Estudios Bíblicos – Los Primeros 40 Días de la Vida de Jesús 3

 

Continuemos.

Con piadosa reverencia digo que no tenemos por qué entriste­cernos por la forma en que nació el Niño; encontró al venir a la vida sobre la tierra, todo lo que cualquier niño necesita: una madre, y un pesebre. La dignidad de Su entrada se hace manifiesta; El pasó por alto todas las posiciones humanas elevadas, y entró en la vida humana en un nivel tan bajo, que ningún recién nacido ha podido igualarle.

Lucas sigue adelante mostrándonos la actitud del Cielo hacia el nacimiento de Jesús. Su mensajero, «un ángel del Señor,» acom­pañado por una multitud de los ejércitos celestiales, anunció el significado verdadero de lo que había acontecido. El ángel cantó el solo: «Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo el Señor.»

De pronto las huestes celestiales celebraron el significado del acontecimiento. La primera nota de su canto le atribuye la gloria a Dios: «Gloria a Dios en lo alto.»

Era esta la atribución de alabanza a Aquel que ocupó la más alta posición de autoridad muy por encima del trono de los Césares.

Luego en el canto se celebró el significado del nacimiento en lo que a la tierra concierne: «Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hom­bres.»

De esta manera los ángeles no solamente estaban celebrando el nacimiento del Niño, sino saludando a la nueva raza que resultaría del advenimiento de aquel Niño en la historia humana. Ellos comprendieron que la expresión final de ese nacimiento, sería el renaci­miento de los hombres que cumplirían el propósito divino, y que serían del agrado de Dios; y su canto declaró que en linaje seme­jante se realizaría la paz.

En todo el mundo se habla hoy de la paz y seguramente que se la desea, aun cuando todo el tiempo el mundo se prepara donde­quiera para la guerra. Es bueno recordar este canto de los ángeles y comprender que el mundo nunca encontrará la paz, sino como resul­tado de una raza de hombres que agraden a Dios, según el modelo del Hombre que está a Su derecha. De este modo, el canto de los ángeles abarcó todos los siglos desde el nacimiento del Niño hasta la consumación.

Finalmente, Lucas presente el nacimiento de Cristo desde el punto de vista de Jerusalén. Comienza el relato mencionando a los pastores, que eran sin duda alguna pastores del Templo, que vela­ban sobre los rebaños destinados al sacrificio.

Después de 8 días de nacido el Niño fue circuncidado y recibió Su nombre de acuerdo con la ley judía; nunca debe perderse de vista que por el rito de la circuncisión, todo niño hebreo entraba en la corriente de la vida nacional, y que era en esta ocasión cuando se le daba nombre.

Cuando el Niño tuvo 40 días fue llevado a Jerusalén y presentado en el Templo. Nos detenemos aquí para darnos cuenta, con todo cuidado, de la manera en que Lucas refiere el hecho: «Y como se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor. (Como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz, será llamado santo al Señor.)»

Las palabras entre paréntesis tienen un enorme significado.

Si abrimos las Escrituras Hebreas, en los libros de Éxodo y de Núme­ros, nos encontramos con que de acuerdo con el primer propósito Divino, el primogénito de cada familia debía separarse para el servicio de Jehová; es decir, para entrar en el sacerdocio. Más tarde, según nuevos planes Divinos, fue designada la tribu de Leví para tal oficio, y un Levita llevó la representación de un primogénito; cuando se puso este plan en práctica se encontró con que no había número suficiente de Levitas para llenar las exigencias, y se hicieron nuevos arreglos. Con esta referencia histórica en mente, podemos darnos cuenta de que Jesús fue presentado en el templo de acuerdo con el primer propósito Divino. No fue Él un sacerdote según el orden de Aarón; no pertenecía tampoco a la tribu de Leví, pero era el Primogénito.

Es así como le contemplamos desde el punto de vista de Jerusalén y del Templo, siendo recibido en la vida nacional por el acto de la circuncisión; dándosele un nombre escogido por el cielo para representar Su función como Salvador; y presentado delante de Dios como el Primogénito.

Extracto del libro “Los Grandes Capítulos de la Biblia. Tomo 1”

G. Campbell Morgan

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