Mito que eliminamos

  • Los hombres no pueden vivir sin tener sexo. Falso.

Las relaciones sexuales no son una necesidad básica como el hambre o la sed, sino algo bien dominable. Dios ha provisto al cuerpo los medios para abstenerse de toda práctica sexual como modo de vida, en caso de decidirse así. Para ello, ocurren las poluciones nocturnas y la reabsorción de espermas en los testículos.

Hugo comenzó a salir con Paula. Él pertenecía a una familia de clase social alta, liberal y desprovista de valores religiosos. Ella, católica practicante. Después de un tiempo de noviazgo, Hugo insinuó a Paula sobre la posibilidad de tener relaciones sexuales. Para él era algo natural; para ella, un pecado. Ella estaba convencida de que las relaciones sexuales antes del matrimonio destruían el plan de Dios y, por lo tanto, estaba dispuesta a posponerlo hasta la noche de bodas. No obstante, llegaron a un acuerdo. Paula permitiría que Hugo pudiera “aliviar” sus deseos sexuales con alguna prostituta. Tanto Paula como Hugo estaban influidos por este mito de que el hombre no puede “aguantar” y que “necesita sexo”.

  1. El sexo es para el placer. Génesis 2:24; Cantar de los Cantares 1:1-3; 7:2-12 y Proverbios 5:18-20.

Dios ha diseñado la sexualidad para el placer. Si Dios hubiera creado la sexualidad para que tenga como único propósito la reproducción, por lo menos la mujer, debería sentir deseo sexual sólo durante los períodos fértiles, cosa que no sucede. “La posibilidad de una sexualidad constante, el hacer el amor cada vez que lo desea sólo es posible en la raza humana. En todas las otras especies vivientes, una sexualidad constante resulta imposible tanto en los machos como en las hembras. ¿Por qué? Porque las hembras en edad de reproducirse sexualmente tienen períodos de celo, fuera de los cuales rechazan a los machos. En cambio, las mujeres pueden copular cada vez que tienen ganas, durante todo el ciclo menstrual, durante casi todo el embarazo y pueden, y frecuentemente lo hacen, retomar el coito tan pronto como se recuperan del parto, meses antes de que el bebé sea destetado. La sexualidad tampoco termina con la menopausia o la vejez”.

Debemos revalorizar el sexo como algo maravilloso para disfrutar dentro del contexto matrimonial. El sexo es uno de los más exquisitos placeres que Dios nos ha regalado. Para gozar de relaciones sexuales realmente excitantes y placenteras es necesario abandonarse y relajarse en el goce erótico. Por tal motivo, un positivo acercamiento al acto sexual es esencial, ya que un profundo sentimiento de culpabilidad por el placer podría erosionar la intimidad del matrimonio.

La relación sexual es la mejor recreación, la más tranquilizante, una de las más renovadoras experiencias que el hombre conoce. Y Dios la planificó. No es raro que se la llame “juego de amor”. Es una diversión, no una obligación; es suma excitación, no aburrimiento; es algo que se espera con ansia, no una horrible experiencia que hay que evitar si es posible. ¡Es irónico que las parejas busquen toda clase de recreación en otras partes, sin haber descubierto nunca la plenitud de placer que tienen a disposición en su propio dormitorio!

Mito que eliminamos

  • Lo que es agradable al cuerpo es desagradable al espíritu. Falso.

Este es un pensamiento basado en la cultura griega dualista (cuerpo malo, espíritu bueno). Sin embargo, Dios es Señor de todo, del cuerpo y del espíritu.

Si asumimos que Dios creó el cuerpo humano, deberíamos aceptar la dimensión del disfrute sexual. El placer es un invento de Dios, no del diablo. El Creador trabajó el cuerpo humano de una manera muy especial; dedicó atención a cada detalle y puso cuidado exquisito en su sexualidad. En la mujer hay un órgano cuya función se limita exclusivamente al placer: el clítoris. La ciencia médica no le ha descubierto ninguna otra función más que la de dar placer a su dueña. Este pequeño órgano es el punto más sensible a la excitación sexual. En el varón, la sensibilidad de la cabeza del pene, llamada glande, es epicentro del placer por la gran cantidad de terminaciones nerviosas.

Algunos matrimonios cristianos, por asociar el sexo con el pecado, evitan todo contacto íntimo con la idea de que serán más espirituales. Finalmente, cuando tienen un encuentro sexual, es más por desahogo físico que para edificarse mutuamente en la intimidad y alimentar el deseo de un próximo encuentro. El acto sexual resulta, así, siempre igual; monótono y repetitivo. No enriquece, no despierta nuevas sensaciones ni permite el crecimiento de la pareja.

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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