Clásicos Cristianos – En Qué se Muestra Cómo Empezar Cada Día con Dios 4

 

Continuemos.

¿No sabemos que estamos constantemente en peligro? Nuestros cuerpos lo están, y por consiguiente, nuestras vidas y bienestar. Estamos rodeados continuamente de enfermedades y de muerte, cuyas saetas vuelan de día y de noche; ¿y no tenemos nada de qué hablar con Dios cuando entramos y salimos, al estar acostados o al levantarnos, para ponernos bajo la protección de su providencia, para estar bajo el cuidado de sus santos ángeles? Nuestras almas están aún más en peligro, pues es contra ellas que nuestro sutil y fuerte adversario, el diablo, está haciendo guerra, y procura devorarnos; ¿y no tenemos tratos con Dios para que nos ponga bajo la protección de su gracia, que nos revista de su armadura para que podamos resistir las acechanzas y violencias de Satán, para que no nos sorprenda y caigamos en pecado, en una tentación súbita en que consiga derrotarnos y someternos?

¿No sabemos que estamos muriendo cada día, que la muerte obra en nosotros, y que la muerte nos lleva al juicio, y el juicio a nuestro estado eterno? ¿Y no tenemos nada de qué hablar con Dios en preparación para lo que tenemos delante? ¿No le pediremos al Señor que nos haga conocer nuestro fin? ¡Señor, enséñanos a contar nuestros días! ¿No tenemos tratos con Dios, nuestro juez, para evitar el juicio y procurar enderezar nuestros asuntos?

¿No sabemos que somos miembros del cuerpo del cual Cristo es la cabeza; y no nos preocupa el ser aprobado como miembros vivos? ¿No tenemos nada que ver con Dios a fin de hacer intercesión por su iglesia? ¿No tenemos nada que decir en favor de Sión? ¿Nada para la paz y bienestar de la tierra en que hemos nacido? ¿No somos de la familia, en estado de infancia quizá, para que nos preocupemos de sus asuntos? ¿No tenemos parientes, amigos a quienes queremos entrañablemente y cuyos gozos y penas deseamos compartir? ¿Y no tenemos quejas que presentar o peticiones para hacerle conocer? ¿No estamos enfermos o afligidos? ¿Ninguno es tentado o se siente desconsolado? ¿Y no tenemos mensajes para enviar al trono de la gracia para pedir el oportuno socorro?

Ahora pon todo esto junto, y luego considera si tienes o no algo que decir a Dios cada día; y particularmente en días de tribulación, cuando es saludable que le digas al Señor: he aceptado y llevado tu disciplina, y si tienes algún sentido de las cosas, le dirás a Dios que no te condene. Si tienes todo esto para decirle a Dios, ¿qué es lo que te impide decírselo? ¿Por qué no dejarle que escuche nuestra voz, cuando tenemos tantos recados para darle?

La distancia no tiene por qué ser un obstáculo para que se lo digas. Tienes deseos de hablar con un amigo, pero resulta que está a gran distancia; no puedes ponerte en contacto con él, ni recibir una carta suya, y, por tanto, no tenéis oportunidad de entrar en tratos; pero la distancia no te impide hablar con Dios, porque aunque es verdad que Dios está en el cielo y nosotros en la tierra, con todo, Él está siempre cerca de su pueblo que ora, porque Él escucha su voz dondequiera que los suyos se encuentren (Salmo 130:1, Jonás 2:2). En todas partes podemos hallar el camino abierto hacia el cielo; gracias a Aquel que con su sangre ha consagrado para nosotros un camino nuevo y vivo hasta el Santísimo, y ha resuelto las diferencias entre el cielo y la tierra.

Que no te venza el temor y por ello dejes de decir a Dios lo que debes decirle. Es posible que tengas tratos con un hombre importante, pero este hombre está muy por encima de ti, y es tan riguroso y severo hacia sus inferiores que tienes miedo de hablarle, y no tienes a nadie que te presente, o le diga unas palabras en favor tuyo, y por ello decides dar tu causa por perdida; pero no hay ninguna razón para que te sientas desanimado así al hablar con Dios; puedes acudir con confianza al trono de su gracia, puedes tener, libertad de palabra, permiso para derramar tu alma. Y tales son sus misericordias a los que humildemente imploran a Él, que no tienen por qué sentir terror de Él.

Es contra la mentalidad de Dios que te sientes amedrentado; Él quiere que tengas confianza, que os animéis los unos a los otros, porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para que tengáis miedo, sino el espíritu de adopción, por el cual somos introducidos a la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Y esto no es todo aún: tenemos a Uno que nos introduce, y que habla por nosotros; un abogado para con el Padre. ¿Necesitaron nunca un abogado los hijos en los tratos con su padre? Pero para que por medio de estas dos cosas podamos tener una mayor consolación, no sólo tenemos con Él la relación de un padre, de la que dependemos, sino que además disfrutamos del favor e intercesión de un abogado, un Sumo Sacerdote en la casa de Dios, en cuyo nombre tenemos acceso con confianza.

Que el hecho de que Él ya sabe de qué asunto quieres tratar con Él y lo que tienes para decirle no te sea un estorbo. Tú ya tienes tratos con este Amigo, pero piensas que no tienes de qué preocuparte porque Él ya está enterado de tus cosas; Él ya sabe lo que quieres y lo que deseas, y por tanto, no hay nada de que tengáis que hablar.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Cómo Incrementar Nuestra Comunión con Dios”

Por Matthew Henry (Año 1712)

Lee Cómo Empezar Cada Día con Dios 5

Lee Cómo Empezar Cada Día con Dios 6

Lee Cómo Empezar Cada Día con Dios 7

Artículo anteriorClásicos – Matthew Henry CÓMO EMPEZAR CADA DÍA CON DIOS 5
Artículo siguienteClásicos – Matthew Henry CÓMO EMPEZAR CADA DÍA CON DIOS 3
Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingresa para comentar!
Por favor ingresa tu nombre