Devocionales Cristianos – No Luches Contra Dios 1

 

Sus brazos son muy cortos para luchar con Dios. ¡No trate de hacerlo!

Nuestras capacida­des intelectuales son muy deficientes para que vaya­mos a poder discutir con nuestro Creador. Los adeptos de la Nueva Era no están de acuerdo con esto. Dicen que cada uno de nosotros podemos convertirnos en dioses, sin tener que depender en nadie, con sólo concentrarse en un cristal y sentarse con las piernas cruzadas hasta que los dedos de los pies se nos queden dormidos. ¡Qué presumidos!

Difícilmente podemos reunir los requisitos para ser dioses, ni siquiera dioses insignificantes. A pesar de nuestros intensos esfuerzos por comprendernos a noso­tros mismos, hemos aprendido muy poco acerca de cómo vivir juntos armoniosamente o qué es lo que nos mueve a comportarnos como lo hacemos.

Los sicólogos y siquiatras seculares más capacitados y respetados, aún creen que el ser humano es básicamente bueno, que solamente aprende a hacer lo malo debido a la influen­cia de la sociedad. Si eso fuera cierto, por seguro existi­ría por lo menos una sociedad en alguna parte del mundo donde el egoísmo, la falta de honradez y la violencia no habrían aparecido. En cambio, la historia de la humanidad, a través de los siglos hasta el día de hoy, está llena de guerras, asesinatos, codicia y explota­ción. «Paz» es el nombre que le damos a ese breve momento entre las guerras, cuando la gente se detiene para volver a cargar las armas.

Usted debe­ría observar detenidamente a sus hijos. ¿Cómo podría alguien, que ha criado a sus hijos desde que eran muy pequeños, no darse cuenta de que no necesitamos cul­tivar la rebelión, el egoísmo y la agresión? Se manifies­tan en los niños de una manera muy natural. Así que, la característica más básica de la naturaleza humana, ha sido pasada por alto por aquellos que han sido especí­ficamente entrenados para observarla.

Un error parecido a éste invade la mayor parte de lo que pensamos y creemos.

Quiero recalcar algo que expresé anteriormente: Si la inteligencia y la percepción del ser humano son poco confiables en cuanto a valorar las realidades cotidianas, es decir, las cosas que podemos ver, tocar, oír, saborear y oler, ¿cuánto menos podemos confiar en ellas para evaluar al Dios del universo que es inescrutable?

Nues­tros esfuerzos para analizarle y comprenderle son tan poco confiables como nuestra capacidad para entender el mundo físico. Sólo podemos escudriñar la mente de nuestro Creador hasta cierto punto antes que se acabe nuestra habilidad para comprender más. Sin embargo, la arrogancia de los seres humanos al a veces pasar por alto o poner en duda la sabiduría del Omnipotente es increíble.

Un ejemplo de la arrogancia del ser humano es el concepto de que simplemente la creación evo­lucionó con el transcurso del tiempo, sin un diseño y sin un Diseñador. El Señor debe de maravillarse ante la estupidez de esa idea. También me he preguntado cómo se siente él acerca de que la Corte Suprema de los Estados Unidos le haya declarado inconstitucional, y haya decretado que sus mandamientos son impropios para ser puestos en el tablón de anuncios en las escuelas públicas.

Job trató de interrogar a Dios, y como respuesta le fue dada una enfática lección de historia. Preste atención, especialmente a la primera oración que salió de la boca del Señor. (Job 38:2-7)

¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién or­denó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?

Dios continuó ese discurso hasta que Job comenzó a pensar de una manera correcta, y entonces el Señor agregó las siguientes palabras: «¿Es sabiduría conten­der con el Omnipotente? El que disputa con Dios, res­ponda a esto» (Job 40:2).

Job comprendió lo que Dios le había dicho, y respondió: «He aquí yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, más no responderé; aun dos veces, mas no vol­veré a hablar» (Job 40:4-5).

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Cuando lo que Dios Hace no Tiene Sentido”

Por James Dobson

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