Devocional Diario – Cómo Superar las Crisis Inesperadas 1

 

Muchas veces hemos pasado por crisis que no esperábamos, y la mayor frustración de los seres humanos es perder el control sobre algún acontecimiento. Al no poder intervenir nos sentimos impotentes y parece que nada tiene solución, especialmente para las mujeres que nos desespera, queremos controlar todo y nos desespera no hacerlo.

Las crisis inesperadas nos frustran porque, generalmente, llegan en un buen momento, cuando estamos bien, a punto de conquistar algo, motivados para lo nuevo ya sea un negocio o en la casa, pueden ser grandes o pequeñas pero crisis inesperadas al fin; la muerte repentina de un ser querido, un accidente, una enfermedad grave, un hijo con problemas difíciles de resolver o la infidelidad de tu pareja, la viudez, la quiebra financiera, son crisis para las cuales no nos preparamos y cuando perdemos el control sentimos las manos atadas.

Aunque tengamos un proyecto, cuando llega una crisis inesperada dejamos todo y decimos: “No lo puedo hacer, abandono el sueño, nunca imaginé que me pasara esto”. Frente a las crisis, la primera reacción es renunciar al propósito y lo único que quiere tu enemigo es que desistas.

Cómo retener el propósito.

Aferrate al propósito; nunca sueltes lo que Dios decretó para tu vida, pase lo que pase. Eso es fe y hay que aprender a soltarla. No permitas que nadie te quite el gozo, ni roben lo que es tuyo, no lo sueltes.
Transfomate en una mujer valiente que conquista y retiene lo conquistado y ninguna circunstancia ni crisis le quitará lo que le pertenece. La depresión nos tira en una cama, inmoviliza, nos roba las fuerzas.

Toda circunstancia que nos ocurre tiene dos lecturas: una humana y otra espiritual.

La lectura humana tiene una explicación: me fue mal por esto o aquello, y al hacer la lectura espiritual debemos averiguar qué es lo que se me opone y no me permite conquistar lo que planifique.
Satanás no quiere que las cosas funcionen y por eso te hace sentir culpa: “yo tuve la culpa por eso no se dio”. Cuando te echas las culpas por todo no avanzás, y no quiere decir que te sacarás toda culpa porque todos nos equivocamos y erramos.

Debes sacarte las culpas que el enemigo te trae a través de la crisis. Lo inesperado es doloroso pero más dolor nos causa un pensamiento, especialmente en las mujeres: “lo podría haber evitado”; “podría haber evitado que mi marido se vaya con otra mujer”, y no es así.

Un decreto es una palabra que no puede ser alterada o cambiada, por eso lo decretado para tu vida por Dios nadie lo podrá cambiar.

Dios decretó bendición por siempre y para siempre, soltó decretos para edificar que no pueden ser cambiados, pero cuando vienen los problemas nos olvidamos de esos decretos y caminamos hacia atrás. Los únicos que hablamos de nuestras debilidades somos nosotros, porque a Dios no le preocupan nuestras imperfecciones; Él no quiere que seamos perfectos sino que estemos disponibles para el cumplimiento de su decreto.

En las crisis aparecen una serie de pensamientos provocados por espíritus que se soltaron y que, hasta que no los combatas, seguirán presionándote para robarte y no logres los sueños de tu corazón.

Por distintas circunstancias ocurridas en su vida, muchas personas creyeron que no servían y su mente se llenó de negatividad, todo lo ven mal, y no hay nada peor que roben tu propio destino, que no sepas qué hacer y permitas que los demás dirijan tu vida, que no puedas decidir cada mañana al levantarte y tu día esté diseñado por otros.

Las crisis inesperadas son como el enemigo, como Nabucodonosor para los israelitas.

Nabucodonosor: 

A. Les robó sus propiedades.

Te sentís atada, ni siquiera podes orar, no te salen las palabras y no te podés concentrar.

B. Les robó la visión, la capacidad de ver más allá.

Cuando te roba la visión, roba la confianza y no sabrás adónde ir, ni que paso dar luego: “cómo voy a hacer ahora sin mi marido”, “que haré con mi hijo en esta situación”, “cómo seguirá mi vida después de esta enfermedad.”
Sin visión perdemos el rumbo, y lo peor que puede pasarnos es que nos aferremos a otra persona como una tabla de salvación, porque cuando ya no esté, creeremos morir.

(CONTINÚA…)

Por Alejandra Stamateas

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