Matrimonios Cristianos – Cómo Tratar con los Esposos Desamorados 3

 

Continuemos.

He visto con mucha frecuencia, como en una relación que estaba apagada completa­mente por el aburrimiento, surge de nuevo la chispa del interés cuando un tercer elemento logra conquistar a uno de los miem­bros de la pareja, y esta termina rompiendo la relación antigua. Qué manera de inflamarse entonces «el aburrido» al sentirse abandonado. Una oleada de amor romántico lo invade y desea reconquistar a toda costa a la pareja que hasta solo unos días antes lo hacía bostezar de soledad y aburrimiento.

Podrá darse cuenta que nuestras emociones no sólo son afectadas por el reto de lograr alguna meta, sino también ante la posibilidad de la pérdida irrevocable.

Esta fuerza psicológica que impulsa nuestras idas y regresos en la relación con los demás, se halla como una cualidad común en toda naturaleza humana. Excúseme la reiteración, pero deseo enfatizarla: Deseamos vehementemente lo que no podemos lograr, pero no le damos importancia a lo que ya poseemos. En los asuntos del corazón, este axioma es fundamental.

Otra característica que debemos apreciar también, es que el matrimonio no elimina ni transforma esta verdad. Cada vez que una mujer confiesa a su marido el temor que siente de que él la abandone, aumentará el sentimiento de falta de estima­ción de ella. En general, cuando suplica un gesto de cariño de la persona que tanto ama y necesita, recibe una respuesta desdeñosa.

A semejanza de lo que ocurre durante el noviazgo, no hay nada que apague más la pasión que el hecho de que un integrante de la pareja busque el apoyo total del otro, al extremo de perder el respeto en sí mismo. Es como si le dijera: «No me importa que me trates mal. Yo estaré siempre a tus pies, porque no podría vivir sin ti». Esa es la forma mejor que conozca de destruir un bello romance.

¿Estoy recomendando entonces que marido y mujer se hagan daño recíprocamente como una manera de mostrar su independencia individual? Por supuesto que no.

¿Acaso sería jugar un poco «al gato y al ratón» para mantener el interés mutuo? De ninguna manera. Lo único que sugiero, sencilla­mente, es que en el matrimonio es muy necesario mantener el respeto propio y la dignidad personal. Vamos a ver un ejemplo de ello.

Vamos a suponer que un esposo comienza a dar señales de desinterés por su mujer. Digamos que su vida sexual casi no existe, y que toda la emoción que debe acompañarla se ha convertido en un recuerdo lejano en vez de ser una presencia real. (La pasión declina en la pareja de un modo lenta y paulatinamente, nunca en una forma brusca). Si la relación entre ambos esposos ha descendido a un nivel muy bajo, entonces el marido trata a la mujer con rudeza, y la menos­precia aún en presencia de otras personas. Al llegar a la casa, después, interpone una barrera de silencio entre él y ella.

Estos son los síntomas de una situación a la que yo he denominado «el síndrome del marido atrapado». Con mucha frecuencia el marido se encuentra atormentado por pensamientos como los que siguen: «Tengo 35 años, ya no soy tan joven. ¿Y voy a tener que pasarme el resto de la vida junto a esta mujer que ya no me interesa? Me siento aburrido a su lado todo el tiempo y existen muchas otras cosas que me interesan más. Pero no puedo abandonarla sencillamente argumentando que otras mujeres me estimulan más».

Estos son los pensamientos que por lo general se anticipan a una infidelidad oculta. Y pueden manifestarse en la tirantez existente entre los cónyuges.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Lo Que Las Esposas Desean Que los Maridos Sepan Sobre las Mujeres”

Por James Dobson

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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