Doctrina Bíblica – Interpretación

 

Los Cristianos Podemos Comprender la Palabra de Dios

Pasaje clave: Salmo 115:34.

Todos los cristianos tienen el deber y el derecho, no sólo de aprender de la herencia de fe de la Iglesia, sino también de interpretar las Escrituras por sí mismos. La Iglesia de Roma tiene dudas sobre esto, y alega que a la persona sola le es facil hacer una interpretación errónea de las Escrituras. Esto es cierto, pero las siguientes reglas, si se observan con fidelidad, ayudarán a impedir que esto suceda.

1. Todos los libros de las Escrituras son de composición humana, y a pesar de que siempre se los debe venerar como Palabra de Dios, su interpretación debe comenzar por su carácter humano. Por consiguiente, la alegorización, que no tiene en cuenta el significado expresado por el escritor humano, no es adecuada nunca.

2. Ninguno de sus libros está escrito de manera codificada, sino de una forma que podían entender los lecto­res a los cuales iba dirigido. Esto es cierto, incluso con respecto a los libros que usan primariamente del simbo­lismo: Daniel, Zacarías y Apocalipsis. El argumento principal siempre está claro, aunque los detalles aparezcan nublados. Por eso, cuando comprendemos las palabras utilizadas, el fondo histórico y las convenciones cultu­rales del escritor y de sus lectores, vamos por buen camino para captar los pensamientos que se están presen­tando.

No obstante, la comprensión espiritual, esto es, el discernimiento de la realidad de Dios, sus formas de tratar a la humanidad, su voluntad presente y nuestra propia relación con El ahora y para el futuro, nunca nos alcanzará a partir del texto, hasta que sea quitado el velo de nuestro corazón y podamos compartir la pasión del propio autor por conocer, agradar y honrar a Dios (2 Corintios 3:16; 1 Corintios 2:14). Aquí hace falta orar para que el Espíritu de Dios engendre esta pasión en nosotros y nos muestre a Dios en el texto. (Véanse Salmo 119:18-19, 26-27. 33-34, 73, 125, 144, 169; Efesios 1:17-19; 3:16-19).

3. Cada uno de los libros tiene su lugar dentro del progreso de la revelación de su gracia por parte de Dios, que comenzó en el Edén y alcanzó su punto cimero en Jesucristo, Pentecostés y el Nuevo Testamento apostóli­co. Debemos tener presente ese lugar cuando estudiemos el texto. Por ejemplo, los Salmos, que sirven de mode­lo para el corazón de los santos de todas las épocas, expresan sus oraciones y alabanzas en función de las rea­lidades típicas (reyes y reinos terrenales, salud, riquezas, guerra, larga vida) que circunscribían la vida de la gracia en la era precristiana.

4. Todos y cada uno de los libros proceden de la misma mente divina, de manera que las enseñanzas de los 66 libros que componen la Biblia serán complementarias entre sí, y tendrán coherencia interna to­tal. Si no somos capaces de ver esto, el fallo está en nosotros, y no en las Escrituras. Es cierto que las Escrituras no se contradicen entre sí en ningún lugar, al contrario, los pasajes se explican unos a otros. Este sólido princi­pio de interpretar las Escrituras por medio de otras Escrituras recibe algunas veces el nombre de «analogía de las Escrituras», o «analogía de la fe».

5. Cada uno de los libros presenta verdades inmutables con respecto a Dios, a la humanidad, a la santidad y la impiedad, aplicadas a situaciones concretas en las cuales se hallaron ciertas personas y grupos humanos, y ejemplificadas por ellas. La etapa final en la interpretación bíblica consiste en reaplicar estas verdades a nues­tra propia situación vital; ésta es la forma de discernir lo que Dios nos está diciendo desde las Escrituras a nosotros en este momento. Tenemos ejemplos de aplicaciones así en el momento en que Josías se da cuenta de la ira de Dios porque Judá no ha sabido observar su ley (2 Reyes 22:1-13), o cuando Jesús razona a partir de Génesis 2:24 (Mateo 19:4-6), o Pablo usa Génesis 15:6 y el Salmo 32:1-2 para mostrar la realidad de la justi­cia presente por la fe (Romanos 4:1-8).

6. No se debe tratar de hallar en las Escrituras, ni imponerles tampoco, significado alguno que no se pueda sacar con toda certeza de las mismas Escrituras; esto es, que no sea expresado de manera inequívoca por uno o más de sus escritores humanos.

La minuciosa y piadosa observancia de estas reglas es distintivo de todo aquel cristiano que usa bien la pa­labra de verdad (2 Timoteo 2:15).

Extracto del libro “Teología Concisa”

Por J.I. Packer

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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