Devocionales Cristianos – Yo Compartiré Tu Lado Oscuro 1

 

Si a la Biblia se la conoce como el Libro de Dios, no es precisamente porque la gente que aparece en ella hayan sido unos santitos. A través de sus páginas la sangre corre tan libremente como la tinta a través de la pluma que las relata. Pero la maldad de la bestia nunca fue tan grande como el día que Cristo murió.

Los discípulos primero fueron rápidos para quedarse dormidos y luego fueron rápidos para irse.

Herodes quería montar un espectáculo.

Pilato quería quitárselo de encima.

¿Y los soldados? Querían sangre.

Así es que azotaron a Jesús. El azote legionario estaba formado por tiras de cuero con pequeñas bolas de plomo en sus puntas. Lo que se quería conseguir con eso era golpear al acusado hasta dejarlo medio muerto y luego parar. La ley permitía treinta y nueve azotes, pero casi nunca se llegaba a este número. Un centurión vigilaba la condición del preso. Cuando le soltaron las manos y se desplomó, no hay duda que Jesús estaba cerca de la muerte.

Los azotes fueron lo primero que hicieron los soldados.

La crucifixión fue lo tercero. (No, no me he saltado la segunda cosa. Volveremos a eso en un momento.) Aunque su espalda estaba completamente destrozada por los azotes, los soldados pusieron el travesaño de la cruz sobre los hombros de Jesús e iniciaron así la marcha hacia el Lugar de la Calavera donde lo ejecutaron.

No culpamos a los soldados por estas dos acciones. Después de todo, solo cumplían órdenes. Pero lo que cuesta entender es lo que hicieron mientras tanto. Esta es la descripción que hace Mateo en Mateo 27.27–31.

La tarea de los soldados no era otra que llevar al nazareno al cerro y ejecutarlo. Pero ellos tenían otra idea. Antes de matarlo, querían divertirse un poco con él. Soldados robustos, armados y descansados formaron un círculo alrededor de un carpintero de Galilea desfalleciente y casi muerto, y se dedicaron a golpearlo.

Los azotes fueron ordenados, lo mismo que la crucifixión. ¿Pero quién podría encontrar placer en escupir a un hombre medio muerto?

Jamás un escupitajo puede herir el cuerpo. No puede. Se escupe para hacer daño en el alma, y ahí sí que es efectivo. ¿Qué era lo que los soldados estaban haciendo? ¿No se estaban elevando a expensas de otro? Se sentían grandes a través de empequeñecer a Cristo.

¿No has hecho eso tú también alguna vez? Quizás nunca hayas escupido a alguien, pero sí has hablado mal de él (o de ella). O quizás lo has calumniado. ¿Has alzado alguna vez tu mano impulsado por la ira, o quitado la vista con arrogancia? ¿Has alguna vez lanzado tus luces altas sobre el espejo retrovisor de alguien? ¿Has alguna vez hecho que alguien se sienta mal para tú sentirte bien?

Eso fue lo que los soldados hicieron a Jesús. Cuando tú y yo hacemos lo mismo, también se lo estamos haciendo a Jesús (Mateo 25.40). Como tratamos a los demás, así tratamos a Jesús.

«No Max, no me gusta oírte decir esas cosas», protestas tú. Créeme, a mí tampoco me gusta decirlas, pero debemos enfrentar el hecho que hay algo bestial dentro de cada uno de nosotros. Alguien que nos hace hacer cosas que aun a nosotros nos sorprenden. ¿No te has sorprendido a ti mismo? ¿No te has visto reflejado en algo que has hecho y que te ha hecho preguntarte: «¿Qué hay dentro de mí?»

Para esa pregunta, la Biblia tiene una respuesta de seis letras: P-E-C-A-D-O. Hay algo malo, bestial, dentro de cada uno de nosotros (Efesios 2.3). No es que no podamos hacer lo bueno. Lo hacemos. Lo que pasa es que no podemos dejar de hacer lo malo.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Él Escogió los Clavos”

Por Max Lucado

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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