Sermones Cristianos – El Miedo a la Muerte 5

 

Continuemos.

Caín y Abel trajeron sus ofrendas. Caín trajo una ofrenda así no más, pero Abel, que estaba rico de la presencia de Dios, dijo: «yo voy a traer lo mejor». Trajo el mejor becerro. Y los dos se arrodillan delante de su ofrenda; y dice la Biblia que el fuego de Dios quemó la ofrenda de Abel porque la había aceptado; y Caín se enojó: «¿Cómo? Yo también traje una ofrenda y a mí Dios no me responde» y puso la cara de enojado; y Dios le dice: «Caín, ¿qué te pasa?», «al final yo traje mi ofrenda…», pero Caín no amaba la presencia, Caín cumplió, obedeció, fue “el primer religioso de la historia”.

Y Caín se enojó tanto con Abel… porque cuando una persona se enoja con otra es sencillamente porque su ofrenda en el altar no se ha quemado. Mucha gente te va a hacer a vos la frustración que le tiene a Dios, porque el enojo de Caín no era matar a Abel, era querer matar a Dios; pero como no lo pudo hacer, le dice a Abel: «ven, salgamos al campo» y salieron, y en el campo Caín mató a Abel.

¿Por qué no lo mató cuando estaban ahí, en el altar? Porque la muerte no te puede tocar cuando estamos cerca del altar de la presencia de Dios; el enemigo tiene que sacarte de ese lugar y llevarte al campo; el enemigo te pone gente que te dice: «no lo vas a lograr, estás mal, se te fue el tren, es muy difícil, te están llevando al campo para matarte». Pero si Abel se hubiese quedado en el altar y le hubiese dicho: «No Caín, andá vos al campo; yo me quedo acá donde está la presencia», la muerte no lo hubiese tocado.

Los que nos hemos quedado al lado de la cruz, la muerte no nos puede tocar. Todos nos vamos a morir, pero comenzaremos a vivir otra vez; porque «si alguno está en Cristo, nueva criatura es» y el que cree en el Señor ya te he dicho que tendrás vida, y vida eterna. Y la vida fue diseñada para deseos, para dejar herencia, para dar palabra de fe; pero la vida fue diseñada para vivirla al lado del altar, estar con el Señor y decirle: «Señor, no hay nadie que me saque, no hay bien para mí fuera de ti».

Hay personas que dicen: «no tengo tiempo para Dios», tu problema no es el tiempo, «es que vivo lejos, tengo frío, es que llueve, es que los fines de semana no vamos», tu problema no es ese sino que no estás enamorado, porque cuando una persona trabaja todo el día y hace un montón de cosas y se enamora, la llama a la novia, se encuentran, porque se enamoró.

No es falta de tiempo, la excusa esa no sirve, es falta de fuego, de estar en el altar. Y cuando una persona se queda en el altar, la vida es como una bolsa de café instantáneo: cuando está llena, das; cuando queda por la mitad, ya lo pensas un poco más… Y qué te parece si en esta mañana hacemos un gran altar en este lugar y levantamos nuestras manos y le decimos: «Gracias Papá; en esa cruz hubo vida, moriste por mí para que yo tenga vida y vida en abundancia. Hoy vamos a hablar bien del más grande, del Capo, del Rey, del Señor, Santo”.

Dios planificó nuestra vida para vivirla con abundancia y tener la seguridad de que todos los que estamos en Jesús tenemos vida por la eternidad. Por eso, en esta mañana vamos a cancelar todo auto-castigo, toda idea de suicidio, todo sueño y fantasía de accidentes, toda bronca por pérdidas, divorcios, gente que ha partido.

En esta mañana cancelamos toda herencia de muerte, todo don diabólico, de ver las muertes de los demás, lo cancelamos; toda compulsión a los cementerios y a hablar de temas de muerte, objetos que simbolicen la muerte, lo cancelamos en el nombre del Señor. Y levantamos las manos para llenarnos de tu vida en abundancia, para vivir los mejores años de nuestra historia, para sembrar tu Palabra y llevarla a quienes no la conocen.

Gracias porque has ungido nuestras manos, gracias Señor porque donde vayamos iremos en tu Nombre. Padre, levantamos manos de victoria y ponemos vida sobre nuestros hijos, nuestros padres, sobre nuestras familias y amigos; llevamos vida en abundancia, declaramos Señor que la plaga no tocará nuestra morada.

Gracias porque nos has impactado con tu presencia, declaramos tu Nombre sobre todo nombre, soltamos todo espíritu de sanidad sobre toda carne, el espíritu de prosperidad en el nombre del Señor, declaramos un espíritu de paz y de restauración familiar. Y declaramos: «Las manos que hoy adoran tu nombre serán prosperadas y serán para bendición de otros… ¡amén y amén!».

Por Bernardo Stamateas

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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