experimentado. Mujeres agotadas de luchar con esta soledad a la que por el momento no le encuentran una posible salida.

Fobia a la soledad.

Cientos de mujeres a diario toleran lo intolerable, lo insoportable con tal de no estar sola, de tener un hombre al lado. Ahora bien, si ese hombre no comparte tus sueños, tus metas, tus pasiones, cuando esa persona que tienes al lado no conoce tu propósito, ¿aun estando en pareja, no te sentirías sola?

Mujeres que a diario estando acompañadas viven sintiéndose solas, van llenando su vida, en lugar de anhelos, con deseos por alcanzar, con frustración y con dolor. Sus mentes sólo estarán ocupadas en cosas malas, en angustia, en dolor, en soledad, aislándose así cada vez más de todo lo que las hacía sentir bien. Años y años de dolor le roban a la mujer la energía, la voluntad y las ganas de comenzar nuevos proyectos. Su pensamiento será: ¿para qué lo voy a hacer si a nadie le importa lo que yo hago?

A mayor soledad, mayor riesgo de adicción. A mayor soledad, mayor riesgo de enfermedad. Querida mujer, si te programas para el sufrimiento, atraerás dolor, frustración y enfermedades.

Mientras unas mujeres se replegarán en sí mismas, encerrándose, otras culparán de su soledad a su pareja, pensando que así el otro le prestará más atención. Sin embargo, este proceder no es el correcto. Sin embargo, una mujer que siente que su vida no es lo que ella esperaba, que el hombre con el que se casó no es como ella pensaba que era (no porque él la haya engañado sino porque muchas mujeres vemos lo que queremos ver), necesita saber que no podrá solucionar su problema (la soledad) si las expectativas de su vida dependen sólo del «otro». Dejar de culpar a los otros por nuestra soledades el primer paso para preguntarnos qué queremos hacer con nuestra vida.

Toda mujer debe saber que vivir con un compañero invisible puede resultar mucho más doloroso que estar sola. El silencio de quien está pero no está es tanto o más provocador y doloroso que llegar a nuestra casa y que no haya nadie. Mientras culpemos a nuestra pareja por todo lo que nos pasa, no podremos resolver nuestros problemas. El otro no es el causante de la soledad que una siente.

Nada cambiará hasta que tu conducta hacia ti misma no cambie. Sólo cuando estemos dispuestas a darle un giro a nuestras vidas y a dejar salir la verdadera mujer que somos, el silencio nos permitirá descubrir nuestro potencial y nuestra creatividad. Una mujer que tolera el silencio es una mujer que jamás tiene tiempo de estar sola, es una mujer con una agenda llena de sueños, objetivos y metas.

Extracto del libro Estoy Casada Pero Me Siento Sola

Por Alejandra Stamateas

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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