Estudios Cristianos – Enfrentando al Enemigo 2
Continuemos.
2º la Palabra del Testimonio. No es la simple repetición de textos bíblicos, sino el empleo de la Palabra de Dios junto con el testimonio personal del creyente en su vida cotidiana que demuestra que él, como cristiano, está verdaderamente sometido a la autoridad de las Sagradas Escrituras y al gobierno del Espíritu Santo en todos los aspectos de su conducta.
3º el Espíritu de Sacrificio. «Menospreciaron sus vidas hasta la muerte». Si no existe esta capacidad de renunciamiento, de negación de sí mismos, no hay victoria posible en la oración, por más que se ore. Lucas 14:26-27, 33. A veces la falta de este espíritu de sacrificio se muestra en la incapacidad para controlar el carácter (ver Proverbios 25:28), quedando «como ciudad derribada y sin muro» frente a los ataques de Satanás.
Otras veces se abre la puerta al Enemigo a través de los pecados de la lengua (Santiago 3:6-8), que llega a quedar «inflamada por el infierno». Así jamás se tendrá acceso a la oración victoriosa. La oración victoriosa es el resultado de la sobriedad, del equilibrio espiritual, de la madurez en la santidad. Comparar 1º Pedro 1:13-16, 4:7-8, 5:8-9.
3. Enfrentando al Enemigos Orando con Autoridad.
Mateo 12:28-29. Lucas 11:20-22. En estos pasajes, ¿quién es «el hombre fuerte»? Es Satanás. Y ¿quién es el «otro más fuerte que él», mencionado en Lucas? Es Jesús, el Señor. Tanto en Mateo 12:29 como29 como en Marcos 3:27 se27 se enseña claramente que para vencer al «hombre fuerte» tenemos que ATARLO primero. No hay que ignorar las instrucciones específicas de Jesús ni descuidar el orden o las prioridades que él recomienda. Pero atar al demonio no es amarrarlo con palabras que no estén respaldadas por nuestra propia vida. Si el Diablo tiene atada una parte de nuestro ser, nosotros nunca podremos atarlo a él. ¿Somos malos mayordomos? ¿Tenemos pecados que nos dominan?… Satanás nos encadena en los aspectos de nuestra personalidad que están abiertos a su control.
Cristo ya amarró a los poderes diabólicos cuando murió en la cruz (Colosenses 2:15) y de él se deriva nuestra autoridad (Mateo 18:18) para atar o desatar. Pero ¿qué pasa cuando nosotros mismos estamos atados en algunas áreas de nuestra vida, porque hay porciones que aún no hemos entregado al Señor para tener una liberación total?… Tan sólo cuando nosotros estamos desatados por Cristo, podemos atar a los demonios. ¡Ellos quedan automáticamente atados cuando nosotros somos totalmente libres en Cristo y los enfrentamos en el campo de batalla! ¡La victoria de Cristo nos da toda autoridad! Leer Lucas 10:17-20 y20 y tener en cuenta especialmente el v.19.
Hechos 19:13-17. ¿Son conocidos nuestros nombres por los poderes diabólicos? ¿Son respetados nuestros nombres por las huestes espirituales de maldad?… En este pasaje es evidente que los demonios conocían y respetaban el nombre de Jesús y el del apóstol Pablo, pero desconocían a los siete hijos de Esceva. ¿Somos acaso personas anónimas e inofensivas, sin autoridad frente a las fuerzas satánicas?
Nuestra autoridad espiritual, por el poder de Cristo, se hace evidente cuando un demonio dices «¡Sé quien eres!» (Marcos 1:24). La oración sin autoridad carece de poder.
Isaías 43:13. Dice el Señor: «Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará?». La oración de fe, hecha con autoridad, nos ayuda a ver a Dios en acción. Como dice la conocida canción cristianas «Obrando tú, ¿quién lo impedirá?» Así nuestra autoridad procede de la autoridad del Señor.
Por Dr. John R. Rice y Dr. J. Oswald Sanders
Adaptado por Samuel O. Libert