La Doctrina de Dios – Los Atributos Comunicables de Dios 23

 

Continuemos.

Este atributo, belleza, se define de una manera positiva para mostrar que Dios en efecto posee toda cualidad deseable. «Perfección» quiere decir que a Dios no le falta nada deseable; «belleza» quiere decir que Dios tiene todo lo deseable. Son dos maneras de expresar la misma verdad.

No obstante, hay valor en afirmar este aspecto positivo de que Dios posee todo lo que sea deseable. Nos recuerda que todos nuestros deseos buenos y justos, to­dos los deseos que deberían estar en nosotros o en cualquier otra criatura, hallan su satisfacción suprema en Dios y en nadie más.

David habla de la belleza del Señor en Salmo 27:4: «Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo». Una idea similar se expresa en otro salmo: «¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy conti­go, ya nada quiero en la tierra» (Salmo 73:25).

En ambos casos, el salmista recono­ce que su deseo de Dios, que es la suma de todo lo deseable, supera con mucho todos los demás deseos. Este deseo culmina en anhelo de estar cerca de Dios y dis­frutar de su presencia para siempre. Así que la más grande bendición de la ciudad celestial será ésta: «Lo verán cara a cara» (Ap 22:4).

Nosotros reflejamos la belleza de Dios en la vida cuando exhibimos conducta que le agrada. Por eso Pedro les dice a las esposas en las iglesias a las cuales les escribe que su «belleza» (es decir, su fuente de belleza) debería ser «la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios» (1 P 3:4). De modo similar, Pablo instruye a los cria­dos que por su conducta «hagan honor a la enseñanza de Dios nuestro Salvador» (Tit 2:10).

La belleza en nuestras vidas es tan importante para Cristo que su propósito ahora es santificar a toda la iglesia «para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección…» (Ef 5:27). Así que individualmente y en conjunto reflejamos la belleza de Dios en toda manera en que exhibimos su carácter. Cuando reflejamos su carácter, él se deleita en nosotros y halla esto hermoso.

Pero también nos deleitamos en la excelencia de Dios al verla manifestada en la vida de nuestros hermanos y hermanas en el Señor. Por consiguiente, es correcto sentir gozo y deleite en la comunión de unos con otros, y este gozo se ahonda con­forme aumenta nuestra conformidad a la vida de Cristo. Es correcto que anhele­mos estar en comunión con el pueblo de Dios en el cual se manifiesta el carácter de Dios, porque cuando nos deleitamos en la santidad del pueblo de Dios, en última instancia nos deleitamos en Dios mismo al ver su carácter evidenciado en la vida de su pueblo.

 

20. Gloria. En cierto sentido la palabra gloria sencillamente significa «honor» o «re­putación excelente». Este es el significado del término en Isaías 43:7, donde Dios habla de sus hijos «al que yo he creado para mi gloria», o Romanos 3:23, que dice que «todos han pecado y están privados de la gloria de Dios». También tiene ese significado en Juan 17:5, en donde Jesús habla al Padre de «la gloria que tuve conti­go antes de que el mundo existiera», y en Hebreos 1:3, que dice que el Hijo «es el resplandor de la. gloria de Dios».

En este sentido, la gloria de Dios no es exactamen­te un atributo de su ser sino que más bien describe el honor superlativo que debe darle a Dios todo en el universo (incluyendo, en Hb.1:3 y Jn.17:5, el honor que comparten los miembros de la Trinidad). Pero no es ese el sentido de la palabra gloria que nos concierne en esta sección.

En otro sentido la «gloria» de Dios quiere decir la luz brillante que rodea la pre­sencia de Dios. Puesto que Dios es espíritu, y no energía o materia, esta luz visible no es parte del ser de Dios sino algo que fue creado. Podemos definirla como sigue: La gloria de Dios es el resplandor creado que rodea la revelación de Dios de sí mismo.

Este «atributo» de Dios en realidad no es un atributo de Dios en el sentido que los demás lo fueron, porque aquí estamos hablando no del propio carácter de Dios sino de la luz creada o brillo que rodea a Dios al manifestarse a sí mismo en su creación. Así que la gloria de Dios en este sentido no es en realidad un atributo de Dios en sí mismo. No obstante, la gloria de Dios es algo que le pertenece sólo a él y es la apropiada expresión externa de su excelencia. Parece apropiado, por consiguiente, tratarla aquí inmediatamente después de los atributos de Dios.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Teología Sistemática”

Por Wayne Grudem

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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