dante-gebelDante Gebel – El Disidente

 

La sala esta atestada de gente y hay un bullicio ensordecedor. Han venido de todo la ciudad a presenciar el juicio. Las primeras planas de los periódicos y revistas han apostado por la culpabilidad del acusado, los estudiosos del caso opinan que no tiene demasiadas posibilidades para que lo declaren inocente. De todos modos, alguien dejó trascender que el incriminado cuenta con un excelente abogado de una vasta experiencia que tal vez tenga una convincente coartada bajo la manga. Los medios periodísticos de todo el mundo se disponen a seguir paso a paso las instancias del juicio.

El acusado guarda silencio en el banquillo. No parece estar intranquilo o preocupado, por el contrario, solo deja entrever una sonrisa, como aquellos que saben algo que los demás ignoran. Viste ropa de fajina azul y aunque no está uniformado de gala, es evidente su rango militar. El caso no registra antecedentes. El juez tiene fama de ser justo e imparcial y todos confían en su sobria decisión. El golpe del martillo anuncia que se abre la sesión. El fiscal, de estilizado traje negro, toma la palabra.

-Señor Juez, honorable jurado, tenemos aquí un claro caso de un disidente del sistema. Por razones de quien sabe vaya uno a saber que contexto religioso, el acusado parece ignorar el popular estilo de vida de las honorables familias. La sociedad es una especie de ecosistema donde, si todos se ajustan a las reglas preestablecidas, toda la rueda funciona perfectamente. Pero en ocasiones -agrega en un tono mas ofuscado el fiscal- aparecen personajes que pretenden alterar el orden popular, levantando banderas revolucionarias y contrarias a lo estipulado y a lo que pasivamente hemos aceptado como normales y que hacen a nuestra cultura!!

-Necesitamos que sea mas claro en su acusación-interrumpe el Juez- no tenemos mucho tiempo.

-Por supuesto, su Señoría. Para ser mas claro, el imputado se ha levantado en pos de una «nueva revolución» en contra del sistema. Ha reclutado más gente que la que ningún político soñó jamas, ha invadido las escuelas, las facultades, las oficinas y las fábricas con un mensaje totalmente contrario al que hemos aceptado desde nuestra mas tierna infancia. Llama crímenes a los abortos, que no es otra cosa que una elección de vida; rotula de pecadores y adúlteros a los que suscriben a la libre expresión del divorcio legal; defiende la virginidad ignorando que el placer sexual es un derecho de todo ciudadano; esgrime que la nación no tiene integridad, poniendo en tela de juicio la moralidad de quienes nos gobiernan…

-Objeción, Su Señoría!! -reclama el defensor, que luce un atípico traje blanco- el fiscal no es específico y puntual en su acusación. No podemos realizar un juicio de valores o ideales en esta sesión, necesitamos que vaya directamente a lo medular de la cuestión.

-A lugar. Tiene razón el abogado-dice el juez, reclinándose en su imponente sillón- explíquese mejor, señor fiscal.

-Por supuesto! El acusado esta «enfermo» de moralina y pacatería. Defiende valores dignos de la prehistoria como…como…como el respeto y la obediencia ciega a los padres. Eso coarta la libre expresión de nuestros jóvenes. Además, pretende erradicar el vocabulario procaz de los medios de comunicación, trayéndonos un aroma a represiones y censuras que nadie quiere volver a vivir. Por otra parte, denuncia actos de corrupción e inmoralidad, como si él fuese el único que tuviera la autoridad moral para hacerlo…

-Eso es ridículo-interrumpe el abogado con total calma-no se puede acusar a alguien por el simple hecho de marcar una diferencia en la sociedad. La democracia y la verdadera libertad, no es sinónimo de libertinaje. No hay fundamentos legales en contra del acusado.

