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El Concepto de la Colonización

Un concepto que es crucial para entender el propósito y el plan original de Dios para el hombre y para la creación, es el pensamiento que ha llegado a conocerse entre los hombres como “colonización”.

La colonización es un proceso por el cual un gobierno o gobernante determina extender su reino, dominio o influencia hacia un territorio adicional, con el propósito de impactar dicho territorio por medio de su voluntad y sus deseos.

El principio de la colonización es entendido como el proceso de transformar un territorio extendido para que sea igual al centro de gobierno desde el cual ha sido extendido; es decir, para manifestar la naturaleza y voluntad del gobernante en el estilo de vida, acciones, actividades y cultura del territorio.

Por lo tanto, el fundamento para apreciar la motivación creativa de Dios es comprender que su intención fue compartir su autoridad para gobernar con sus hijos espirituales, extendiendo su Reino celestial invisible a una dimensión terrenal visible con el propósito de colonizar ese dominio a fin de que sea igual que el cielo.

Génesis 1:1 dice: «Dios, en el principio, creo los cielos y la tierra» (el universo físico).

Dios gobernó corno Rey sobre un Reino espiritual espacioso y espectacular que Él ya había creado. Era un mundo lleno de ángeles que estaban allí solo para servirlo y adorarlo a Él.

El libro de Génesis se inicia con la actividad de Dios en la creación del mundo físico, que sería el medioambiente en donde se manifestaría su propósito eterno. Su intención era-establecer su Reino en ese mundo físico, sin tener que venir Él mismo en forma visible. Los propósitos del Dios invisible serian cumplidos mediante una creación visible que era el producto de su genio creativo.

Su plan seria llevado a cabo por una familia de descendientes que serían iguales a Él, creados exactamente a su imagen, como sus representantes, ellos liberarían, establecerían e implementarían su Reino invisible en el mundo natural y visible. Este es el propósito original por el cual Dios creo al hombre. No fue un accidente. No fue casualidad. Sucedió mediante la planificación y preparación del gran Dios del cielo, quien, por su amor   sabiduría elaboró este asombroso plan.

Desde el principio, el plan de Dios para la humanidad se centró en el hecho de que Dios deseó tener una relación personal con el hombre y viceversa. Establecer una religión jamás fue el deseo de Dios. Como dije anteriormente, la religión es el resultado de la respuesta del hombre ante un profundo vacío espiritual en el fondo de su alma, algo que él no puede describir o identificar.

La palabra religión denota un sistema de creencias, credos y adherencia a la fe o a las convicciones. Esos sistemas se manifiestan en el desarrollo de una variedad de tradiciones, rituales y prácticas culturales que van desde lo más simple a lo más complejo. Cada civilización, a lo largo de la historia, ha cultivado formas de religión que sustentaron su viabilidad como entidades sociales y sirvieron como una solución para las preguntas místicas sobre la vida y la muerte.

Para muchas personas, la religión ha sido y continúa siendo una preocupación incansable que los distrae de los temores sin resolver del corazón humano. La necesidad de una religión en alguna forma es un fenómeno universal y es inherente al espíritu humano. Toda la humanidad, dejada a su suerte, inevitablemente desarrollara alguna forma de práctica religiosa.

En muchas instancias, esto puede tomar la forma de sistemas de filosofías, teorías, ideologías, un conjunto de principios o convicciones documentadas. Cualquiera sea la forma que adopte, el propósito es el mismo: el intento de satisfacer la indescriptible ansia espiritual que se halla en el espíritu de toda la humanidad.

Es interesante observar que en los escritos antiguos del profeta y patriarca Moisés, que relata la creación del universo físico y de la humanidad, no encontramos el establecimiento de ningún sistema religioso formal o de ningún código de tradiciones para que el hombre siguiera o practicara.

Extracto del libro “Redescubriendo el Reino”

Por Myles Munroe

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