Artículos – Ama Como Cristo te Amó
El apóstol Pablo mandó a los cristianos: Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó. (Efesios 5:1-2)
Pablo nos mandó a «amar, como Cristo nos amó». ¿Por qué? Porque Jesús es la encarnación de Dios, que es amor (1 Juan 4:81 Juan 4:8). Si desea saber lo que el verdadero amor es, mire larga y cuidadosamente a Jesús.
Esto es crucial para nosotros los que vivimos en esta era de la nueva tolerancia porque, como hemos dicho anteriormente, la nueva tolerancia iguala «quién soy» con «lo que hago» y sigue dando por sentado que cualquier desacuerdo con o crítica hacia lo que una persona hace es intolerancia hacia
la misma persona. La nueva tolerancia dice, por lo tanto, que la aceptación en amor significa aprobar —hasta participar — las creencias de la persona, su comportamiento, estilo de vida y declaraciones acerca de la verdad.
Pero eso no es en lo absoluto cómo Cristo amó. El no ignoró las creencias erróneas de otros; él dijo a los fariseos: «Ustedes están equivocados, porque no conocen las Escrituras y el poder de Dios.»2 Él no estaba de acuerdo ni aprobaba el comportamiento pecador; le dijo a la mujer sorprendida en adulterio: «Vete y no peques más.»
El no participó en actividades con las que no estaba de acuerdo; la Biblia dice que «fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.»
Pero él nos amó «siendo aún pecadores»3 y3 y «se entregó por nosotros.»
Eso es lo que significa amar como Cristo nos amó. Significa, primero que todo, reconocer que no solamente es posible, es esencial distinguir entre quién una persona es y lo que la persona hace. Un ser humano es más —infinitamente más— que simplemente el producto de su cultura o la suma de sus creencias y comportamiento. Para amar como Cristo nos amó, debemos reconocer y recordar y relacionarnos con cada persona como:
1. Un ser humano creado a la imagen de Dios.
En el plan de la naturaleza, el Homo Sapiens no es único. No somos las únicas criaturas con carne y pelos y sangre y corazones.
Lo que nos hace especiales no es nuestro cuerpo, sino la firma de Dios en nuestras vidas. Somos su obra de arte. Somos creados a su imagen para hacer buenas obras. Somos significantes, no por lo que hacemos, sino por lo que somos. Cada ser humano en el mundo —el carnicero, el panadero, el que hace velas, el africano, el americano, el europeo, el asiático, el hombre, la mujer, el joven, el viejo, el hindú, el musulmán, el católico, el protestante, el asesino o el violador, el ministro o el miembro del coro, el rico, el pobre, el mendigo, el ladrón —es una obra de arte infinitamente valiosa que lleva la firma de Dios mismo.
2. Una persona por la que Cristo murió.
Hace muchos años, Bob, el coautor de este libro, asistió a una «subasta de cajas de almuerzo» cuando era un adolescente. Cada una de jóvenes del grupo había hecho una caja con almuerzo para dos, y solamente el subastador sabía cuál mujer había hecho cada almuerzo. Se les permitió a los jóvenes proponer cantidades por las cajas, y entonces compartirían el almuerzo con la mujer que lo había hecho.
Después de algunas cuidadosas investigaciones, Bob averiguó cuál caja pertenecía a una joven con la que él había tenido citas (la cual más tarde fue su esposa). Algunos de sus amigos, sin embargo, lo miraron con cuidado y, ¡cuando él comenzó a proponer cantidades de dinero por esa caja en particular, compitieron por ganarle! Ellos razonaron (y luego resultó correcto) que Bob sabía cuál almuerzo había hecho la chica, y cualquiera que ofreciera más dinero comería con esta hermosa joven que lo había hecho. Ellos sabían el verdadero valor del almuerzo porque Bob le había dejado saber cuánto él lo valoraba.
De la misma manera, nosotros podemos conocer el valor de los seres humanos al mirar cuánto Dios los valora. Dios mostró su gran amor por todos nosotros al enviar a Cristo a redimirnos con su vida (Romanos 5:8). Este acto de amor debiera inspirar un derramamiento de amor, respeto y aceptación de nosotros hacia los otros seres humanos.
Conocemos el valor de cada hombre, mujer, y niño alrededor de nosotros —no importa sus faltas o fallos, sus creencias o comportamiento, sus pecados o defectos— porque Dios nos deja ver cuánto los valora al enviar su único Hijo a morir una cruel muerte para salvarlos.
Amar a otros como Cristo nos amó significa reconocer su valor infinito e intrínseco como seres humanos aparte de sus creencias, comportamiento, estilo de vida, o declaraciones de la verdad. Si una persona vive una vida de virtud o vicio, él o ella fue creado a la imagen de Dios, es un alma valiosísima por la cual Cristo murió. No importa cómo lucen, lo que creen, lo que hacen, cómo es su estilo de vida, todo ser humano tiene un valor inconmensurable.
Y si amamos como Cristo nos ha amado, aceptaremos y respetaremos a otros basados en eso.
Extracto del libro “La Nueva Tolerancia”
Por Josh McDowell y Bob Hostetler