Muchas de las mujeres que hoy sufren esa soledad han sido educadas para el servilismo, pensando que el deseo, el placer y el disfrute son sólo para el marido. A nosotras lo que nos queda es la cocina, los chicos, el colegio, hacer maravillas con el dinero, y conformarnos con lo que los demás quieran darnos. Pero no importa el precio que hay que pagar; en esta sociedad, para no ser rotulada de loca o solterona, hay que casarse o casarse. Para nuestra cultura es importante ser la mujer «de», es imprescindible pertenecer a él, como si ser «de» nos elevara a un nuevo valor de mujer, como si ser «de» fuera un título de nobleza o de prestigio. Los «de» mal entendidos lo único que crearon a través de los tiempos es mujeres dependientes «de» lo que el hombre quiere y elige para su vida.

Y a pesar de que estamos en el siglo XXI y la mujer hoy ocupa cargos impensados décadas atrás, aún vivimos en una sociedad machista. Si lo dice una, será necesario estudiar la cuestión; si lo dicen ellos, es palabra santa. Por eso hoy las mujeres nos encontramos en medio de un conflicto de roles y de decisiones. Tal vez desde temprana edad te dijeron que tenías que postergarte, que una esposa y madre no puede dejar su casa y sus hijos con el papá aunque sea por trabajo.

Mujeres que permanentemente se adaptan a la rutina y al cronograma diario del resto de la familia, excepto a su propia agenda. El hecho es que estas mujeres que temen a la soledad no se han animado a elaborar una propia agenda de vida. Mujeres que sólo están a la expectativa de la demanda de los otros:

  • «¡Ah! Yo llego a las cinco de la tarde, prepárame la comida».
  • «¡Ah! Yo llego a la seis, me la tienes que tener preparada para la seis».
  • «Ponme el despertador a las ocho de la mañana».
  • «No, pónmelo a las cinco de la mañana».

Sin embargo, hoy tu necesidad es crecer y conquistar tu propio espacio, tomar nuevas decisiones y tener una vida propia. Esta ausencia de deseos, de proyectos y de futuro se transforma, con el tiempo, en un caos emocional, hasta que de repente te dices a ti misma: «¡Estoy harta!» Harta de todos y de todo. Sabes que así como estás no puedes seguir viviendo, y esto es bueno, porque este hartazgo será el punto de partida para tu cambio. Este hartazgo no sólo te hará sentir un caos emocional, sino que también modificará tu carácter y tus ganas de comenzar cada mañana, para cambiar lo que te hace daño. Por ejemplo:

1. Intranquilidad persistente. Las mujeres que se sienten así se encuentran presionadas por todo. Hay una inquietud y una presión constantes, hasta que dicen: «¡Basta! No me pidas nada más, no lo voy a hacer porque estoy harta».

2. Dificultad para poder descansar. Ya no puedes dormir bien a la noche, te desvelas por nada, sufres de insomnio y no puedes dejar de pensar.

3. Olvidos reiterados. Comienzas a olvidarte de las cosas, a cometer más errores que nunca y constantemente.

4. Se enoja y se pone de mal humor. ¿No te pasó que te das cuenta de que reaccionas mal por todo, que cualquier cosa que te dicen o te piden hoy te molesta, y contestas mal? Los que están a tu lado dicen: «¿Qué te pasa? ¡No es para tanto!» Y, seguramente, ese pedido no es para tanto, pero sucede que ya estás harta de todo y de todos.

Extracto del libro Estoy Casada Pero Me Siento Sola

Por Alejandra Stamateas

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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