-Bienvenido al sistema, mi querido abogado -responde el fiscal en tono irónico- gente como el acusado solo incomodan al resto, a la mayoría que solo pretende vivir en armonía con el orden nacional. Él es un revolucionario contracultural. Esta oponiéndose a los parámetros establecidos. Y lo que empeora su causa, es que ya ha reclutado a muchísima gente en favor de ese ridículo estandarte.

-Lo que trata de decir el fiscal -dice el Juez, arriesgando una conclusión- es que el acusado, en lugar de ceder a la presión de la sociedad, ha impuesto una forma diferente de vivir, aun poniendo a riesgo su propia reputación? -y continúa, como si ya supiese la respuesta- quiere decir que no le importó su popularidad y buen nombre, con tal de levantar una causa a la que el considera justa, aunque esta vaya en contra de la corriente y el consenso general?

-Exactamente.-responde el abogado, mientras se pasea lentamente delante del jurado- se acusa a alguien, solo por el hecho de llevar a las multitudes a un regreso a la verdadera integridad, y a cosas que ya estaban establecidas mucho antes de que este sistema perverso cambiara el orden de los valores de todo ser humano.

-El tiempo dirá si son verdaderos o no -replica el Juez en tono cortante.

-Que sea él quien ponga a riesgo su reputación no es el punto-apunta el fiscal mientras se desajusta la corbata nervioso- pero se agrava con el hecho de que esa revolución de disidentes se acentúa con cruzadas evangelisticas que pretenden entrenar a un nuevo escuadrón.

-Por Dios, fiscal!! -interrumpe el Juez- No estamos aquí para discutir sobre métodos de evangelismo. Esto se ha tornado irrelevante. No encuentro motivos para condenar a un muchachito que solamente intenta ser diferente. No creo que eso destruya el sistema. El estado no puede condenar a alguien por el solo hecho de ser distinto, y menos aun, si la gente que abraza su causa lo hace de una forma totalmente voluntaria. La sociedad ha visto desfilar a miles de jóvenes idealistas como él, persiguiendo utopías o levantando quimeras que finalmente han muerto. El tiempo será el mejor juez; si esta revolución es una de las tantas, se disolverá como otras que hemos visto pasar inadvertidas, pero si realmente existe algo Superior en todo esto…nadie la podrá detener. Condenaremos a este muchacho, y se levantaran otros miles. Podremos encerrar a unos cuantos, pero la revolución se extenderá por toda la nación como una inundación. Dejemos que la historia juzgue a los protagonistas. Por mi parte, no tengo nada mas que objetar, declaro al acusado inimputable.Se levanta la sesión.

El martillo replica sobre el estrado en medio de un murmullo ensordecedor. El Juez, confuso, se retira a su sala privada. El abogado, de impecable traje blanco, le hace un guiño cómplice a su defendido. El oscuro y controversial fiscal, maldice y golpea sus puños contra el estrado. Los periodistas, cronistas y fotógrafos tratan de sacar sus propias conclusiones en medio de flashes y apretujones.

El acusado sigue sonriendo. No ha abierto la boca en toda la jornada, pero sonríe. Se pone en pie, en medio de unas pocas felicitaciones y camina hacia la salida. Casi no llega a los veinte años, pero su mirada parece marcada a fuego. Afuera lo espera la revolución y la causa. La bandera que trastorna al sistema. El escuadrón de resistencia. Los que no quieren ser influenciados por una sociedad enferma. Los que van a ser llevados a juicio una y otra vez, y siempre sonreirán callados, sabiendo que para defenderlos estará el hombre de níveo traje blanco. Y hablando de vestimenta, les dije que nuestro acusado esta vestido con indumentaria de ejercito? …si, creo que se los conté, es fajina azul, y en una fotografía del periódico que lo retrato a la salida del juzgado, se lee una pequeña letra en su hombro derecho. Es casi imperceptible, pero los detallistas verán que esta allí.

Es una zeta dorada, la marca de los Zelotes.

Dante Gebel, «Generación Z»

Este artículo fue sacado de SITIO OFICIAL DE DANTE GEBEL.

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