La Doctrina de Dios – Los Atributos Comunicables de Dios 3

 

Continuemos.

Muchos pasajes hablan del hecho de que no se puede ver a Dios. «A Dios nadie lo ha visto nunca» (Jn 1:18). Jesús dice: «Al Padre nadie lo ha visto, excepto el que viene de Dios; sólo él ha visto al Padre» (Jn 6:46). Pablo da las siguientes palabras de alabanza: «Al Rey eterno, inmortal, invisible, al único Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén» (1 Ti 1:17). Dice de Dios que es el «único inmortal, que vive en luz inaccesible, a quien nadie ha visto ni puede ver» (1 Ti 6:16). Juan dice: «Nadie ha visto jamás a Dios» (1 Jn 4:12).

Debemos recordar que estos pasajes se escribieron después de ocasiones en la Biblia en que algunos vieron alguna manifestación visible de Dios. Por ejemplo, muy temprano en la Biblia leemos: «Y hablaba el Señor con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo» (Éx 33:11). Sin embargo Dios le dijo a Moisés: «Nadie puede verme y seguir con vida» (Éx 33:20).

No obstante, Dios hizo que su gloria pasara frente a Moisés mientras escondía a Moisés en una grieta de la peña, y Dios le permitió a Moisés que le viera la espalda después de haber pasado, pero dijo: «Mi rostro no lo verás» (Éx 33:21-23). Esta secuencia de versículos y otros pa­recidos del Antiguo Testamento indican que en cierto sentido no se podía ver a Dios, pero también hubo alguna forma o manifestación de Dios que por lo menos en parte era posible que el hombre viera.

Es correcto, por consiguiente, decir que aunque nosotros jamás podremos ver la esencia total de Dios, Dios nos mostrará algo de sí mismo mediante cosas visibles y creadas. Esto sucede de diferentes maneras.

Para pensar en Dios, es necesario concebirlo de alguna manera. Dios entiende esto y nos da cientos de analogías diferentes tomadas de nuestra vida humana y del mundo creado. Esta gigantesca diversidad de analogías de todas partes de la creación nos recuerda que no debemos enfocarnos demasiado en alguna de esas ana­logías. Sin embargo, si no nos enfocamos exclusivamente en alguna de estas analogías, todas en conjuntos nos ayudan a ver a Dios de alguna manera en cierto sentido «visible» (Gn 1:27; Sal 19:1; Ro 1:20).

El Antiguo Testamento también registra varias teofanías. Una teofanía es «una apari­ción de Dios». En estas teofanías Dios tomó varias formas visibles para mostrarse a algu­nos individuos. Dios se apareció a Abraham (Gn 18:1-33), Jacob (Gn 32:28-30), al pueblo de Israel (como columna de nube de día y de fuego de noche; Éx 13:21-22), a los ancia­nos de Israel (Éx 24:9-11), Manoa y su esposa Que 13:21-22), Isaías (Is 6:1) y a otros.

Una manifestación visible de Dios mucho más grande que estas teofanías del Antiguo Testamento fue en la persona de Jesucristo mismo. Él pudo decir: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14:9). Y Juan contrasta el hecho de que nadie ha visto jamás a Dios con el hecho de que el unigénito Hijo de Dios nos lo ha dado a conocer: «A Dios nadie lo ha visto nunca; el Dios unigénito, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer» (Jn 1:18, traducción del autor).

Es más, Jesús es «la imagen del Dios invisible» (Col 1:15), y es «el brillante resplandor de la gloria de Dios» y también «la exacta representación de su naturaleza» (Heb 1:3). Así que en la persona de Jesús tenemos una manifestación visible única de Dios en el Nuevo Testamento que no estaba disponible para los creyentes que vieron teofanías en el Antiguo Testamento.

Pero ¿cómo veremos a Dios en el cielo? Nunca podremos ver o conocer todo de Dios, porque «su grandeza es insondable» (Sal 145:3; Jn 6:46; 1 Ti 1:17; 6:16; 1 Jn 4:12). Y no podremos ver, por lo menos con nuestros ojos físicos, el ser espiritual de Dios. No obstante, la Biblia dice que veremos a Dios mismo. Jesús dijo: «Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios» (Mt 5:8). Podremos ver la naturaleza humana de Jesús, por supuesto (Ap 1:7); pero no es claro exactamente en qué sentido podremos «ver» al Padre y al Espíritu San­to, o la naturaleza divina de Dios Hijo (Ap 1:4; 4:2-3, 5; 5:6). Tal vez no sabre­mos la naturaleza de este «ver» sino cuando lleguemos al cielo.

Aunque lo que veamos no será una visión exhaustiva de Dios, será una visión completamente verdadera, clara y real de Dios. Veremos «cara a cara» (1 Co 13:12) y «lo veremos tal como él es» (1 Jn 3:2). La descripción más asombrosa de la comu­nión abierta e íntima con Dios que experimentaremos se ve en el hecho de que en la ciudad celestial «El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus siervos lo adorarán; lo verán cara a cara, y llevarán su nombre en la frente» (Ap 22:3-4).

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Teología Sistemática”

Por Wayne Grudem

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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