Estudios Cristianos – Jesús, el Supremo Líder Fiel 4

 

Continuemos.

Progresivamente, Jesús fue encomendando a sus discípulos otras responsabi­lidades más delicadas (Mateo 10). Jesús estaba cumpliendo su tercera gira evangelística por Galilea y los discípulos ya habían visto y aprendido bastante como testigos del ministerio de Jesús. Tenían tal vez un año de experiencia, algo más o poco menos, trabajando al laido del Señor. Jesús les ordenó ir «a las ovejas perdidas de la casa de Israel», no sólo por razones teológicas sino por razones prácticas: para aquellos hombres sería más fácil comunicarse con sus compatriotas de la misma raza que con los gentiles o con los samaritanos. Pero el Maestro no les ocultó las difi­cultades con que podían tropezar en esa primera misión (Mateo 10).

Mateo 10:40. Jesús se identificó con ellos: «el que a vosotros recibe, a mí me recibe». Ellos iban a testificar en unión con Jesús, sintiéndose uno con él. (Juan 13:20). Por eso él esperaba que ellos siguieran su ejemplo, su método, su valentía en las situaciones difíciles, comprendiendo que muchas veces el evangelio causa divisiones y problemas (Mateo 10:34-36).

Jesús los envió de dos en dos. Marcos 6:7. Con cierta frecuencia Jesús los enviaba de a dos para cumplir encargos. (Lucas 19:29-30, 22:8). Pero aquí el propósito era superior, porque debían apoyarse recíprocamente en la gran tarea de testificar. (Ver también Lucas 10:1).

 

7. Jesús, Fiel a su Liderazgo, fue el Supervisor del Trabajo de sus Discípulos.

Como un ejemplo para los líderes de todos los tiempos, Jesús esperaba que sus discípulos le informasen todo lo que habían hecho y lo que habían ense­ñado. Marcos 6:30. Lucas 9:10. Lucas 10:17- Sus discípulos no eran indepen­dientes. Todos reconocían el liderazgo de Jesús y le informaban todo.

Jesús también hacia notar los errores y/o los pecados de sus discípulos y les explicaba las causas de sus fallas, reprendiéndolos cuando era necesario. (Marcos 9:14-29, Mateo 17:14-21, Lucas 9:51-56, Marcos 8:14-21). Y del mismo modo, también compartía el gozo de ellos (Lucas 10:17-24). A veces la repri­menda iba acompañada de enseñanzas doctrinales (Marcos 10:13-16, etc.).

Jesús nunca descuidó su tarea de supervisión, ni siquiera cuando agonizaba en el huerto de Getsemaní. Tres veces fue a ver qué estaban haciendo Pedro, Jacobo y Juan (Marcos 14:32-42). Así como Jesús daba cuenta de su liderazgo al Padre (Juan 17:4, 6, 12, 22, etc.), los discípulos tenían que rendir cuen­tas a Jesús. Todo líder debe depender de otro líder. Incluso los pastores deben rendir cuentas al Señor (Hebreos 13:17).

 

8. Jesús, Fiel a su Propósito Eterno, Enseñó a sus Discípulos a Multiplicarse.

Juan 15:16. «Os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca». Jesús confiaba en que sus discípulos iban a multiplicarse, ya que él los había preparado y les había prometido que serían investidos del poder del Espíritu Santo. «No ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos» (Juan 17:20). Si ellos realmente permanecían en él, llevarían fruto perdurable (Juan 15:1-6). El que no permanece en él no es su discípulo y es definitivamente rechazado.

El verdadero discípulo-líder sabe que es imposible «cortar camino». Jesús dio el ejemplo, hasta la misma cruz, y señaló claramente el camino que de­ben seguir sus discípulos para llevar abundante fruto (Juan 12:24-26). Las improvisaciones, los «shows» espirituales, los seudo-discipulados, etc., de nada sirven. El árbol se conoce por sus frutos (Lucas 6:43-44) y tales frutos deben ser permanentes (Juan 15:16). Esa es la enseñanza de Jesús.

Jesús les enseñó con toda claridad que el poder para multiplicarse no surgiría de los esfuerzos que ellos hicieran, sino de la unción del Espíritu Santo que ellos debían recibir. Hechos 1:8. Ese poder es indispensable para enfrentarse con «toda fuerza del enemigo» (Lucas 10:19-20), ya que el Dia­blo es el verdadero adversario en toda obra de multiplicación. Esa es la razón de su advertencia en Lucas 24:49.

La presencia vigorosa del Espí­ritu Santo en una vida, muestra con el tiempo la profunda diferencia exis­tente entre una vida aparentemente santa y una vida verdaderamente santa. En Jesús tenemos el ejemplo del supremo líder fiel.

Por Dr. Robert E. Coleman

Adaptado por Samuel O. Libert

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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