Devocionales Cristianos – Yo Entiendo Tu Dolor 1

 

Piensa por un momento conmigo en lo siguiente: ¿Por qué Jesús vivió en la tierra todo el tiempo que lo hizo? ¿No pudo su vida haber sido más corta? ¿Por qué no venir a este mundo solo a morir por nuestros pecados y luego irse? ¿Por qué no un año o una semana sin pecado? ¿Por qué tuvo que vivir así toda una vida?

Tomar nuestros pecados es una cosa, ¿pero hacerse cargo de nuestras quemaduras de sol, o nuestra inflamación de garganta?

Experimentar la muerte, sí, ¿pero tolerar la vida? ¿Tolerar los largos caminos, los largos días y los malos caracteres? ¿Por qué lo hizo?

Porque quiere que confíes en Él.

Aun su acto final sobre la tierra lo hizo para ganar tu confianza.

Más tarde, sabiendo que ya todo estaba terminado, y que así se cumpliría la Escritura, Jesús dijo: «Tengo sed» (Juan 19.28–30).

Este es el acto final de la vida de Jesús. En la conclusión de su composición terrenal, oímos los ruidos que hace un hombre sediento.

Y a través de su sed -mediante una esponja y un jarro de vino barato- hace su última petición.

«Tú puedes confiar en mí».

Jesús. Labios resquebrajados y boca de algodón. Garganta tan seca que no podía tragar y voz tan ronca que apenas podía hablar. Está sediento. Jesús había sido golpeado, abofeteado, magullado y cortado. Había llevado la cruz y cargado los pecados y su garganta no tenía ni un poco de líquido. Está sediento.

¿Por qué no hizo algo para evitar eso? ¿No podía? ¿No había hecho que jarros de agua se convirtieran en jarros de vino? ¿No hizo un muro con las aguas del río Jordán y dos muros con las aguas del Mar Rojo? ¿No hizo, con una palabra, que dejara de llover y calmó la tempestad? ¿No dice la Escritura que «cambió el desierto en estanques de agua» (Salmos 107.35), y «la roca en fuente de aguas»?

¿No dijo Dios «Derramaré agua sobre el sediento» (Isaías 44.3)?

Entonces, ¿por qué Jesús tuvo que soportar sed?

Mientras nos hacemos esta pregunta, agreguemos un poco más. ¿Por qué se cansó en Samaria (Juan 4.6), se perturbó en Nazaret (Marcos 6.6) y se enojó en el Templo (Juan 2.15)? ¿Por qué se quedó dormido en el bote en el Mar de Galilea (Marcos 4.38) y triste ante la tumba de Lázaro (Juan 11.35) y hambriento en el desierto (Mateo 4.2)?

¿Por qué? ¿Y por qué tuvo sed en la cruz?

Él no tenía por qué sufrir sed. A lo menos, no al grado que la tuvo. Seis horas antes le habían ofrecido de beber, pero Él lo había rechazado (Marcos 15.22–24).

Antes de clavarle los clavos, le ofrecieron de beber. Marcos dice que el vino estaba mezclado con mirra. Mateo dice que el vino estaba mezclado con hiel. Tanto la mirra como la hiel tienen propiedades sedativas que adormecen los sentidos. Pero Jesús los rechazó. No quiso estar aturdido por las drogas, optando en cambio por sentir el sufrimiento en toda su fuerza.

¿Por qué? ¿Por qué tuvo que soportar todos estos sufrimientos? Porque sabía que tú también habrías de sufrirlos.

Él sabía que tú te cansarías, te perturbarías y te enojarías. Él sabía que te daría sueño, que te golpearía el pesar y que tendrías hambre. Sabía que tendrías que enfrentarte al dolor. Si no al dolor del cuerpo, al dolor del alma… dolor demasiado agudo para cualquiera droga. Sabía que estarías sediento. Si no sed de agua, a lo menos sed por la verdad, y la verdad que recogemos de la imagen de un Cristo sediento. Él entiende.

Y porque Él entiende, podemos venir a Él.

¿No nos habríamos visto privados de Él si no hubiese entendido? ¿No nos alejamos de las personas cuando no las entendemos? Supongamos que te encontraras muy preocupado por tu situación financiera. Necesitas que algún amigo te demuestre su aprecio y te dé algún tipo de asesoría. ¿Buscarías la ayuda del hijo de un multimillonario? (Recuerda que lo que andas buscando es orientación, no una limosna.)

¿Acudirías a alguien que haya heredado una fortuna? Probablemente, no. ¿Por qué? Porque no te entendería. Y no te entendería porque nunca ha vivido lo que tú has estado viviendo de modo que no puede saber cómo te sientes.

Jesús, sin embargo, sí ha estado y sí lo puede hacer. Él ha estado donde tú estás y puede saber cómo te sientes. Y si su vida sobre la tierra no logra convencerte, lo hará su muerte en la cruz.

(CONTINUA…)

Extracto del libro  “El Escogió los Clavos”

Por Max Lucado

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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