Clásicos Cristianos – Mansedumbre y Reposo 2

 

Continuemos.

La carga que lleva la humanidad es pesada y abrumadora. La palabra que usó Jesús significa una carga sumamente agobiadora, que se pone sobre una persona hasta quebrarle las fuerzas. Descanso es simplemente liberación de esa carga. No es algo que nosotros hacemos; es algo que viene a nosotros cuando dejamos de hacer. Su propia mansedumbre, ese es el descanso.

Examinemos lo que es nuestra carga. Es algo interior. Ataca el corazón, y la mente, cubre todo el cuerpo partiendo desde adentro. Primero, está la carga del orgullo. El trabajo de amarse a sí mismo es algo muy pesado. Pensemos en cuanto nos duele y como sufrimos cuando oímos a alguien decir algo despectivo de nosotros. Cuando hacemos un ídolo de nuestro «yo», nunca faltan los que se deleitan en profanar nuestro idolillo. ¿Cómo podemos, entonces, pretender gozar de paz interior? El esfuerzo que hacemos para proteger nuestro yo de todo ataque y desdoro nunca puede producirnos el anhelado descanso. Y conforme pasan los años esta carga se hace más intolerable. Sin embargo, los hombres siguen llevando a cuestas este oneroso peso, tratando de defenderse de todo lo que se dice, quejándose de toda crítica, sufriendo las actitudes despreciativas, sufriendo insomnio si otro es preferido antes que nosotros.

No es necesario llevar tal carga. Jesús nos invita al descanso, y la mansedumbre es su método. El hombre manso no se afana por las cosas del mundo, porque hace tiempo ha decidido que ellas no merecen el esfuerzo de conseguirlas. Y desarrolla dentro de sí un bondadoso sentido del humor, que le lleva a decir: «¡Ah…! ¿Con que te han pasado por alto? ¿Con que han preferido a otro antes que a tí? ¿Has oído que dicen de ti que no vales mucho? ¡Válgame Dios! ¿Es que te incomodas porque otros dicen de tí las mismas cosas que tú dices de tí mismo? ¡Vaya! Si ayer mismo le decías a Dios que no eres nada, que eres un simple gusano. ¿En qué quedamos? Vamos, hombre, deja de preocuparte por eso y aprende a ser un poco más consecuente contigo mismo».

El hombre manso no es una mosca muerta afligido por completo de inferioridad. Por el contrario, puede ser tan osado en su vida moral como un león y tan fuerte como Sansón. Lo que ocurre es que no se anda preocupando tontamente por sí mismo. El reconoce que es débil e indefenso, tal como Dios se lo ha declarado, pero al mismo tiempo sabe, paradójicamente, que ante los ojos de Dios él vale más que los ángeles. En sí mismo, es nada; pero en Dios, es todo. Ese es su lema. El sabe bien que el mundo nunca lo verá a él como Dios lo ve, y por eso ha dejado de preocuparse. Se queda perfectamente contento al permitir a Dios que El establezca sus propios valores. Espera con calma el día en que Dios le ponga su justo precio, y todas las cosas valgan por lo que realmente son. Entonces los justos resplandecerán en el Reino del Padre celestial.

Mientras tanto, descansa tranquilo teniendo paz de corazón. Mientras camina en mansedumbre, está feliz, dejando que Dios defienda su causa. Ha terminado la lucha de defenderse a sí mismo. Ha hallado la paz que trae la mansedumbre.

También se ha liberado de la pesada carga de la simulación. Por simulación no queremos decir hipocresía, sino ese humano deseo de mostrar siempre lo mejor que tenemos, ocultando cuidadosamente nuestros defectos. Porque el pecado nos ha jugado muchas malas pasadas; y una de ellas es la de infundirnos un falso sentido de vergüenza. Raro es el hombre, o la mujer, que saben presentarse llanamente, sin querer aparentar lo que no son. El temor de ser considerados inferiores corroe su corazón como polilla.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “La Búsqueda de Dios”

Por A. W. Tozer

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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