Devocionales Cristianos – No Culpable 2

 

Continuemos.

La mujer mira fijamente el suelo. Su cabello transpirado cuelga. Sus lágrimas gotean calientes por el dolor. Sus labios estirados, su mandíbula contraída. Sabe que ha sido víctima de una estratagema. No es necesario que levante la vista. No hallará bondad. Ella observa las piedras que llevan en sus manos. Están tan tensamente apretadas que las puntas de los dedos se tornan blancas.

Considera la posibilidad de poder salir corriendo. ¿Pero hacia dónde? Podría declarar que ha sido víctima de malos tratos. ¿Pero ante quién? Pudiera negar el acto pero la han visto. Tal vez pudiese suplicar misericordia, pero estos hombres no la tienen.

La mujer no tiene a quien recurrir.

Uno pudiera suponer que Jesús se pondría de pie para proclamar su juicio sobre los hipócritas. Pero no lo hace. Uno desearía que les arrebatara a la mujer y que ambos fuesen teletransportados a Galilea. Tampoco eso es lo que sucede. Pudiera imaginarse que un ángel descendería, que el cielo hablaría o que la tierra se sacudiría. Sin embargo, nada de eso ocurre.

Una vez más su jugada es sutil.

Pero nuevamente su mensaje es inconfundible.

¿Qué hace Jesús?

Jesús escribe en la arena.

Se inclina y dibuja en la tierra. El mismo dedo que grabó los mandamientos en la cima del Sinaí y escribió la advertencia sobre la pared de Belsasar, ahora hace garabatos en el suelo. Y mientras escribe dice: «El de vosotros que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella» (v. 7).

Los jóvenes miran a los ancianos. Los ancianos ven dentro de sus corazones. Son los primeros en dejar caer sus piedras. Y al darse vuelta para alejarse lo único que se escucha es el sonido sordo de las piedras al caer y el movimiento de los pies.

Jesús y la mujer quedan a solas. Habiéndose retirado el jurado, la corte se convierte en la cámara del juez y la mujer aguarda su veredicto. Seguramente está elaborando un sermón. Sin duda le exigirá que pida perdón. Pero el juez no habla. Su cabeza está inclinada hacia abajo, tal vez sigue escribiendo en la arena. Parece sorprendido al darse cuenta de que aún permanece allí.

«Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?»

Ella responde: «Ninguno, Señor».

Entonces Jesús dice: «Ni yo te condeno; vete y no peques más» (vv. 10–11).

Si alguna vez se ha preguntado cómo reacciona Dios cuando usted falla, ponga un marco a estas palabras y cuélguelas de la pared. Léalas. Estúdielas. Beba de ellas. Párese debajo de ellas y permita que se derramen sobre su alma.

O mejor aún llévelas con usted al desfiladero de su vergüenza. Invite a Cristo a viajar con usted. Permítale que se pare a su lado mientras le vuelve a relatar los eventos de las noches más oscuras de su alma.

Y luego escuche. Escuche con atención. Él está hablando.

«Yo no te condeno».

Y observe… Con mucha atención. Él está escribiendo. Está dejando un mensaje. No en la arena sino sobre una cruz.

No con su mano sino con su sangre.

Su mensaje consta de dos palabras: No culpable.

Extracto del libro “Todavía Remueve Piedras”

Por Max Lucado

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

2 Comentarios

  1. Me hizo temblar esta lectura. Definitivamente Dios es amor y El juzga pero no mata. El salva. Son muy buenas las ense;anzas que recibo de ustedes. Les agradezco mucho.

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