Devocionales Cristianos – Plan Para un Devocional Diario: Tiempo de Intercesión
La intercesión es orar por otros, y es una parte importante de un buen período devocional diario. En su primera carta a Timoteo, Pablo le da claras instrucciones de cómo debemos orar por otros. Dice: «Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1º Timoteo 2.1-4)
La oración intercesora obviamente agrada a Dios y se espera que sea parte de nuestra vida diaria. Además, nos ayuda a conocer los sentimientos de Dios.
Para mí la intercesión generalmente ha sido la parte más extensa de mi tiempo devocional con Dios. Como pastor, mis dos tareas primordiales han sido las de equipar a los fieles e interceder por las personas. Esa era una gran tarea para una congregación de tres mil personas. Pero para facilitar el proceso, solía orar visualmente por las personas. Siempre tenía mi directorio de los miembros a mano durante mis devocionales y miraba las fotografías de las familias por las que oraba. También tenía un sistema para las personas más nuevas. Periódicamente les pedía que dejaran que los ujieres y los encargados de saludar a las personas les tomaran fotografías instantáneas. Entonces les pedía que escribieran sus nombres en ellas, las perforaran y las insertaran en un inmenso llavero. Luego oraba por esas personas fotografiadas también.
La intercesión es una parte importante de nuestro tiempo devocional. No solo beneficia a otros y nos vincula a Dios, sino que nos ayuda. Como dice un proverbio judío: «A quien ora por su vecino, se le concederá su petición». Más aun, constituye el centro de la actividad de acompañar al pastor en oración. Y por eso hablaré con más detalles sobre este asunto en el capítulo cinco.
Extracto del libro “Compañeros de Oración”
Por John C. Maxwell