25. El sexo es repugnante, repulsivo, bajo y carnal.

Este mito es una filosofía antibíblica enseñada como norma religiosa. Es un concepto que se escucha frecuentemente entre personas de mayor edad, cuyo pensa­miento estuvo basado sobre un arquetipo católico, según el cual el fin de la sexuali­dad era sólo la procreación, con la consideración de pecado a todo lo que fuera placer, aun dentro del matrimonio.

UNA HISTORIA DE VIDA

Cierta mujer, ya madura, nos relató que desde que había conocido al Señor no deseaba tener relaciones con su esposo porque quería ser santa. Ella consideraba el sexo como algo «sucio” y «pecaminoso», que la alejaba de la comunión con Dios.

Recordemos Génesis 2:18: «no es bueno que el hombre esté solo, le haré ayu­da idónea para él». El matrimonio no sólo es legítimo ante los ojos de Dios, sino que, además, es el medio elegido para simbolizar el amor de Cristo por su Iglesia (Efesios 5:25-30).

Muchos creen que el sexo es impuro, porque tuercen la maravillosa idea de Dios para luego decir que es algo sucio. Lo que sucede es que el corazón es torcido; Jesús mismo lo afirmó en Marcos 7:21-23.

En cuanto a la señora a la que hacíamos referencia, su historia es triste, como muchas otras. Nadie le habló sobre sexualidad. Llegó al matrimonio sin ninguna instrucción, pero con muchos miedos. Como resultado, su vida sexual fue desagra­dable. Llevaba años de casada y había tenido dos hijos. Pero nunca pudo apreciar la riqueza de su vida matrimonial en el área sexual por desinformación y mitos muy arraigados. Algo que Dios quiso que fuera maravilloso, por culpa de los anteojos de vana religiosidad, no pudo aprovecharse.

UNA OPINIÓN DE 300 AÑOS

Mattheu Henry, hace tres siglos atrás, dijo que para quien vive en Cristo, no existe prejuicio o «tabú» que pueda hacerle bien ni mal. Los agnósticos despreciaban todo lo material. Pero para los nacidos de nuevo, la muerte y la resurrección con Cristo nos trasladan a un mundo diferente, a una esfera superior en que la santidad no se mide por centímetros de manga o falda ni por centilitros de alcohol, sino que todo lo que no es dañino o perjudicial para la salud, tanto espiritual como corporal, le es permitido al cristiano con acción de gracias (Colosenses 2:16-23, Romanos 14:14-17; 1º Corintios 10:23-31). Finaliza su comentario diciendo: «Me temo que muchos creyentes, sanos en doctrina, fallan algún tanto en esto…»

¡HERMANOS, en el ámbito del matrimonio, debemos contemplar a las relacio­nes sexuales con los ojos de Dios, ser agradecidos por el regalo de la sexualidad y quitarnos todo prejuicio humano que jamás estuvo en el corazón de nuestro Señor!

26. No es bueno que el hombre sea virgen. Debe aprender con una «iniciadora».

REPORTE DE ÚLTIMO MOMENTO. CASO POLÉMICO

Durante una de nuestras charlas de sexualidad entre jóvenes cristianos evangélicos, Marcelo compartió su testimonio personal basado en la creencia de esperar virgen hasta el matrimonio, de acuerdo con lo que sostiene la Bi­blia. Lo que no esperaba era que los propios padres de los jóvenes que también estaban presentes, apenas terminara la reunión se enojaran con él acerca de su discurso, ya que la gran mayoría de ellos habían sido «iniciados sexualmente» por sus propios padres con alguna prostituta, debido al mito de que no podían llegar vírgenes o ignorantes al matrimonio.

«Lo que Dios quiere es que ustedes lleven una vida santa, que nadie cometa inmoralidades sexuales y que cada uno sepa dominar su propio cuerpo en forma santa y respetuosa, no con pasión y malos deseos como las gentes que no conocen a Dios. Que nadie abuse ni engañe en este asunto a su prójimo, porque el Señor castiga duramente todo esto, como ya les hemos advertido. Pues Dios no nos ha llamado a vivir en impureza, sino en santidad» (1º Tesalonicenses 4:3-7, versión Dios habla hoy).

La castidad hasta el matrimonio es una expresión de amor, primero hacia Dios y luego hacia la persona que algún día será tu cónyuge. Aun cuando no la conozcas todavía, el día que la encuentres querrás decirle: «aquí estoy, nunca he pertenecido a otra persona».

El mejor regalo a nuestro esposo/a es llegar al altar con un cuerpo que no haya sido contaminado por la inmoralidad sexual. Esto produce seguridad, felici­dad y satisfacción, cosas que todos anhelamos.

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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