Devocionales Cristianos – Yo Te Perdono. La Promesa de Dios en los Clavos 1

 

Seguramente Dios está haciendo una lista de mí. Después de todo ¿no ha hecho Él su residencia en mi corazón? Y si yo veo defectos en mi casa, imagínate lo que Él verá en mí. ¿Te atreverías a pensar en la lista que Él estará haciendo de tu vida?

Los goznes de la puerta del cuarto de oración se han enmohecido debido a que la puerta no se abre casi nunca.

La estufa llamada celos está sobrecalentada.

El piso del ático está recargado con demasiados lamentos.

El sótano está hasta el tope de secretos.

¿No habría alguien que quisiera correr el postigo y liberar el aire de pesimismo de este corazón?

La lista de nuestras debilidades. ¿Querrías ver la tuya? ¿Te gustaría hacerla pública? ¿Cómo te sentirías si fuera exhibida de modo que todos, incluyendo Cristo mismo, pudiera verla?

¿Quieres que te lleve al momento en que tal cosa ocurrió?

Sí, hay una lista de tus fracasos. Cristo ha escrito tus defectos. Y sí, esa lista se ha hecho pública. Pero tú no la has visto. Ni yo tampoco.

Ven conmigo al cerro del Calvario y te diré por qué.

Observa a los que empujan al Carpintero para que caiga y estiran sus brazos sobre el madero travesaño. Uno presiona con su rodilla sobre el antebrazo mientras pone un clavo sobre su mano. Justo en el momento en que el soldado alza el martillo, Jesús vuelve la cabeza para mirar el clavo.

¿No pudo Jesús haber detenido el brazo del soldado? Con un leve movimiento de sus bíceps, con un apretón de su puño pudo haberse resistido. ¿No se trataba de la misma mano que calmó la tempestad, limpió el templo y derrotó a la muerte?

Pero el puño no se cerró… y nada perturbó el desarrollo de la tarea.

El mazo cayó, la piel se rompió y la sangre empezó a gotear y luego a manar en abundancia. Vinieron entonces las preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué Jesús no opuso resistencia?

«Porque nos amaba», contestamos. Es verdad. Una verdad maravillosa aunque, perdóname, una verdad parcial. Él tuvo más que esa razón. Vio algo que lo hizo mantenerse sumiso. Mientras el soldado le presionaba el brazo Jesús volvió la cabeza hacia el otro lado, y con su mejilla descansando sobre el madero, vio:

¿Un mazo? Sí.

¿Un clavo? Sí.

¿La mano del soldado? Sí.

Pero vio algo más. Vio la mano de Dios. Parecía la mano de un hombre. Dedos largos y manos callosas, como los de un carpintero. Todo parecía normal, pero estaba lejos de serlo.

Esos dedos formaron a Adán del barro y escribieron verdades en tablas de piedra.

Con un movimiento, esta mano derribó la torre de Babel y abrió el Mar Rojo.

De esta mano fluyeron las langostas que cubrieron Egipto y los cuervos que alimentaron a Elías.

¿Podría sorprender a alguien que el salmista celebrara la liberación, diciendo: «Tú dirigiste a las naciones con tu mano… Fue tu mano derecha, tu brazo y la luz de tu complacencia» (Salmos 44.2-3).

La mano de Dios es una mano poderosa.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Él Escogió los Clavos”

Por Max Lucado

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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