Liderazgo Cristiano – Líderes del Antiguo Testamento 2
Continuemos.
3º. La Fidelidad en la Labor. “Llevó las ovejas a través del desierto”. Siendo Jetro un beduino, le había enseñado cómo pastorear también en el desierto. Era una preparación inicial para lo que Dios necesitaba de él después.
No sabía Moisés que los grandes cambios que había sufrido su liderazgo eran solamente la primera etapa de otros más, que también tenía que experimentar para llevar adelante los propósitos de Dios (comp. Salmo 78:70; Amós 7:15).
4º. El Destino de sus Funciones. “Llegó a Horeb, monte de Dios”. Posiblemente, esta sea la frase que mejor sintetiza el carácter de un líder. Moisés llegó a su destino. Su pastoreo no tuvo como objeto dar vueltas alrededor de un desierto de desorientación, sino llegar hasta el pie del monte que le había servido de guía. Ese monte era Horeb, monte de Dios.
El Ángel de Jehová vio, en verdad, a un pastor preparado que exhibía las credenciales de su pastorado: obediencia, sujeción, orientación, perseverancia y meta (comp. Éxodo 18:5; 19:3). Allí Dios se le reveló y le recordó la vigencia del pacto con Abraham.
Luego transformó su liderazgo pastoral en una delicada función libertadora, al frente de la cual Moisés no se creyó ser lo suficientemente hábil, contrariamente a lo que había sucedido 40 a40 años atrás (Éxodo 3:10–16). “Ven” y “te enviaré para que saques”, le dijo, “reúne a los ancianos y diles”, “y oirán tu voz”, etcétera.
“Así se fue Moisés, y volviendo a su suegro Jetro le dijo: Iré ahora y volveré a mis hermanos…” (3:18).
A esa primera parte del programa, Dios fue paulatinamente comunicándole otras. Al mismo tiempo que lo corregía, lo engrandecía delante de su rebaño, castigando duramente las críticas a su ministerio y el reiterado intento del pueblo por reemplazarlo (Números 12; 20:7–13). Moisés tenía además la libertad para delegar en otros parte de su labor, y lo hizo siguiendo el consejo de su suegro Jetro.
Se enfrentó también con malos líderes, como los diez que volvieron desanimados luego de la inspección a la tierra prometida (Números 13:26–33) y con muy buenos como Josué y Caleb (Números 14:38), que marcaron las pautas para el futuro de Israel.
La protección que sintió Moisés, y posteriormente Aarón (Números 16), fue la misma prometida a Josué: “Nadie te podrá hacer frente todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé” (Josué 1:5) (Deuteronomio 31:8; 23). Dios se mantuvo fiel a su pacto con el líder, sobre la base de que él respondiera a su santidad.
Dios engrandeció a Josué a ojos de todo el pueblo. La Biblia dice que Israel sirvió a Jehová “todo el tiempo de Josué y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué” (Josué 24:31) porque preparó hombres que siguieron los caminos que él mismo había aprendido.
Pero ese modelo de liderazgo se perdió posteriormente, y en los días de los jueces “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 18:1; 19:1; 21:25), que era lo mismo que hacer la voluntad del enemigo. Así vivieron los hijos de Elí (1 Samuel 2:121 Samuel 2:12), y perdieron el conocimiento de Dios, lo mismo que los ancianos del pueblo que condujeron a la nación por las sendas del extravío e irreverencia (1 Samuel 4:31 Samuel 4:3) hasta perder el arca del pacto.
Una de las lecciones que se destacan desde los días del profeta Samuel, fue el ungimiento de ciertas personas elegidas para ser líderes del pueblo. Hasta ese momento, el procedimiento había sido usado solamente para consagrar a los sacerdotes (Éxodo 20:41; 30:30), pero ahora se había extendido por lo menos para reyes y profetas.
Consistía en derramar sobre la cabeza de la persona elegida, un cuerno—o, en algunos casos—, un cuero de aceite. El candidato quedaba consagrado para Dios en las funciones que le delegaba, y el aceite valía como emblema de autoridad y protección para cumplirlas. Atacar al ungido de Dios, era lo mismo que atacar a Dios (1º Samuel 24:6–10). De modo que todos sabían que cuando el aceite había sido derramado sobre una persona, debían obedecerla porque investía la autoridad delegada.
Posiblemente, esto explica en forma más clara lo sucedido a Giezi siervo de Eliseo, que emancipándose de la autoridad del profeta, habló en su nombre al general sirio Naamán pidiéndole ayuda material que el mismo Eliseo había rechazado momentos antes. La actitud de Giezi dejó en ridículo al ungido del Señor (1º Reyes 19:16), que se había esforzado en mostrarle al militar pagano que su sanidad de la lepra era un acto de la gracia de Dios. Giezi le hizo pensar que el profeta había vacilado y cambiado de opinión, lo que, aparte de ser una mentira, era también un pecado contra Dios. Giezi perdió su ministerio y murió leproso. No entendió el alcance de la autoridad que Eliseo había recibido de Dios, y creyó que no sería descubierto en su maniobra, pero se equivocó (2º Reyes 5:27).
Extracto del libro “El Líder Conforme al Corazón de Dios”
Por Raúl Caballero Yocou