Predicaciones – La Ley de la Expectativa (La Vida de Tomás) 2
Continuemos.
Una Persona que No Cree en Sí Misma:
1. Tendrá Vagancia.
Vagancia es la creencia de que no podemos hacer las cosas; es un experto en poner excusas, vive dormido. “¡Hasta cuando has de dormir, vago!”, dice Proverbios.
Y Tomás era vago. El vago no tiene acción. (Prov. 13:4)
“El vago pone la mano en el plato, pero no lleva el bocado a la boca porque le pesa”, dice Salomón. Al vago todo le pesa.
Prov. 21:24 (Se mueren del corazón por el estrés de no hacer nada).
Prov. 26:16. Se cree sabio pero no sabe reconocer su vagancia.
El que no tiene fe en sí mismo es vago.
2. Será Pesimista.
El pesimista siempre idealiza lo que pasó, llora su presente e idealiza su pasado; cuando va al futuro idealiza su pasado y llora su presente.
Siempre piensa negativamente: “A mí nunca una bendición”; “Y a mí, ¿cuándo? ¿Es que mi fe no alcanza? ¿Qué tengo que hacer?
Anticipa lo peor, tiene tendencia a mirar lo malo, piensa siempre en muerte, en lo negativo.
La Fe se Trasmite
Me puse a investigar y descubrí lo que los investigadores llaman “La ley del Pigmalión”, dice: “La expectativa que pongo en la otra persona, la otra persona la tiende a realizar”.
Si espero algo positivo del otro, éste lo hará, pero si mi expectativa es algo negativo hará lo negativo. Por ejemplo: si digo que una persona será un tarado, lo va a ser.
Las creencias de una persona afectan la conducta de los demás determinando, en gran medida, la respuesta del otro.
Si trato a alguien como un idiota (aunque no lo sea) es probable que con el tiempo llegue a eso; de ahí cuando un papá dice de su hijo: “Este tarado”
Recuerdo a una mamá que me consultó con su hija y me dijo: “Pastor, esta gorda, come todo el día, no sé qué le falta”
Le dije: Señora si usted tratara a su hija de mejor manera, ¿qué pasaría?
Y la mujer dijo: “Ah, ¡ahora la culpa la tengo yo! Con todo lo que me desvivo por esta tarada y usted me culpa a mí.
En ese caso funcionó la ley de la expectativa, lo que ella esperaba, así actuaba.
Si entro a un lugar y pongo mi expectativa brillante sobre alguien, éste tratará de alcanzar ese nivel. Pero si digo: “No, ese es un tarado, un estúpido, terminará siéndolo”. Cuando alguien confía en nosotros y nos contagia esa confianza, nuestro sistema límbico acelera la velocidad de nuestro pensamiento, incrementando nuestra lucidez, energía, eficacia y eficiencia.
Si tu jefe desarrolla un alto concepto, y te lo hace saber, es muy probable que exhibas un alto desempeño; pero si no confía en tu capacidad los resultados serán negativos.
El gran problema de muchas personas hoy, especialmente de los jóvenes, es que nadie les trasmitió expectativas, fe en sí. Fe en sí no viene de arriba sino de otra persona.
La fe de Dios es un don y viene por la Palabra que hace crecer mi fe, pero la fe en mí alguien me la tiene que impartir, alguien tiene que creer en mí, alguien tiene que esperar algo que todavía no logré, pero otro lo espera de mí.
Por eso, amigo no es el que te palmea sino el que espera algo de vos, el que te presiona y exige. Mucha gente está huérfana de fe en sí, tendrán conductas conforme al nivel de expectativas y, si no tuvieron expectativas de “fe”, tendrán expectativas de “no fe”, o sea es un desastre y lo demostrará.
Encontramos gente que hizo un mal negocio y se mete en otro negocio porque no tuvieron a un humano que les impartiera nivel de expectativa diciéndole: “Yo creo en vos”, “Sé que vas a lograr más de lo que ya has logrado”.
Necesitamos buscar mentores, líderes, un pastor, un amigo alguien que tiene fe en sí mismo y que está esperando cosas grandes de nuestra parte. Cuanto más grande es la fe del líder, más capacidad para desafiarte; cuanta más estima se tiene el educador, el líder, el papá, más fe va a poder impartir.
Si tomamos a los hombres tal como son, los haremos peores de lo que son, pero si los tratamos como si fueran lo que deberían ser lo llevaremos adonde nunca fueron.
Jesús le impartió a Tomás esta ley en los tres relatos: trató de que Tomás tuviera fe en Dios y en él. Por eso le dijo: “¡Vamos a verlo”; ¡Vamos a hacerlo!; ¡Vamos a resucitarlo, a levantarlo juntos!; ¡Vamos a hacer un milagro!
1. ¡Yo lo puedo lograr!
“Lázaro no está muerto, sino duerme”, dijo Jesús. Lázaro nunca resucitó porque nunca estuvo muerto; y cuando llegó tres días después le gritó: “Lázaro sal fuera”, porque para Jesús estaba dormido.
Lo que confieses con tus labios y lo mantengas, eso lograrás. Todo lo que declares, todo lo que has perdido no está muerto, está dormido volverá a tu vida otra vez porque «todo lo puedo en Cristo que me fortalece».
Jesús te dice: “Lo vamos a hacer”. “Esta enfermedad no es para muerte sino para su Gloria.”
(CONTINÚA…)
Por Bernardo Stamateas
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