Devocionales Diarios – Una Síntesis del Sermón del Monte

 

 

1. El carácter del cristiano (5.3-12).

Las bienaventuranzas acentúan ocho señales principales del carácter y la conducta del cristiano, especialmente en relación con Dios y con los hombres, y la bendición divina que descansa sobre aquellos que exhiben estas señales.

 

2. La influencia del cristiano (5.13-16).

Las dos metáforas de sal y luz indican la influencia para bien que los cristianos ejercerán en la comunidad si (y sólo si) mantienen su carácter distintivo tal como se retrata en las bienaventuranzas.

 

3. La justicia del cristiano (5.17-48).

¿Cuál debe ser la actitud del cristiano hacia la ley moral de Dios? ¿Es abolida la categoría misma de ley en la vida cristiana, como lo afirman extrañamente los defensores de la «nueva moralidad» y de la escuela «ya no estamos bajo la ley»? No. Jesús no había venido a abolir la ley y los profetas, dijo, sino a cumplirlos.

Continuó declarando que la grandeza en el reino de Dios se determinaba mediante la conformidad con la enseñanza moral de la ley y los profetas, y que la entrada en el reino era imposible sin una justicia mayor que la de los escribas y fariseos (5.17-20).

Dio entonces seis ilustraciones de esta mayor justicia cristiana (5.21-48), relacionándola con el asesinato, el adulterio, el divorcio, los juramentos, la venganza y el amor. En cada antítesis

(“Oísteis que fue dicho… pero yo os digo…») rechazó la tradición acomodaticia de los escribas, reafirmó la autoridad de las Escrituras del Antiguo Testamento y destacó las implicaciones plenas y exactas de la ley moral de Dios.

 

4. La piedad del cristiano (6.1-18).

En su «piedad» o devoción religiosa los cristianos no deben asemejarse ni a los fariseos en su despliegue hipócrita, ni a los paganos en su formalismo mecánico. La piedad cristiana debe distinguirse sobre todo por su realidad, por la sinceridad de los hijos de Dios que viven en la presencia de su Padre celestial.

 

5. La ambición del cristiano (6.19-34).

La «mundanalidad» que los cristianos deben evitar puede tomar tanto forma religiosa como secular. Así que debemos distinguirnos de los no cristianos no sólo en nuestras devociones, sino también en nuestras aspiraciones o ambiciones. En particular, Cristo cambia nuestra actitud hacia el bienestar y las posesiones materiales. Es imposible adorar a Dios y al dinero; hemos de escoger entre ambos. La gente secular se preocupa por la búsqueda de alimento, bebida y vestido. Los cristianos deben estar libres de estas ansiedades materiales egocéntricas y entregarse al entendimiento del reino y la justicia de Dios. Es decir, nuestra ambición suprema debe ser la gloria de Dios y no nuestra propia gloria ni siquiera nuestro propio bienestar material. Es cuestión de qué «buscamos primero».

 

6. Las relaciones del cristiano (7.1-20).

Los cristianos estamos atrapados en una red compleja de relaciones, cada una de las cuales surge de nuestra relación con Cristo. Una vez que nos hemos relacionado adecuadamente con él, todas nuestras relaciones se ven afectadas. Se crean nuevas relaciones; las relaciones antiguas cambian. De modo que no debemos juzgar a nuestro hermano sino servirlo (1-5). Debemos también evitar ofrecer el evangelio a aquellos que terminantemente lo han rechazado (6), debemos permanecer en oración a nuestro Padre celestial (7-12) y guardarnos de los falsos profetas que impiden que la gente encuentre la puerta estrecha y el camino angosto (13-20).

 

7. La entrega del cristiano (7.21-27).

El asunto esencial, planteado por todo el Sermón, concierne a la autoridad del predicador. No basta llamarlo «Señor» (21-23), ni escuchar su enseñanza (24-27). La cuestión básica es si hay  coherencia entre nuestra actitud y lo que decimos y si actuamos en base a lo que oímos. De esta entrega depende nuestro destino eterno. Sólo el hombre que obedece a Cristo como Señor es sabio.

Porque sólo él está construyendo su casa sobre la roca, que no podrán minar las tormentas de la adversidad ni las del JUICIO.

Las multitudes se admiraban de la autoridad con la que enseñaba Jesús (28, 29). A esa autoridad debemos someternos sus seguidores en cada generación. El asunto del señorío de Jesucristo es tan pertinente hoy, en principio y en aplicación detallada, como lo fue cuando predicó originalmente su Sermón del Monte.

Extracto del libro «El Sermón del Monte»

Por John Stott

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4 Comentarios

  1. Hola Katty. ¡¡Bienvenida!! Gracias por tus palabras.
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