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Continuemos.

Ser cristiano es mucho más que creer las doctrinas correctas. Ser cristiano es entregarse y entregar todo lo que tiene a Aquél en quien dice que cree. Es darse sin reservas al Cristo que se encarna en los niños que sufren, que nos están esperando para que lo encontremos a Él en ellos y lo amemos a Él en ellos. La teología de Satanás pudiera ser buena; pero él no ama a Cristo ni está para ministrar a las necesidades de esa gente desesperada en quienes el Cristo vivo se encarna en nuestro tiempo.

¿Qué clase de personas alimentarían a sus perros en exceso y dejaría que los niños de Haití, Somalia y Etiopía se murieran de hambre? Esos niños se están muriendo de hambre. Cinco millones de personas se acuestan con hambre todas las noches. Cada noche mueren diez mil niños de desnutri­ción. Y mientras todo eso sucede, hay un alto nivel de indiferencia entre los norteamericanos opulentos. Quie­nes nos preocupamos de que nuestros perros no pierdan una comida, hacemos caso omiso a las agonías de los que no tienen nada que comer.

Una noche fui a comer a un restaurante en Puerto Príncipe, Haití. Me senté a la mesa hacia el frente del restaurante, próximo a una ventana. Ordené mi comida y me sirvieron de inmediato. Entonces, cuando estaba a punto de meter el tenedor en la comida, miré a mi derecha y vi a cuatro muchachitos haitianos parados al otro lado de la ventana. Con sus narices pegadas contra el cristal, estaban mirando fijamente mi comida. Parecía que ni me notaban a mí. Más bien sus ojos estaban clavados en mi plato. Estaban sucios y casi desnudos; algunos de los cientos que vagan por las calles de Puerto Príncipe, que a nadie pertenecen ni a nadie le importan. Eran los niños desechados por una sociedad empobreci­da, y probablemente estarían muertos dentro de pocos años. (Casi la mitad de los niños nacidos en Haití muere antes de los doce años de edad).

Yo estaba paralizado por el desconcierto. Antes que pudiera reaccionar, el mesero vio mi dificultad. Rápida­mente se acercó a mi mesa y bajó la persiana. Entonces dijo: — No permita que lo molesten, señor. No permita que lo molesten. Disfrute de su comida.

¡Como si hubiera sido posible disfrutar de mi comida después de ver a esos desesperados niños! Sin embargo, ¿no hacemos todos lo que hizo ese mesero? ¿No dejamos afuera a la gente hambrienta del mundo?

Hay millones de ellos allí afuera. Millones de encarna­ciones del Cristo resucitado, y están sufriendo de desnu­trición y muriendo de enfermedades y no tienen fuerza para resistir. Viven sin esperanza. Viven sin ayuda. Pero de cara a esas realidades, seguimos viviendo a nuestra manera opulenta. Comemos nuestra comida, bebemos nuestra leche y tenemos nuestros postres favoritos mien­tras que, encubierto a nuestros ojos, ellos se retuercen en desesperado sufrimiento.

La iglesia ha comenzado a responder a las necesidades de los pobres, pero no en la escala que el Señor espera. Parece que la iglesia ha olvidado su propósito y razón de ser. Por ejemplo, los líderes de la religión institucionali­zada han gastado más de ciento ochenta mil millones de dólares en construcciones de iglesias en todo el país. La mayoría de esos edificios se usan sólo algunas horas a la semana, los domingos por la mañana. Tengo que pregun­tarle si Jesucristo hubiera preferido que esos ciento ochenta mil millones de dólares se hubieran usado en edificios o en alimentar a los niños hambrientos del mundo. Me gustaría saber lo que el Señor tiene que decir respecto a las iglesias que invierten ciento ochenta mil millones en edificios mientras los niños en Haití y Etiopía se mueren porque no hay quien supla sus necesidades básicas. Casi parece ridículo gastar todo ese dinero para honrar a alguien que dijo: «Yo no habito en templos hechos de mano».

Creo que es tiempo de que la iglesia ponga sus priori­dades en orden. Los miembros debemos recordar que la iglesia no existe para ser servida o para ser la recibidora de regalos. Más bien la iglesia existe para servir y darse ella misma a los demás. Como Cristo era rico y se hizo pobre por nosotros, así las iglesias ricas de los Estados Unidos deben hacerse pobres por amor de los que están sufriendo. Tenemos que aprender que el mejor regalo que podamos dar al Señor es vivir para servir al menor de nuestros hermanos y para dar nuestra riqueza para satisfacer sus necesidades.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Es Viernes Pero el Domingo Viene”

Por Tony Campolo

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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