Clásicos Cristianos – El Sacramento de la Vida 3

 

Continuemos.

La única manera de tener éxito es ejerciendo una fe dinámica. Debemos ofrecer todos nuestros actos a Dios, y creer que él los acepta. Después, hacer firme la decisión, y mantener clara la idea de que todos los actos del día y de la noche están incluidos en la dedicación. No cesemos de decirle a Dios, cada vez que oramos, que deseamos que todos los actos de nuestra vida sean para su gloria y honra. Y añadir, a cada hora del día muchos pensamientos como estos mientras estamos ocupados en el trabajo de vivir. Practiquemos el arte fino de hacer de cada acto de nuestra vida un acto sacerdotal. Creamos que Dios está aun en los más simples actos de nuestra vida, y aprendamos a verle a El en ellos.

Otro error concomitante con la antítesis sagrado-secular es cuando hacemos diferencias entre lugar y lugar. Nada hay en el Nuevo Testamento que enseñe acerca de lugares santos o no santos. Este error está tan generalizado que uno se siente muy solo cuando empieza a combatirlo. Ha teñido de tal manera el pensamiento de la gente, y coloreado de tal modo sus ojos, que resulta casi imposible hacerles entender lo contrario. Aunque el Nuevo Testamento enseña precisamente lo contrario, los cristianos han hablado y cantado a lo largo de los siglos acerca de lugares santos y edificios santos. Según lo que yo sé, únicamente los cuáqueros se han dado cuenta de este error, y han tenido el coraje de denunciarlo.

He aquí los hechos, según yo los veo. El pueblo de Israel había vivido en Egipto por cuatrocientos años en medio de la más crasa idolatría. Por la mano de Moisés Dios los sacó de allí y los puso en camino de la tierra prometida. Esa gente no tenía la más remota idea de lo que era santidad. Para corregir este estado de cosas, Dios comienza desde abajo. Se presentó a ellos en forma de columna de humo de día y columna de fuego de noche, y más tarde, cuando ya el tabernáculo estuvo concluido, se manifestó en forma de luz brillante, la shekinah, en medio del lugar santísimo. Dios se valió de numerosos medios para enseñar a Israel lo que es santo, y lo que no lo es. Les dio días santos, vasos santos, vestidos santos. Les dio lavamientos, sacrificios y ofrendas de muchas clases. Por todos estos medios Israel aprendió que Dios es santo. Esto era lo que él quería enseñarles. No la santidad de cosas y de lugares, sino la santidad de Jehová era lo que él quería que aprendieran.

Entonces vino el gran día de la aparición de Cristo. Inmediatamente él comenzó a decir, «Oísteis que fue dicho a los antiguos, mas yo os digo.» La enseñanza del Antiguo Testamento había pasado. Cuando Cristo murió en la cruz, el velo del templo se rasgó en dos, de alto a abajo. El verdadero lugar santísimo, el cielo, quedaba abierto para todos los que quisieran entrar por fe. Entonces recordaron las palabras del Señor, «La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad» (Juan 4:21-23).

Poco después el apóstol Pablo levantó el grito de libertad, y dijo que todas las cosas son santas, todos los días son santos, todas las comidas santas y todos los creyentes santos, y cada acto de la vida aceptable a Dios. La santidad de tiempos y lugares, una media luz necesaria para los tiempos primitivos pasó de largo, y comenzó a brillar la plena luz de la adoración en el espíritu.

La iglesia mantuvo bastante tiempo la bendición de la adoración espiritual, hasta que con el paso de los años se fue perdiendo. Fue entonces cuando el legalismo, tan propio de los corazones no regenerados, introdujo de nuevo las distinciones de antaño. Reaparecieron los días santos, los lugares santos y los objetos santos. Los dos primeros sacramentos (y únicos) el bautismo y la santa cena, fueron aumentados a tres, a cuatro, a cinco, a seis y a siete. Con el triunfo del romanismo fue el acabóse. Todo se volvió santo, menos el verdadero Santo.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “La Búsqueda de Dios”

Por A. W. Tozer

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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