Uno de los principios fundamentales de la creación es que cuando Dios crea algo, lo diseña de acuerdo con su propósito y con el medio para el que fue planeado. En otras palabras, cuando Dios creó las aves para volar, les dio alas y el deseo de volar. Cuando Dios creó los peces para nadar, puso en ellos la habilidad de nadar y les dio branquias de modo que pudieran respirar bajo el agua. Cuando Dios creó a la humanidad para tener dominio sobre la Tierra, nos impartió la habilidad de gobernar, reinar, liderar y ad­ministrarla junto con sus criaturas y sus recursos. Fuimos diseñados para gobernar, no para ser gobernados. Fuimos diseñados para manejar, no para ser manejados. Fuimos diseñados para liderar, no para seguir.

Cada vez que alguien trata de decirnos lo que debemos hacer, alguien que incluso esté en una posición de legítima autoridad, se erige en nosotros un espíritu o una actitud de resistencia. Es nuestra naturaleza el resistir el ser gobernados o controlados por otros. Esto se debe en parte a nuestra naturaleza pecaminosa, la cual heredamos de Adán y Eva, y de la que la Biblia dice que siempre está en rebelión contra Dios, quien es la autoridad final y absoluta. Adán y Eva pecaron cuando, por su orgullo, quisieron ser iguales a Dios, su Creador, y libres de su autoridad.

Nuestra resistencia a que otros nos gobiernen también se debe al es­píritu de liderazgo que Dios depositó en nosotros cuando nos creó. El propósito de Dios fue que nosotros gobernáramos sobre lo creado como corregentes bajo su autoridad. Él nos diseñó para ese propósito y puso en nosotros el espíritu apropiado para cumplir nuestro destino. El pecado exageró y distorsionó ese espíritu, llevándolo fuera de los límites de lo que Dios había planeado. Nuestra tendencia natural es resistir toda autoridad, incluso la de Dios.

Una razón por la cual muchos experimentamos frustración en la vida es porque nuestro medioambiente ha cambiado. Fuimos diseñados para regir sobre nuestras vidas y entorno, pero en vez de ello vivimos sobre un mundo en el que somos gobernados por nuestro propio orgullo, lujuria, pasiones, codicia y avaricia. Somos dominados por el adversario, Satanás, el autor del pecado e instigador de la caída de la humanidad. Dios nos dise­ñó para dominio, pero esa no es la realidad que experimentamos en nues­tro diario vivir. Estamos frustrados porque no estamos cumpliendo nuestro propósito. No funcionamos adecuadamente porque no estamos viviendo en el medio en el que fuimos creados para vivir.

La clave para una vida plena y de realización está en descubrir cómo re­cuperar nuestro lugar de dominio o retornar a nuestra posición de liderazgo en el dominio terrenal que Dios planeó originalmente. Para lograrlo, debe­mos entender los contrastes entre los dos reinos que envuelven nuestras vidas, así como también saber cómo debemos integrarnos correctamente en estos dos mundos tan diferentes.

LAS SEMILLAS DEL LIDERAZGO

Cuando Dios nos creó, nos dio todo lo que necesitábamos para cumplir su plan y su propósito original. Como Dios nos diseñó para liderar, las semillas del liderazgo reposan dentro de nosotros, durmiendo hasta que estén listas para ser activadas por el poder de Dios. Por esta razón, el liderazgo no es tanto algo que tengamos que estudiar porque ya está dentro de nosotros. Se trata de descubrir y nutrir aquellos poderes de liderazgo que tenemos. Dentro de la dimensión terrenal, Dios nos ha dado gran libertad. Final­mente, la clase de líderes en que nos convirtamos depende de nosotros. Dios nunca violará nuestra libertad o anulará el espíritu de dominio que ha depositado dentro de nosotros. Sin embargo, debo decir que Él puede hacer la vida horriblemente intolerable mientras no nos volvamos hacia Él. El Espíritu Santo nunca nos forzará la mano. Pero mientras se lo permitamos, nos convencerá, guiará, pero nunca nos manejará.

Algunos de ustedes pueden cuestionar este concepto del potencial de liderazgo que hay dentro de nosotros. Tal vez usted piense que no tiene las habilidades, cualidades y destrezas como para ser un líder. Quizás ha aceptado las cosas negativas que otros han dicho de usted. En verdad, no interesa lo que otros digan o piensen, o siquiera lo que nosotros pense­mos de nosotros mismos. Lo que importa es cómo Dios nos ve, y Él nos ve como líderes y gobernantes en el dominio terrenal. Él nos creó con este propósito y nos diseñó con las habilidades necesarias para alcanzar nuestro destino.

Como Creador, Dios sabe lo que hay dentro de cada uno de nosotros porque Él lo puso allí. Cada vez que Dios le habla, se dirige a usted basado en lo que conoce sobre usted y no en lo que otra gente cree saber.

Extracto del libro Redescubriendo el Reino

Por Myles Munroe

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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