Devocionales Cristianos – Guerra Interior
Pasaje clave: 2º Samuel 3:1.
1. Introducción.
El texto nos muestra una guerra entre dos casas y dos formas de actuar y de pensar. Veamos dos aspectos sobresalientes:
2. Hubo una Larga Guerra.
Cuando aceptamos a Cristo en nuestras vidas como nuestro Señor y Salvador empieza una lucha espiritual entre lo que desea Dios para nosotros y lo que deseamos nosotros mismos, una lucha entre el Espíritu y nuestra naturaleza carnal. Queramos o no esta guerra está instalada en nuestro interior.
El apóstol Pablo tenía esta contradicción (al igual que nosotros): él con su mente quería agradar a Dios, pero su carne hacía lo que no agradaba a Dios y se sentía culpable por esto (Ro.7:15-21).
Entendamos que hoy sigue siendo así: la guerra entre lo carnal y lo espiritual está dentro de nosotros.
Jesús nos muestra esta guerra en Mt.26:41. Él quería que sus discípulos lo ayudaran a orar para aliviar su angustia ante la muerte en la cruz, pero se quedaron dormidos. Jesús los alienta a orar y les da la llave para hacerlo: “el espíritu está dispuesto”.
Ellos otra vez se durmieron y Jesús los dejó dormir.
Cuando estas cosas suceden y nos vemos identificados con estos ejemplos debemos saber que Dios tiene misericordia de nosotros y que no nos condena.
Debemos entender que nos equivocaremos y fallaremos, pero no debemos buscar el equivocarnos y fallar. No tenemos que culparnos, ni martirizarnos a nosotros mismos, sino reconocer que hemos pecado, arrepentirnos, pedir perdón de corazón y volver a consagrarnos a Dios.
Pablo concluye diciendo que el Señor Jesucristo es quien nos ayuda en nuestra debilidad y nos fortalece (Ro.7:25).
3. Se Fortalecía y se Debilitaba.
La guerra en nuestra interior entre los deseos de Dios (Espíritu) y nuestros propios deseos (carne), es similar a lo que le sucedía a un hombre que tenía dos gatos los cuales se peleaban constantemente. Cuando le preguntaron cuál de los dos ganaba siempre, él respondió: “Gana aquel al que alimento más”.
Si alimento mi espíritu estaré espiritual y mentalmente más fortalecido y obtendré vida y paz (Ro.8:6), pero si es a mi carne (impulsos, pecados, independencia de Dios) a quien alimento más estaré más débil, sin interés en lo espiritual, sin ganas de orar, sin deseos de congregar y buscar a Dios, el resultado será la muerte: pérdida de las bendiciones de Dios y enfriamiento espiritual.
¿Cómo alimento mi espíritu? (Ro.8:1-27).
En la presencia de Dios. Estando en intimidad con el Señor. Orando, adorando, perdonando, meditando en la Palabra de Dios, declarando fe con mi boca, teniendo una actitud de obediencia, ayunando, permaneciendo bajo la autoridad pastoral.
¿Cómo alimento mi espíritu?
Congregando, rodeándome de gente de fe, teniendo disposición para ser enseñado, hablando como Dios habla y pensando como Dios piensa porque tenemos la mente de Cristo.
Cuando practico estas cosas alimento el Espíritu, me fortalezco interiormente, disminuye en mí el deseo por el pecado, aumento el deseo por estar con Dios. Mi espíritu se hace fuerte y mi carne se debilita.
Tus conductas, tus miradas, tus palabras, tus reacciones y actitudes serán el reflejo de lo que vivas interiormente. Serán la expresión visible del fruto del Espíritu o de las obras de la carne.
¿A quién estás alimentando? ¿A tu espíritu o a tu carne?
¿Qué le das de «comer» a tus ojos, a tus oídos, a tus pensamientos?
¿Con qué alimentas tu mente?
La guerra interior sólo puede tener un vencedor, ¿quién está ganando en tu interior?
Por Edgardo Tosoni